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Melodrama y contragolpe

 Por Mario Wainfeld

Empecemos con algo entretenido, para variar. El periodista Samuel Gelblung reporteaba por la tele al jefe de Gabinete porteño Horacio Rodríguez Larreta. Menú clavado: la interna con la senadora Gabriela Michetti. “Es la competencia entre la bella y la bestia”, describe Gelblung, asertivo. Rodríguez Larreta se tilda, no atina a una respuesta con humor o a enojarse ni a nada. La cámara se divierte mostrándolo, mientras Chiche Gelblung enfatiza su punto. Un abordaje surrealista para un tema que está de moda.

Pasemos del grotesco eventual al melodrama instalado. “Gabriela” recorre medios y enfatiza un discurso quejoso, muy personalizado. Reprocha al jefe de Gobierno Mauricio Macri pero mucho más a “Horacio”, que obligaría al líder de PRO a tratarla tan mal. Si es un recurso de campaña, se admite: es una competencia, todo lo lícito vale, cada ciudadano juzga.

Si su congoja fuera franca, Michetti estaría descolocada. Una interna política no es una novela por entregas ni el PRO (aunque a parte de sus dirigentes les guste fingirlo) es un club de gente linda. Lo más habitual, en cualquier latitud del planeta, es que el jefe de un partido tenga su favorito, haya o no Primarias Obligatorias (PASO). La ofensa no se sostiene, cuando se juega en grandes ligas.

Las recriminaciones van y vienen. Mayormente van de un lado, ante la distracción de Rodríguez Larreta, el delfín. Soslayemos las conjeturas sobre el resultado final. Pero consignemos que hay casi consenso, de consultores o adversarios políticos: la interna del PRO será rara, como encendida... pero se sostiene su amplio favoritismo para la elección porteña general.

No hay un escenario imaginado de derrota del PRO en su fortín... pero sí hay uno virtual, muy preocupante para el futuro de Macri. Sería un triunfo de Michetti para la Jefatura combinado con una derrota suya para la presidencia. El liderazgo mismo del PRO quedaría en entredicho. Es más que un melodrama, si alguien lo padece.

Todo induce a pensar que se redoblarán las presiones sobre Gabriela, quien tiene buenos apoyos en el gabinete macrista y cierta desenvoltura ante las cámaras.

En tiendas del Frente Renovador, el diputado Felipe Solá depuso su precandidatura a gobernador bonaerense. Dijo que ya había dos rivales instalados, que era demasiado. Solá es batallador, su autoestima es elevada, casi tan alta como el desdén hacia los diputados Francisco de Narváez (en especial) y Darío Giustozzi (más coyuntural). Si se bajó es porque barruntaba una derrota ante cualquiera de ellos. Los dos quedan en carrera, el diputado Sergio Massa va ordenando su espacio, tratando de evitar que se reduzca.

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Dan ganas de bromear sobre el abuso de potencial en la remanida denuncia del diario Clarín. Darían ganas... Claro que es chocante que se informe con tamaña desaprensión y se argumente que el acusado con cargos poco consistentes puede-debe dedicarse a recorrer el mundo para probar su inocencia. Uno estaría a punto de acusar a figuras del Grupo Clarín de delitos espantosos, cometidos en quince lugares distintos. Cubrirse con el potencial y darles la chance de defenderse. Pero uno no lo haría, uno trataría de ser un cachito más serio.

La reacción de Máximo Kirchner fue inteligente. Responder en un programa en el que se lo respetó. En su segunda intervención pública, volvió a hablar bien, en doble sentido por lo menos. Se expresó con propiedad, con un tono calmo y coloquial, distinto de la media del debate político. Esa diferencia lo distingue incluso de compañeros de agrupación o de partido. Es, en parte, su personalidad. Acaso, supone el cronista, saca ventaja de hablar para un público amplio y no sólo “para Cristina”, como hacen tantos dirigentes oficialistas. Claro, puede hacerlo por su rol familiar y político, pero le luce.

Las especulaciones sobre su futuro electoral formaron parte de la réplica del oficialismo, que disfrutó su contragolpe. Hay quien incursiona en el ditirambo, eterna proclividad en Palacio. Otros piensan, “miden” intención de voto, calibran que dos apariciones en contextos amigables no dan la medida de una campaña belicosa. Una candidatura a diputado podría ser la bisectriz entre lo deseado (o soñado) y lo factible. Podría ser, se enfatiza. O se enfatizaría, por ahí. No se sabe bien... o (cerrando como marca el periodismo de avanzada) no se sabría.

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