EL PAíS › LOS EXPERTOS DEL EJERCITO COPIARON A OTROS
Un peritaje más que llamativo
Por Raúl Kollmann
“Los que hemos sido designados para hacer este peritaje nunca realizamos ningún peritaje con anterioridad, no nos hemos desempeñado como peritos en ocasión alguna, no contamos con material imprescindible para hacer el trabajo, las filmaciones posteriores al atentado las aportaron cuando ya habíamos finalizado el presente trabajo y al haber transcurrido siete años (en mayúscula en el original) desde que se produjo el atentado, por lo tanto, no existe vestigio alguno en el que podamos basar un estudio serio y responsable.”
Este texto no está extraído de un peritaje de un accidente menor, sino que es el principio del trabajo que tres peritos del Ejército realizaron, a pedido del Tribunal Oral que investiga el mayor atentado de la historia argentina: el ataque contra la AMIA. Dada la absoluta inexperiencia que reconocen y ya que no tuvieron los elementos mínimos para trabajar seriamente, los hombres del Ejército se limitaron a opinar sobre los otros estudios que están desde antes en el expediente. El resultado fue que esos peritajes anteriores les parecieron buenos y que por lo tanto adhieren a sus conclusiones: que el atentado fue perpetrado por un coche-bomba y que la explosión se produjo sobre la vereda, frente a la puerta de la AMIA. Analizan, siempre a partir de lo que ya está en la causa, que la bomba no pudo estar en el volquete colocado frente a la mutual judía ni dentro del edificio de Pasteur 633.
A siete años del ataque, toda la evidencia apunta a que efectivamente se usó la famosa Trafic como coche-bomba. Lo afirmaron la Policía Federal, el comandante retirado de Gendarmería, Osvaldo Laborda, un informe producido por los israelíes, el agente especial Charles Hunter del Departamento de Estado norteamericano y al menos tres estudios más. Parece obvio que no se pudieron complotar todos para fraguar las conclusiones.
Pero lo asombroso es que se sigan encargando estudios, sin la solidez que el caso requiere. Tal vez lo mejor del escrito presentado la semana pasada es la honestidad de los hombres del Ejército que reconocen que no son especialistas y que no tuvieron los elementos para trabajar seriamente. El mayor peligro hubiera sido el contrario: que pasaran por alto todo eso y después concluyeran que la explosión fue producto de un misil, un ataque interno o lo que fuera. Eso hubiera producido una polémica interminable y ponía en riesgo –otra vez– todo el juicio oral.