- Lluvia. En esta ciudad de la Costa Azul prácticamente no llueve durante el verano, pero a esta altura del otoño es lo más habitual. Fue una desgracia para el chofer de la limusina de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien ayer se esmeraba en secar el auto con una franela bajo una llovizna tenaz. No bien terminaba con el baúl, debía empezar de nuevo con el capot. Así estuvo durante quince minutos, hasta que finalmente lo llamaron al celular y salió volando a buscar a la presidenta, con el auto mojado.

- Seguridad. “Nos manejó la seguridad francesa, la de Estados Unidos y ahora la de Japón. Basta”, se quejó la delegación argentina ayer por la tarde en el Hotel Majestic, donde estaba alojada la Presidenta. El comentario llegó luego de que unos forzudos japoneses le quisieran bloquear el paso al canciller Héctor Timerman y a la prensa argentina, que iban rumbo a la conferencia de prensa en el lobby del hotel. Los japoneses argumentaban que primero tenía que pasar su primer ministro. Antes de eso, las reglas las habían puesto la seguridad de Obama y la de Sarkozy.

- Patrullero.La dificultad para conseguir un taxi en la madruga de Cannes, cuando los periodistas gráficos argentinos terminaban su cobertura, causó un incidente policíaco. Fue antenoche. Después de caminar veinte minutos por calles vacías, un cronista desesperado vio a lo lejos un auto que creyó que era un taxi, Entonces empezó a agitar los brazos, paraguas en mano. El auto respondió, pero cuando se iba acercando el periodista perdió las ilusiones. Había llamado a un patrullero.