Martes, 29 de septiembre de 2015 | Hoy
Por Pablo Feldman
No había celulares, ni Google, apenas algunas computadoras con la novedad de internet. En la flamante redacción de Rosario/12 sobresalían apenas dos máquinas de escribir, una Lexicon y una Lettera, un revolucionario fax, una sala para revelado y copiado de fotos, una línea telefónica y un grupo de jóvenes entusiastas que no llegaban en ningún caso a los 30 años.
Eran los 90, pero recién, no lo que serían después, o lo que son ahora, 25 años después. En la redacción –permítaseme la exageración– las discusiones giraban en torno a temas locales o provinciales, y en esa primavera apenas florecida la mejor manera que encontramos de presentar el periódico fue a través de un reportaje al vértice de la pirámide del poder en Santa Fe: el gobernador Víctor Félix Reviglio. El Chajá –así lo llamaban sus compañeros– había sido ministro de Salud de su predecesor, José María Vernet, primer gobernador de la vuelta a la democracia, que había acomodado la interna con Nito Vanrell como vicegobernador.
Reviglio no tenía ni las luces del Tati Vernet ni la desfachatez de Vanrell, pero en “la chiquita” se movía con soltura y seguridad. A través de uno de sus colaboradores, se tramitó la nota con el gobernador, quien habló como si el grabador de cassette que aún da vueltas por la redacción no estuviera delante suyo. No pidió “off de record”, habló con términos que para la época eran impropios si se quiere, confiado en que el editor reemplazaría la palabra chorro por ladrón, boludo por inepto y otros adjetivos que hoy no llamarían la atención.
Contestaba las preguntas y miraba a sus colaboradores buscando aprobación o complicidad. Tuteaba al cronista aunque éste lo trataba de “gobernador”, más allá de haberlo habilitado para el trato de vos. Fumaba casi sin parar y su voz cascada camuflaba de matices de emoción a respuestas previsibles y sabidas. Sin embargo la monotonía se rompió cuando apareció el “caso Vanrell”, su vice prófugo entonces, preso después.
“¿Qué me dice? ¿Que yo lo dejé escapar a Vanrell?”, vociferó. Se sacó el “cassette”. “Aquí se combatió la corrupción”, siguió, alzando la voz y más enojado todavía sentenció: “La corrupción no sólo existe en Santa Fe, está en todo el país”.
Teníamos tapa. La charla que llevaba más de media hora había entrado por fin en el terreno de Página, hasta entonces inexplorado por los dirigentes vernáculos y a la vez novedoso para periodistas inexpertos en la gráfica.
Pero faltaba todavía el título de tapa.
Calificó de “autoritario” al Vasco Usandizaga, cuestionó a sus opositores, enumeró sus logros, pero nada que se aproximara a una autocrítica.
Hasta que en un momento –probablemente dispuesto a cerrar la nota– se encogió de hombros y como “confesión de parte” dijo: “Llamé a leales y capaces...”.
El tono provocó el “relevo de pruebas”. Reviglio estaba reconociendo de algún modo que las cosas fueron como fueron aun cuando actuó convencido de haber convocado a la gestión a funcionarios honestos y trabajadores. La idea estaba, faltaba el título...
Se revisaron las fotos sacadas ahí mismo y ninguna decía nada. Más de una vez la foto “hace” el título, no era éste el caso. Otras, con la foto alcanza. También se puede poner una cita textual encomillada, pero acá no había caso.
Se recurrió al archivo en papel del fotógrafo, centenares de fotos de los tres años de gestión que llevaba Reviglio apiladas en cajas rotuladas en las que venía el papel en blanco y se transformaron en el archivo. Y ahí, entre otras tomas, rascándose la frente, hurgándose la nariz, mirando a la nada, apagando un pucho, subiéndose el pantalón, apareció un fotón del gobernador con un cigarrillo en la mano izquierda, los ojos cerrados como Troilo tocando el fuelle, y el teléfono apoyado en su oreja derecha.
Se revisó la desgrabación. Y sí. Había dicho “llamé” no “convoqué” o “designé”, sino “llamé”. Y ahí estaba el título, entre el “llamé” y los “leales y capaces”, y a la luz de los resultados de su gestión surgió el DIO EQUIVOCADO, que fue el título de tapa de la primera edición de Rosario/12 el viernes 28 de setiembre de 1990.
Cuando terminó el reportaje, Reviglio extendió su mano y despidió al cronista y al fotógrafo. El colaborador que había facilitado la nota estaba algo incómodo. Se acercó a su jefe y le dijo algo al oído. Mientras el fotógrafo desarmaba el trípode, Reviglio se alejó unos pasos, le puso la mano en el hombro a su hombre de prensa y lanzando una bocanada de humo le dijo: “Quedate tranquilo, estos pendejos no van a ningún lado”.
* Director de Rosario/12.
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