EL PAíS › PAUL O’NEILL IMPUGNO EL PLAN ELEVADO AL FMI Y A LA DIRIGENCIA POLITICA ARGENTINA
Le entregaron tanto afecto y devolvió un cascotazo
Las nuevas declaraciones del secretario del Tesoro de Estados Unidos vuelven a colocar al Gobierno en la disyuntiva de seguir buscando un acuerdo con el FMI o intentar otro tipo de salida. Lavagna buscó limar asperezas: ayer reinterpretó los dichos de O’Neill y dijo que él estaba de acuerdo.
El programa fiscal y monetario que presentó la Argentina ante el Fondo Monetario Internacional “no alcanza”, sentenció el influyente secretario del Tesoro de los Estados Unidos. “Hay cosas que nosotros no podemos hacer y que dependen de la dirigencia del país”, señaló Paul O’Neill en el transcurso de una entrevista, y entre esas tareas mencionó “establecer el imperio de la ley, fijar el camino para luchar contra la corrupción y crear un sistema impositivo donde paguen los impuestos quienes suponen que deben pagarlos”. El ahora funcionario y antes director ejecutivo de la empresa Alcoa, que alguna vez fuera calificado por la revista norteamericana The Nation como un “filósofo de la evasión de impuestos”, no fue el único que se ocupó de Argentina ayer. Su segundo en el Tesoro, John Taylor, reclamó que el gobierno argentino retomara el control de su oferta monetaria pidiéndoles a las provincias que dejen de emitir bonos. Las reacciones en el seno del Ejecutivo fueron dispares. El ministro de Economía, Roberto Lavagna, eligió cambiarles el tono y el sentido a las declaraciones de los dos funcionarios estadounidenses para suavizarlas, al punto de llegar a decir que estaba “en casi todo de acuerdo” con sus dichos. En tanto, el presidente Eduardo Duhalde optó por recomendar sin vueltas “no prestar mucha atención” a las palabras del secretario del Tesoro. La postura de Estados Unidos hacia Argentina es clara: plata no va a recibir, pero consejos no le van a faltar.
“Por favor, pongan a disposición del Fondo un plan de acción que le dé a la gente la posibilidad de llevar adelante sus aspiraciones”, rogó O’Neill dirigiéndose al gobierno argentino. Alfredo Atanasof, jefe de Gabinete, le respondió sin nombrarlo afirmando que “el Gobierno ya hizo todo lo que debía hacer y aún más” y revirtió la carga de responsabilidades con el Fondo al ensayar una respuesta a la demanda de Taylor con respecto a la emisión de títulos. “Lo deseable sería que las provincias no se vieran obligadas” a seguir emitiendo bonos para poder afrontar sus pagos, pero “para que eso no ocurra será necesario obtener la asistencia de los organismos multilaterales”, indicó.
El ministro de Economía, en cambio, volvió a echar mano de su recién estrenado estilo de “intérprete generoso” de los dichos de los funcionarios norteamericanos. “Prácticamente no hay cosas en las que disentir” con Taylor y O’Neill por sus declaraciones de la víspera, expresó Lavagna en una conferencia de prensa. Y responsabilizó a la prensa por parcializar las versiones y reflejar un tono negativo en lo que el ministro leyó como simples recomendaciones “que es difícil no compartir”.
El mismo día en que Lavagna y el ministro del Interior, Jorge Matzkin, intentaban llegar a un acuerdo con los gobernadores en torno a la distribución de los fondos de coparticipación, desde el Departamento del Tesoro de Washington demandaban presionar a las provincias. “Las autoridades argentinas deberían persuadir a los mandatarios provinciales de que dejen de imprimir los bonos, de manera de asegurar un acuerdo con el Fondo”, sugirió Taylor, que además advirtió que el sistema de pagos no está operando en la Argentina y tampoco existe un programa monetario, “algo que es totalmente necesario”. “De lograrse poner en orden el programa monetario, enseguida llegará un acuerdo con el Fondo”, aseguró Taylor al tiempo que aseveró que no ve “ninguna razón por la cual técnicamente no lo puedan hacer”. El funcionario reclamó que dicho programa “contemple a los depósitos atrapados (en el corralito) y el tratamiento de los amparos (judiciales)”, aunque no dejó de señalar que “existe desacuerdo en cómo hacerlo”.
Desde el martes se encuentra en Buenos Aires una misión del FMI encabezada por John Thornton. En forma paralela, O’Neill disparaba sus declaraciones desde Washington en las que planteaba que la propuesta argentina “no contiene realmente las medidas necesarias para crear las bases de estabilidad” reclamadas. “Nosotros estamos trabajando con el FMI, nosotros queremos que el pueblo argentino tenga una vida decente, pero hay cosas que nosotros no podemos hacer desde afuera del Gobierno; depende delos dirigentes del país tomar acciones para su propio pueblo”, apuntó el secretario del Tesoro a la cadena televisiva C-Span.
El estrecho camino de cornisa por el que se desliza la economía argentina parece encontrarse con nuevos obstáculos a cada paso. A las zancadillas que empieza a acostumbrarse a recibir el Gobierno de parte de la Justicia y esporádicamente del propio Congreso, le debe sumar las que le envían como misiles desde el exterior. La administración Bush mantiene una fuerte e influyente relación con Anne Krueger, la vicedirectora del Fondo cuya opinión es decisiva. El Departamento del Tesoro es el organismo que monitorea la situación político económica en Argentina y el resto de la región. Los dichos de sus funcionarios no son inocentes ni el momento en que los lanzan es casual.
En tanto, en el gobierno argentino prevalece todavía la postura de seguir con la negociación con el Fondo “a ultranza” y pese a la falta de voluntad demostrada por el organismo por llegar a un rápido consenso. Sin embargo, ya aparecen expresiones de molestia por las constantes presiones, como las que ayer pronunció Atanasof.
La consulta sobre los dichos de los dos funcionarios estadounidenses no sorprendieron a Lavagna, evidentemente, que había concurrido a la conferencia de prensa munido de un punteo de algunas de sus frases. Las leyó dándole tono de “recomendaciones”, “preocupaciones” o “necesidades”, nunca de exigencias o de críticas. Y cerró cada una afirmando “estamos de acuerdo”, incluso citando a O’Neill cuando dijo “a mí me gusta mucho Argentina, me gusta su gente, es un lugar con un gran potencial”, para cerrar con una sonrisa y un comentario propio: “¿Quién no va a estar de acuerdo con eso?”.
La ironía y el buen humor del ministro no lograron disimular completamente el impacto que produjeron estas nuevas declaraciones en el gobierno. Cada vez que O’Neill bosteza, en la Casa Rosada tiemblan las arañas y se caen los cuadros de las paredes: la sensación no fue distinta ayer.