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Como lo detallaron los científicos, la técnica de la clonación humana es una adaptación derivada del Dolly Protocole, la primera “fotocopia” biológica de un mamífero. El principio se basa en la extracción de una célula no reproductora del cuerpo del individuo que se quiere “fotocopiar”. A esa célula se le saca el núcleo del par de cromosomas y luego se la inyecta en un ovocito previamente “vaciado” de su dosis genética. A través de esa combinación se obtiene un embrión que después se introduce en el útero de una madre portadora preparada hormonalmente para la experiencia. La explicación es más sucinta que la realización. En comparación, para que el equipo del doctor Wilmut que clonó la oveja Dolly pudiera realizar la experiencia hicieron falta 277 embriones obtenidos a partir de un número superior de ovocitos provenientes de otras ovejas. No es difícil imaginar cuántas mujeres hay detrás de la madre que dio a luz a Eva y a los demás bebés anunciados. Esas dificultades y manipulaciones son un mero detalle para los raelianos. Rael asegura que “la creación de un ser totalmente artificial, fabricado íntegramente en un laboratorio, no tardará mucho”. La “meditación sensual”, la “transmisión del plan celular”, la “comunicación simbólica del código genético” a los extraterrestres, en suma todas esas prácticas que caracterizan la liturgia de Rael poco tienen que ver con la irrupción de un bebé clonado. La pesadilla de los moralistas y de algunos científicos se hizo cuerpo antes de lo que se esperaba. La vida eterna profetizada por los marcianos de Rael puede ser el próximo paso, es decir, un clon inmortal.