EL PAíS › LA REACCION DE UN PRESO
Desde el penal
Por R. K.
“Que los presos tengan la posibilidad de trabajar es muy positivo. Acá en Devoto, de los 2700 presos sólo trabajan unos 800, en los talleres de carpintería, panadería, chapa y pintura de automotor, la huerta, la administración o limpieza. A cambio de ese trabajo, cobran 200 pesos por mes. Y te digo que ves colas de las esposas que necesitan ese dinero para mantener a sus familias.” Quien cuenta la realidad que se vive en Devoto es un hombre que está preso desde hace diez años con condenas por robo, armado de autos con partes robadas y otros delitos de envergadura. El preso está muy cerca de recibirse de abogado en el centro universitario del penal.
“Si un preso de los que ahora no trabajan quiere trabajar, no puede, porque ya están todos los puestos ocupados dentro de la cárcel. Al mismo tiempo, en los pabellones más pesados, el uno, el dos o el tres, al que pide trabajar lo matan o le pegan una paliza infernal. Los capos de esos pabellones de homicidas, secuestradores o ladrones de bancos son protegidos del Servicio Penitenciario porque los capangas les mantienen el orden a cambio de dejarlos hacer negocios dentro de la cárcel. Esos capos no permiten que nadie en esos pabellones vaya a trabajar, pero insisto, igual los puestos de trabajo están ocupados y casi no hay posibilidad de acceder al trabajo.”
“El Estado debería promover el trabajo y el estudio en la cárcel, pero a cambio de una reducción de uno o dos años en la pena. Es una forma de incentivar a los internos a prepararse para cuando salgan. Yo me estoy por recibir de abogado, aunque lo que hace falta son más carreras terciarias, que los compañeros puedan recibirse de electricistas, plomeros o lo que sea, algo que les permita tener salida laboral”, insiste el interno de Devoto.
“Ojo que las cosas no son sencillas. En la cárcel de Caseros había talleres de costura y al primer motín destrozaron las máquinas. La ley permite que una empresa privada ponga una fábrica o un taller dentro de una cárcel, pero ese es el riesgo que corre. Los pesados quieren controlar todo dentro de la prisión y no les gusta nada que el preso trabaje. Por lo tanto, a la primera oportunidad destrozan todo.”
“Acá en Devoto en los últimos años vemos algo terrorífico: las esposas de muchos presos, en la visita, no vienen a traer comida sino a buscarla. Hay internos que comen media ración o no comen para guardar una parte a su familia. Esa situación de miseria impulsa mucho la reincidencia. Y encima, el Instituto del Liberado, que debería controlar y darle una mano a los que salen en libertad, no existe.”
“La televisión y la radio siempre estuvieron permitidas. Eso es así desde hace 40 años o más. No es cierto que los presos tengan celulares y si los tienen algunos capangas es en complicidad con el Servicio Penitenciario. Lo habitual es que se llame desde el teléfono público, que es un derecho que existe por ley, ya que el preso debe poder tener comunicación con su familia. Se llama con tarjeta o por cobro revertido a través de un 0-800.”
“Como soy casi abogado, le digo que el trabajo de los presos puede ser un derecho, pero no una obligación, porque la Argentina firmó pactos internacionales que dicen eso. Igual en Devoto la división es muy marcada: en los pabellones de estafadores o delitos menos violentos –pabellones cinco, seis, 49 bis, 50–, la gente quiere trabajar o estudiar. En los pabellones pesados, está mal visto, y no trabaja nadie. Pero hoy por hoy, diría que el problema es que no hay trabajo para todos los que quieren trabajar, tampoco se incentiva el trabajo con la tentación de reducir algo las condenas y no se rompe con el dominio de los caciques en los pabellones más pesados.”