Jueves, 7 de julio de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Víctor Heredia *
No vamos a bailar ni a festejar con papel picado y serpentinas, como suelen hacer quienes sienten que sus victorias políticas por sobre los derechos populares valen tal desparpajo. Es ésta una victoria insólita, sesgada por el asombro que despierta en este pueblo asistir a semejante intento de degradación, a la ignominiosa miseria de minimizar el dolor de quienes sufrimos pérdidas familiares a manos de la dictadura, a la inservible tarea de degradar a quienes reverenciamos a los que contribuyeron con su sangre a construir esta democracia.
No vamos a soltar palomas, aunque quizá corresponda, ni a hacer leña del árbol caído, ni a reírnos, ni a solazarnos de su evidente desgracia. No es nuestro estilo. Sencillamente porque jamás se nos hubiera ocurrido que desde un gobierno democrático, justamente desde el seno de su Ministerio de Cultura, alguien podía intentar mancillar la memoria de un pueblo entero. Sí, porque, a pesar de nuestras diferencias, aquél esfuerzo los incluye. Porque los desaparecidos son sin duda la columna vertebral de un espacio que nos abraza a todos, los de uno y otro lado, los de distinta mirada, los de opuestos pensamientos, si lo aceptaran. Porque aunque les moleste a algunos, semejante acuerdo colectivo sobre una verdad histórica como nuestra tragedia es inapelable.
Renuncia un ministro de Cultura que no supo comprender la hondura de semejante herida, el enorme valor simbólico de treinta mil almas alumbrando el devenir, el futuro, la esperanza, incluso el de quienes todavía dudan de todo ello.
* Cantautor.
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