Sábado, 17 de marzo de 2012 | Hoy
Jorge Cohen era agregado de prensa de la Embajada de Israel y fue uno de los sobrevivientes del ataque terrorista. “En ese momento yo estaba trabajando, en el segundo piso, y la que era mi oficina desapareció, como la mayor parte del edificio. De lo que pasó después no recuerdo casi nada”, cuenta. Periodista, después del atentado se convirtió en escritor, casi como una forma de procesar el dolor.
“Era un día caluroso, del verano que ya se iba. Llegué a trabajar a media mañana al edificio de la calle Arroyo y recuerdo que había algunas personas en la vereda, aguardando a que el Consulado comenzara su horario de atención”, señala. “El día transcurrió como cualquier otro, hasta las tres menos cuarto en el que la embajada voló por el aire. En mi memoria quedaron nada más que retazos, como por ejemplo el tirarme de la ambulancia en movimiento, cuando me llevaba al hospital, alucinando que la manejaban los terroristas. Días más tarde tuve algunas precisiones a través de quienes habían estado allí. Uno de ellos me dijo que iba en un taxi, escuchó la explosión, se bajó y que cuando llegó al lugar me vio, cubierto de tierra y sangre. De las consecuencias físicas pude recuperarme poco a poco.”
“No tuve ninguna contención psicológica de ningún lado, salvo la familiar. Tuve que buscar ayuda psicológica por mi propia cuenta. Recién cuando asumió la presidenta Cristina Kirchner tuvo la iniciativa de enviar un proyecto de Ley de Reparación al Congreso, que se hizo ley el año pasado con el apoyo unánime del todo el arco político.”
“A veinte años, los que ya no están, las sirenas, los gritos están presentes en mi vida cotidiana. Pero no me peleé con la bomba, no la enfrenté. Me pareció que es inútil. Quiero decir que a la bomba y a los fantasmas los sumé a mi mochila.”
“Escribir me permitió salir de la intemperie. Terminar el primer libro, Cuentos bajo los escombros (los borradores fueron recuperados de entre las ruinas de la embajada), contribuyó a mi proceso de transformación de víctima a testigo. Dejé ese espacio sin movimiento que es ser víctima para ser alguien que da testimonio.”
“Siempre me dediqué a observar la realidad, pero en este caso tengo una especie de ceguera cognitiva con la investigación, porque yo estaba adentro de la embajada. Creo que las pistas que se dieron a conocer en su momento, se cayeron. Todavía siento el olor a nitrato de potasio y a impunidad. Pero tengo esperanzas. Como Maimónides, creo en los milagros, pero no los espero.”
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