Después del acto, Evo Morales pasó por los vestuarios del polideportivo de la Comunidad Boliviana de Escobar para cambiarse y jugar un partido de fútbol. Una doble fila de chicos de la escuelita de fútbol de la comunidad con globos en sus manos lo recibió en la cancha de césped sintético. Evo apareció con su figura espigada, la camiseta de la selección boliviana y el emblemático diez en la espalda. Todos querían estar en el partido, y la custodia del presidente boliviano tuvo que colaborar con el árbitro para contar que los jugadores de los dos equipos no superaran lo permitido. Varios tuvieron que salir ante la sonrisa de cientos que observaban el partido desde improvisadas tribunas, incluida la frondosa arboleda. Evo fue el primero en recibir la pelota al comenzar el partido, todos esperaban que también se luciera en la cancha. En diez minutos había pateado la misma cantidad de veces al arco, algunas afuera y en una, la providencial atajada del arquero contrario, evitó el gol. Hasta que llegó una nueva oportunidad. Casi sin resistencia eludió a varios adversarios y pisando el área sacó el derechazo al arco: gol. Evo y toda la comunidad boliviana lo celebraron. La fiesta ya estaba completa.