EL PAíS › RELATOS DE LOS VECINOS DE SAN ANDRES DE GILES

Con autos nuevos y DirecTV

Entraban y salían autos nuevos a toda hora. Era el único motivo para sospechar, pero tampoco acusatorio: en San Andrés de Giles es común la venta de humildes construcciones en terrenos de pocas hectáreas y la visita de interesados. El predio de la ruta 7 en el kilómetro 96,5 tiene altos pinos en el frente, una vía rápida de comunicación, vecinos alejados y abundante vegetación que permite privacidad. Perfecto para casa de fin de semana o escondite. Ayer a las siete el lugar estuvo saturado de policías que rodearon la vivienda y, tiroteo mediante, liberaron a Ernesto Rodríguez.
Desde hace veinte años vive en el lugar el Chelo Fabra, de 60 años, divorciado hace pocos meses y de profesión cortador de leña para los vecinos pudientes. Siempre andaba a pie o en bicicleta, pero desde hace dos meses lo veían conduciendo un Renault 12 blanco. Poco tiempo antes, había vuelto al lugar su hijo –de unos 30 años–, que aseguraba trabajar en Morón. “Andaban dulces, los vi en el pueblo con plata, pero uno no piensa mal”, contó Juan de la Cruz, un vecino que aclaró: “No creo que Chelo haya andado en algo. El habrá alquilado la casa, nada más”.
A la casa de Claudia, que vive a la izquierda del aguantadero, entraron a las 7.20 “como 20 tipos”: patearon la puerta, la sacaron de la cama y le dijeron que se quedara en el comedor de su casa. “Cinco minutos después empezaron los tiros. Yo me quería tirar al piso, pero me decían que no me haga problemas, que para donde yo estaba no iban a llegar las balas.”
Los vecinos del lado derecho no tuvieron visitas. Cuando comenzó el tiroteo, el dueño de casa –Juan Carlos Aziaro, de 33 años y dueño de una verdulería en el pueblo– salió con una itaka. La policía lo detuvo y lo llevó, como cómplice. También fue detenida su novia, de 23 años, que limpia por hora en un chalet, cerca de la ruta, y su empleado, Raymundo Sosa, que del miedo ni siquiera se había levantado de la cama.
Ayer a la tarde, la esposa de Sosa, Indalina Zapata –una adolescente de 16 años con dos hijos– estaba desconsolada y temerosa. “El patrón escuchó los tiros y salió con su Itaka, como siempre salía cada vez que escuchaba algo. Ahí nomás lo esposaron y también a su novia. Luego golpearon la puerta de nuestra casa, que está más atrás, y se llevaron a mi esposo sin dar ninguna explicación”, explicó casi llorando. También contó que desde hace dos meses en la casita del Chelo “tienen la antenita de DirecTV” y concluyó que todos los cambios se dieron a partir de la vuelta al pueblo del hijo de Chelo Fabra.
La chacra está a seis kilómetros del centro urbano. Entre los árboles y el pasto alto poco se ve desde la ruta 7; sólo al acercarse a la vieja tranquera si visualizan dos construcciones. Una humilde casa pintada de blanco y, a quince metros otra, más antigua y descuidada, de ladrillos viejos y techo de chapas. En ese lugar estaba el padre de Jorge “Corcho” Rodríguez.
Informe: Darío Aranda.

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