EL PAíS
Campanas de justicia
Por E. T.
Desde Porto Alegre
La multitud tiene su propio sonido. Puede rugir, silbar, cantar, ovacionar y también abuchear. Pero sin duda, es el silencio uno de sus sonidos más sublimes. Silencio y atención dominaron a cada una de las más de 8 mil personas que participaron del cierre del Foro Social Mundial, cuando se dio lectura al texto enviado por el escritor portugués José Saramago. Para referirse a las injusticias de este mundo, el Premio Nobel comentó anécdotas de un pueblo campesino en las afueras de Florencia, ocurrido en el siglo XVI.
Recordó que los campesinos de ese pueblo estaban en sus casas cuando fueron sorprendidos por el reiterado repicar de las campanas de la Iglesia. Llamaban a muerte. Como el sonido se repetía a cada momento, de a poco se fueron concentrando en la Iglesia. Luego de ver que no había ningún muerto preguntaron por quién tocaban las campanas. “Tocan por la Justicia, porque la Justicia ha muerto”, fue la respuesta que encontraron. El relato refería a la indiferencia con la que la Justicia había respondido a los reclamos de los campesinos que estaban siendo avasallados por el señor feudal. Contó que decidieron contar esta noticia al mundo, ya que “una aldea tiene el exacto tamaño del mundo para quien vive en ella”. Luego Saramago formuló una descripción del mundo actual, reseñó los límites que muestra una democracia en la que los gobiernos se están convirtiendo en “comisarios políticos del poder económico”. Así fue señalando las traiciones de aquellos dirigentes sindicales que se burocratizan. Por cierto luego de su descripción de la realidad, Saramago precisó que “no hay peor engaño, que el de quienes se engañan a sí mismos”. Por cierto finalizando pidiendo silencio porque los campesinos de Florencia “acaban de subir una vez más a la torre de su iglesia y van a tocar las campanas otra vez. Oigámoslos por favor”, reclamó y ahí el silencio se terminó.