EL PAíS

Una libra de carne

 Por Horacio Verbitsky

La trama de “El mercader de Venecia”, escrita por Shakespeare entre 1596 y 1597, refleja los sentimientos antisemitas prevalecientes en Inglaterra más de dos siglos después de la expulsión de los judíos. En esto es muy común, pero se distingue como excepcional por su presentación de las razones de un prestamista judío, perseguido y humillado por el mercader cristiano Antonio. El contrato entre ambos estipula que a falta de pago, el prestamista tendrá derecho a cortar una libra de carne del cuerpo del deudor.

–¿De qué te serviría? –le pregunta otro personaje.

–Para atraer a los peces. Y si no alimenta otra cosa alimentará mi venganza –responde Shylock. Agrega que Antonio lo ha avergonzado y se ha burlado de él, sólo por ser judío. “¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene manos, órganos, cuerpo, sentidos, afectos, pasiones? ¿No lo nutre el mismo alimento, no lo hieren las mismas armas y lo postran las mismas enfermedades, no lo curan los mismos remedios, no lo enfrían y entibian el mismo invierno y verano que a un cristiano? Si nos hieren, ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenan, ¿no nos morimos? Y si nos hacen daño, ¿no nos vengaremos? Si en lo demás somos iguales, también nos pareceremos en esto”, responde. Curioso antisemitismo el de Shakespeare, que por carácter transitivo los buitres intentan endilgar ahora a Cristina.

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