Desde Nueva York

La 68º Asamblea General de las Naciones Unidas arrancó con un cruce fuerte. Como se preveía, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, planteó en el discurso de apertura un reclamo a Estados Unidos por el espionaje informático. “Jamás una soberanía puede sostenerse en detrimento de otra soberanía. Jamás el derecho a la seguridad de los ciudadanos de un país se podrá garantizar con la violación de la seguridad de otros ciudadanos”, enfatizó Rousseff. Al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, justo le tocaba hablar después y aceptó los hechos que enojaron a “algunos países amigos”. Si bien reiteró que estaban “trabajando en ello” –sin aclarar a qué hacía referencia– de nuevo lo justificó en el marco de la lucha contra el terrorismo, que fue el eje de su mensaje.

Rousseff destacó que las revelaciones realizadas por el ex topo Edward Snowden dejaron al descubierto las personas que fueron “indiscriminadamente” objeto de espionaje, incluyendo representaciones diplomáticas brasileñas –como la de las Naciones Unidas– y “la propia presidencia de la República”. “Estamos ante un caso grave de violación de los derechos humanos y de las libertades civiles, de invasión y captura de informaciones sigilosas relativas a actividades empresarias y, sobre todo, de falta de respeto a la soberanía nacional”, enumeró Rousseff.

Por este enojo, la presidenta de Brasil levantó el encuentro que tenía previsto el 23 de octubre con Obama en la Casa Blanca. La brasileña era la única presidenta que había recibido una invitación para una visita de Estado a Washington en este año. Las explicaciones que le brindó el presidente norteamericano cuando se vieron en el G-20 no le resultaron convincentes, lo mismo que las declaraciones que hicieron los funcionarios de menor jerarquía. Rousseff recibió el lunes en su hotel a la presidenta Cristina Kirchner, quien luego resaltó la “dignidad” que tuvo esa decisión de la brasileña. Ayer, CFK no mencionó el tema en su discurso –pareció un olvido–, pero quien sí lo hizo fue el uruguayo José Mujica. En la Asamblea condenó “la vigilancia electrónica, que son cosas que siembran desconfianza, que nos envenena”.

Rousseff propuso que se establezca un “marco civil multilateral” para el uso de Internet, de manera de garantizar la protección de los datos que circulan por la red. Sostuvo que mediante mecanismos multilaterales se proteja “la libertad de expresión, la privacidad de los individuos y el respeto a los derechos humanos”. “El ciberespacio no puede ser usado como un arma de guerra”, reflexionó.

No fue el único tema en el que la presidenta de Brasil cuestionó a Estados Unidos, también lo hizo con la situación de Siria, en una línea similar a la que luego trazó Cristina Kirchner. “La crisis en Siria conmueve y provoca indignación. Dos años y medio de pérdidas de vidas y destrucción causaron el mayor desastre humanitario de este siglo”, consideró. “No hay salida militar. La única solución es la negociación, el diálogo, el entendimiento”, reclamó. “Es preciso impedir la muerte de inocentes, niños y mujeres. Es preciso callar la voz de las armas –convencionales y químicas– del gobierno y de los rebeldes”, pidió Dilma.