Lunes, 18 de mayo de 2009 | Hoy
Por Juan Sasturain
Anclado en la vereda del café
y en medio de La tregua, su novela,
viudo triste que la vida no consuela,
mira a las minas, Martín Santomé.
Observa y clasifica lo que ve:
un par de gambas, tres tetas. La estela
fugaz de un buen culo le revela
su condición de solo con carné.
Una escena feliz es lo que vale
al recordar a un narrador. Les ruego
que elijamos un verso que la iguale.
Esto salvó del mundo viejo y ciego:
“París, el whisky, Claudia Cardinale”
Chau, Benedetti: gracias por el fuego.
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