Miércoles, 27 de enero de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Claude Mary *
Entre las varias medidas autoritarias adoptadas por el nuevo gobierno argentino, merece una particular atención la que dispuso Jorge Lemus, el nuevo ministro de Salud Pública.
En momentos en que estaba en curso de aprobación un proyecto de ley designando al Hospital “en red” de Salud Mental (ex Cenareso) con el nombre de “Licenciada Laura Bonaparte”, el apenas designado ministro decidió impedirlo y frustrar el homenaje a la psicóloga y Madre de Plaza de Mayo, que viera diezmada su familia durante la última dictadura.
“Habíamos elegido su nombre porque Laura trabajaba a partir de una concepción social de la salud, porque era psicóloga y también militante a favor de los derechos humanos”, dijo Edith Benedetti, directora del organismo.
Ese reconocimiento a Laura Bonaparte, y sobre todo a su trabajo en materia de salud pública, había sido aprobado hace varios meses por la Cámara de Diputados, y próximamente debía ser considerado por el Senado. Si la decisión del ministro Lemus se mantiene sería una nueva y flagrante deslegitimación del Parlamento de parte del gobierno instalado el 10 de diciembre pasado.
Acompañando las iniciativas de varios organismos de defensa de los derechos humanos, personalidades políticas como el senador nacional del Frente para la Victoria (FpV) Juan Manuel Abal Medina se pronunciaron para que esa medida sea nuevamente discutida.
Cabe aquí recordar la trayectoria de esa mujer excepcional que fue Laura Bonaparte, psicóloga social en la década de 1970, a la vanguardia de las políticas sanitarias en los barrios marginales, particularmente en el Hospital Policlínico de Lanús.
Cuando Argentina soportaba la peor dictadura de su historia, que había “desaparecido” a varios de sus hijos, Laura, exiliada en México, se esforzaba en ayudar a los refugiados de América Central, sin derechos ni techo, ni papeles: los sin voz de América latina.
Sobreponiéndose a un dolor “imposible de nombrar” como ella misma lo había calificado, Laura encontró fuerza para ayudar a refugiados traumatizados por los bombardeos, las exacciones y los desplazamientos forzados, y hasta para curar niños nacidos en plena guerra en América Central.
Una pregunta se impone. ¿En la Argentina actual, el Ministerio de Salud no tiene otras prioridades que impedir un homenaje a una dama ejemplar, interrumpiendo un proceso parlamentario y democrático?
La respuesta quizá la tenga Hugo Ginzberg, médico argentino y nieto de Laura Bonaparte:
“Lo bien que hacen, mi abuela fue luchadora, feminista, transgresora, rebelde, solidaria, dura, tenaz, madre de la Plaza, alegre, compañera. Qué pequeños se verían a sí mismos al lado de semejante ejemplo estos miserables. Hay tres cosas que vienen tratando de borrar hace mucho tiempo y nunca pudieron, ni con palos ni amenazas ni decretos ni leyes truchas ni indultos. Tres cosas: Memoria, Verdad, Justicia”.
* Autora de Laura Bonaparte, una madre de Plaza de Mayo contra el olvido - Corresponsal del diario francés Sud-Ouest, en Buenos Aires.
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