Miércoles, 15 de julio de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Julio Raffo *
El escenario surgido de las elecciones del 28 puso sobre el tapete una derechización que no es causa, sino consecuencia de una política del Gobierno que gradualmente fue adquiriendo el rostro de las concesiones petroleras, la ley antiterrorista, la prórroga de las licencias de televisión, la minería a cielo abierto, el “tren bala”, el veto a la ley de los glaciares, el no reconocimiento a la CTA, la promesa de pago “a libro cerrado” al Club de París, la proliferación de los casinos, los negocios de los amigos y la omisión ante el trabajo en negro, la pobreza, el hambre y el desamparo infantil, entre muchas otras cosas. Cada una de esas acciones operó sobre la imagen del Gobierno como la conducta de Dorian Grey operaba sobre su retrato: mostrando la verdadera naturaleza de su alma y la degradación del “alma bella” que alguna vez supo tener con la renovación de la Corte, la política de Derechos Humanos y sus lazos con los gobiernos de la América emancipadora. Sólo no lo vieron quienes no querían verlo y, contra eso, no hay nada que hacer.
En ese proceso el “modelo” terminó incomprensible, desnudo y agotado, tal como magistralmente lo señala Eduardo Grüner en su artículo en Página/12 (7/7/09), el cual, además, tiene la rara virtud de ser claro y de no incurrir en metáforas gongorianas.
Ante el desafío político de hoy no podemos permitirnos el sectarismo ni la mezquindad. No podremos estar a la altura de la expectativa creada si somos incapaces de sumar a todos aquellos que son nuestros compañeros de ideales, más allá de si nos votaron o no. Pino no se cansa de repetir que aquí no se le pide análisis de saliva a nadie que, compartiendo la concepción política y la propuesta programática, venga con vocación de trabajo a sumarse a la construcción colectiva indispensable para afrontar el 2011.
Frente al Gobierno hemos sido claros. Se apoyará todo proyecto y toda medida que atienda los intereses populares y a la causa de los intereses de la Nación y contribuiremos a su perfeccionamiento, como lo estamos haciendo con la propuesta para superar la Ley de Radiodifusión. Pero ello no debe inducir a confusión alguna: no integramos el confuso espacio del kirchnerisno ni del incipiente pankirchnerismo transversal.
Por ello no nos agrada la mezcolanza que se generó durante las elecciones: Víctor De Gennaro nos apoyó, y ese apoyo fue muy valioso y muy bien recibido, pero también apoyó a Martín Sabbatella, y estaba en su derecho de hacerlo. Por su parte, Sabbatella, también en el ejercicio de sus derechos, apoyó en Santa Fe a Agustín Rossi (el “palo para todo servicio” de los Kirchner), y si a esta secuencia le aplicamos el carácter transitivo de los apoyos políticos terminamos arribando a una promiscuidad inaceptable con un modelo y una práctica respecto de los cuales somos oposición. Las mañas de Arlequino en la construcción política sólo pueden conducirnos a perder uno de nuestros más importantes capitales: la credibilidad.
El confusionismo señalado se agravó con la proliferación de afiches y volantes truchos con el rostro de Pino, sea para tratar de perjudicarlo, sea para aprovecharse de lo que las encuestas ya anunciaban. En Proyecto Sur pensamos que entre aquel que fragua una factura para llevarse dinero de Skanska y aquel que fragua un volante para arrimarse algunos votos hay sólo una diferencia de oportunidad. En ambos casos se comparte una misma matriz ética y un mismo criterio de acumulación, que no son los nuestros.
* Legislador electo de Proyecto Sur.
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