Miércoles, 7 de enero de 2015 | Hoy
EL PAíS › HAY MúLTIPLES ELEMENTOS QUE PRUEBAN LAS ESCUCHAS ILEGALES
El hombre clave de la causa es el espía Ciro James, subalterno de El Fino Palacios. Quedaron huellas de la operación en las computadoras de ambos, en Misiones –donde se armaron causas falsas–, en la SIDE y en distintas dependencias del gobierno porteño.
Por Raúl Kollmann
El hombre clave de la causa de las escuchas telefónicas es el espía Ciro James, claramente un subalterno del policía de confianza de Mauricio Macri, Jorge El Fino Palacios.
Los elementos se multiplican:
- Ciro James estaba contratado como asesor del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad. Sus supuestos compañeros de trabajo en esa cartera declararon que no trabajaba. Es decir que, tácitamente, el gobierno de Macri le pagaba por su otro “trabajo”: espiar.
- Palacios, por entonces jefe de la Metropolitana, argumentó que James era un aspirante a entrar a esa fuerza y que, por lo tanto, su relación con James era ésa: de jefe a aspirante. Pero el fiscal Jorge Di Lello identificó 150 llamados entre el uno y el otro, y en un solo mes 71 comunicaciones, 21 de ellas después de las 21, un horario en el que no llama una persona que aspira a un cargo público. Claramente no se trataba de una relación jefe-aspirante. Por otra parte, la Metropolitana tenía –y tiene– prohibido hacer Inteligencia, de manera que resultaba extraño que un especialista en esa materia ingresara a esa policía.
- Entre los espiados estaba el familiar de las víctimas de la AMIA Jorge Burstein, el empresario Carlos Avila, ejecutivos del supermercado Coto, un par de abogados con causas importantes y hasta maridos con problemas con sus esposas. Por entonces, Carlos Avila negociaba con Julio Grondona lo que ocurrió después: la ruptura del contrato de Fútbol de Primera, que ligaba a la AFA con Torneos y Competencias. Pero lo más impactante es que el espía contratado por el gobierno porteño espiaba al cuñado de Macri, Daniel Leonardo, en pareja con la recientemente fallecida hermana del jefe de Gobierno, Sandra Macri. El motivo del espionaje aparece en forma clara en el expediente: los Macri no querían a Leonardo, pretendían hacerle escuchar a Sandra algunas llamadas personales de su marido.
- O sea que el gobierno porteño le pagaba a un espía que no concurría a su puesto de trabajo y que, en cambio, le hacía espionaje a un familiar del jefe de gobierno porteño. Y, redondeando, el espía era subalterno del jefe policial de máxima confianza de Macri.
Los abogados del jefe de Gobierno argumentan que no fue Mauricio sino Franco, su padre, el que mandó a espiar a Leonardo. La contratación del espionaje se hizo a través de una empresa de seguridad norteamericana, Akerman, que a su vez habría subcontratado a Ciro James. El argumento es endeble: resulta difícil creer que bajo la órbita del Fino Palacios se haya espiado al cuñado de Macri sin que éste estuviera informado. Y, además, se espiaba con plata del gobierno porteño, ya que éste le pagaba el sueldo a James. El juez Casanello libró exhorto para que Akerman conteste si Franco fue el que contrató el espionaje, pero parece obvio que una empresa que tiene negocios con la familia Macri conteste lo que al clan más le conviene. Así y todo, Akerman todavía no contestó, pese a que la pregunta del magistrado salió en agosto. Según aseguran siempre en Tribunales, las empresas y la Justicia de Estados Unidos son más que lentos para contestar preguntas de jueces de otros países.
La operación de espionaje en la que aparecen involucrados el gobierno de la Ciudad, Ciro James, el Fino Palacios y el ex ministro de Educación porteño Mariano Narodowsky batió records en cuanto a dejar pruebas por todos lados. La mecánica resultó asombrosa. Se armaron causas falsas en Misiones involucrando a Burstein, Leonardo, Avila y los demás espiados con un homicidio. Dos jueces de esa provincia, que también resultaron imputados, pidieron a la SIDE que interviniera los teléfonos de los espiados y las grabaciones eran retiradas de la propia central de Inteligencia por Ciro James. Es decir, que espiaba un hombre pagado por el gobierno porteño y usando el aparato del Estado a través de causas truchas. Los rastros quedaron por todas partes: en Misiones, en la SIDE, en el Ministerio de Educación porteño, en las computadoras de James y Palacios y en las cámaras de seguridad del Ministerio de Seguridad de la ciudad de Buenos Aires, al que también concurría el espía. Casanello salvó a Macri, por ahora, del juicio oral. Desvincularlo totalmente de la causa seguro que le pareció demasiado.
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