Miércoles, 25 de marzo de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Claro que las Madres y las Abuelas estaban ahí, dueñas por derecho propio de la escena. Cada vez más pequeñas en su físico, con las sandalias tan habituadas a fatigar las calles sin violencia ni agresiones, ganándose un aplauso pleno, sostenido, emocionado.
Los de 60, 50 años, los argentinos que la pasaron mal años ha, discurrieron otra vez sobre el espacio público de una ciudad calma, en la que refrescó un poquito, como para aliviar la tenida.
El documento leído desde el palco remoza los reclamos que llevan décadas. Podría hacerse una semblanza de la más noble militancia de la historia argentina repasando cómo fueron variando esas consignas. La “aparición con vida” de las Madres pioneras y corajudas, el “castigo a los culpables”, los repudios a la obediencia debida, el punto final y los indultos, la exigencia de nulidades se sucedieron en el tiempo. Ahora se agregan los pedidos por Jorge Julio López y las críticas por las demoras de los juicios a los genocidas.
Es un tramo de más de un cuarto de siglo de funcionamiento institucional: las defecciones de los gobiernos populares, sus destellos de compromiso, los grandes momentos de los procesos a las Juntas y los producidos desde hace pocos años, la tenacidad de un sector creciente de la sociedad civil, con su vanguardia imbatible, los organismos de derechos humanos.
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La Plaza de Mayo está colmada, desde el palco hacia Bolívar. Se está terminando de leer el documento, el cronista descorre la Avenida de Mayo, ya pasadas las cinco de la tarde. Las columnas siguen viniéndose en sinfín, abigarradas hasta la avenida 9 de Julio, un poco más separadas hasta Rodríguez Peña. Hay algunas por Diagonal Norte, no tantas. Amén de la Plaza, hay más de once cuadras de multitud, alrededor de 40.000 metros cuadrados ocupados por manifestantes.
Eche usted su cuenta de la asistencia, lector, desconfíe de los canales de noticias y los on line de los grandes medios, que ayer mezquinaron cobertura. Días atrás transmitieron en cadena la raleada movida contra la inseguridad y los discursos proselitistas de un rabino en campaña y un sacerdote católico que rezumaba odio.
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Volvamos a la calle, es más grato. Un repaso a ojo registra columnas variopintas, que suman al planteo colectivo signos identitarios. La agenda de las dictaduras es plana, no sólo se reprime la disidencia política, sino todas las formas de libertad o de diversidad.
En democracia, las demandas se multiplican y sofistican. Jamás serán saciadas del todo, pero la ampliación de sus márgenes es un dato insoslayable que a veces nos perdemos de ver. Grupos feministas que promueven el fin de la violencia familiar. Bolivianos orgullosos, tocando instrumentos de su terruño, con la bandera multicolor y pancartas con la figura de Evo Morales. Un grupo que, al modo de los descamisados que asumían con orgullo el mote desdeñoso de las minorías que los despreciaban, transforma la discriminación en bandera burlona. “Los putos peronistas” se la bancan como tales, y ya que están, se enumeran como “travas, tortas” y otras gracias.
Centros de estudiantes secundarios y universitarios suman sus cánticos y sus internas, que también las hay. Hugo Yasky y Martín Sabbatella marchan juntos, como por las calles de la provincia, sueltos de aparatos, cómodos entre la multitud. Marta Maffei, que supo encabezar hechos de masas y de honrosas luchas gremiales, también anda por ahí, es una más entre los que siempre pusieron el cuerpo.
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La política dice presente desde el kirchnerismo a su izquierda. La entente pro campo no aporta presencias, está en otra. Muchos nombres de los ’70 acompañan a Evita y Guevara: desde Cacho el Kadre hasta Santucho.
Los jóvenes de La Cámpora mixturan la evocación del efímero presidente de la primavera con un issue de coyuntura flamante “una ley de medios para la democracia”.
Libres del Sur, con una columna más que nutrida, cuestiona a Carrió, a Macri, De Narváez y Solá, pero pone por delante su distanciamiento con el kirchnerismo y un motivo. “Rico no es derechos humanos”, proclama, irrefutable, una bandera que marca el camino de su gente.
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La multiplicidad de partidos de izquierda comulga con el reclamo general, pero le agrega su posición crítica frente al gobierno nacional. Son miles de manifestantes, nutridos con panfletos y publicaciones. Se ubican al final, en un abanico de siglas que describe su saga. Las consignas contra el Gobierno son severas.
Luis Zamora camina con un par de compañeros por la vereda, sin columna ni pancartas.
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Carta Abierta, que tuvo su bautismo de masas en el día previo al voto no positivo, es uno entre los nuevos colectivos que se agregan a una honrosa tradición. Las Asambleas barriales, que dieron color y número a tantos encuentros desde 2002, son difíciles de encontrar.
Mucha gente por la libre, parejas, pequeños grupos que eventualmente alivian el cansancio en las veredas de algún café. Bebés que miran azorados, en los hombros de sus padres o sus abuelos.
A ojímetro, la clase media hegemoniza la concurrencia, la base social humilde de los movimientos sociales es minoría.
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Hay que tener 25 años para haber pasado toda la vida en democracia. Los de treinta recibieron toda su educación formal sin el cepo feroz del autoritarismo. Sería una audacia justipreciar cuántos de los manifestantes a Plaza de Mayo tenían esas edades, pero es seguro que eran muchos, acaso más de la mitad. La mayoría no son ya víctimas ni deudos: los pibes de HIJOS andan por arriba de 30, por lo general. Jóvenes de nuevas camadas, con sus propias experiencias, sin la vivencia personal de la dictadura, con la libertad mamada desde la cuna, dijeron presente, testimoniando que las grandes causas no tienen dueños, ni personales ni generacionales.
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Ayer mismo, a las siete de la tarde, para el on line de La Nación la noticia principal era la caída del gobierno checoslovaco. Wall Street la segunda, en la lógica de la edición la marcha era la décima o menos. Recién a las 19.30 la marcha gana posiciones en la edición de Internet del diario de los Mitre. Muy otro trato que los cortes de ruta de centenares de productores o que la convocatoria módica de Susana, Bergman y Marcó.
Los instigadores, cómplices y luego encubridores del terrorismo de Estado siguen fieles a sí mismos, en su afán ocultador. Con todo, la tribuna de doctrina habla de “dictadura”. Es un avance, el tono de los tiempos mueve hasta a los más remisos: hasta hace un par de años el manual de estilo no escrito pero imperativo del medio vetaba esa expresión. Era “gobierno de facto” y el terrorismo de Estado “lucha antisubversiva”. Esa segunda supresión sigue vigente, casi todas las veces. Ese es el estilo de la “prensa independiente”.
Fue una fiesta de la democracia y la memoria. Organizaciones no gubernamentales, ciudadanos sueltos, partidos políticos del oficialismo y de la oposición, cooperando en aras de su insigne denominador común y dando rienda suelta a sus enormes divergencias.
Usted, lector consecuente de este diario, inmune a la feroz manipulación predominante, seguramente lo palpó. Por si no estuvo, sepa que fue un actazo, en el que vibró una sociedad plural, dividida, herida, movilizada, viva al fin.
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