Domingo, 3 de enero de 2016 | Hoy
Por Mario Wainfeld
Alfonso Prat-Gay, ministro de Hacienda y Finanzas, lo dijo. Sin sonreír, en una entrevista en el Canal América. “Cada sindicato sabrá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar salarios a cambio de empleos”, enunció. Quizás sea la mayor amenaza a los trabajadores de un funcionario democrático desde que el ex presidente Carlos Menem avisó que “ramal que para, ramal que cierra”.
Prat-Gay se expresa bien, es bilingüe solo para empezar, sabe a lo que apunta. Traducido a un lenguaje más llano, el gobierno sinceró: “si quieren conservar el trabajo, empiecen a bajarse los pantalones”.
El bajo índice de desempleo sería una herencia gozosa para un proyecto novedoso e inclusivo. Para un modelo económico de derecha es un problema. El “costo laboral” argentino es, a su ver, endémicamente alto y resiente el clima de negocios. El combo devaluación-retenciones licuó la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora y la media. Pero nunca es bastante para un empresariado rencoroso y revanchista, inhábil para prosperar sin que el estado le dé una manito.
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Nunca hubo un gobierno de derecha pura y dura surgido de las urnas, ahora lo tenemos. Tampoco hubo un proyecto económico de esa tendencia que abarcara en su tutela a todos los argentinos.
Prat Gay comienza a desnudar esa “limitación”. No está solo el hombre. Otros ministros y periodistas M van alisando el terreno para promover despidos masivos en el sector público. Bajaría “el gasto público” mientras la embestida sobre el privado aumentaría “la competitividad”.
A diferencia de Menem, el presidente Mauricio Macri no encontró una sociedad abatida, domesticada por la hiperinflación y el fracaso económico del gobierno alfonsinista. Parece que tratará de superar el inconveniente. Un incremento gradual del desempleo es un recurso perverso aunque coherente.
Quererlo es el comienzo, conseguirlo es otro precio. Empeorar las condiciones de vida de millones de personas genera riesgos de sustentabilidad democrática. La gobernabilidad puede ponerse en jaque, la solución represiva ha desgastado y hecho caer gobiernos anteriores. Una ciudadanía activa y proclive a ocupar el espacio público no se puede desalentar “a lo Cresta Roja” por más protocolos que redacte y salvajadas que promueva la ministra de Seguridad Patricia Bullrich
El otro punto es la popularidad y la viabilidad electoral, con una ciudadanía celosa de sus derechos, habituada a mover el voto según sus necesidades.
Las profecías apodícticas sobre el futuro son desaconsejables. En tendencia, cuesta suponer que Macri pueda desbaratar derechos adquiridos, castigar a mayorías (muchos votantes propios apenas ayer) sin que se produzcan reacciones y deslegitimaciones, Habrá que ver, de todos modos.
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La intrusión de dos abogados en la Corte Suprema o la intervención a la Agencia Federal de Comunicación Audiovisual son movidas reaccionarias e ilegales. Suscitaron condenas y marchas, forman parte del amplio repertorio de las polémicas en medios, quinchos y mesas de café. Pero no congregan a sujetos sociales organizados con capacidad de calle ni desmantelan la cotidianeidad de los ciudadanos.
En doce años muchos argentinos se habituaron (con todo derecho y razón) a no temer despidos y poder mejorar su nivel de vida o de consumo. Privarlos es, al unísono, un objetivo (¿irrenunciable?) de la política económica del macrismo. El conflicto es, hoy día, latente y riesgoso.
Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central, tiene a su cargo las “metas de inflación”. Está procesado por “negociaciones incompatibles con la función pública” cuando participó en el Megacanje. Esa medida fue ruinosa para los argentinos, les causó dolor, miseria y zozobras. La eventual corrupción, que debe juzgarse, sería un añadido: lo peor ya se consumó.
Prat-Gay ahora manda a la pista “las metas de desempleo” que no pueden sincerarse así como así. El alarde de Prat-Gay llega lejos, sus acciones irán por más. ¿Cierra el proyecto económico de Cambiemos con un nivel de empleo que no domestica a los laburantes y los gremios? Es una pregunta inquietante que “Alfonso” empezó a responder con pocos tapujos. ¿Cierra la viabilidad democrática del macrismo? La respuesta la darán muchos sectores y argentinos y no llegará en los primeros días del verano.
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