EL PAíS
Resulta que nadie quería a Juárez
La primera encuesta realizada en Santiago indica un gran rechazo a los ex gobernadores. La intervención, muy bien recibida.
Por Raúl Kollmann
Ocho de cada diez santiagueños no votarían a un candidato relacionado con el otrora caudillo Carlos Juárez. Es más, la gente ve con muy malos ojos tanto la gestión de Juárez como la de su esposa Nina, pese a que en la última elección los votaron de forma abrumadora. “Nadie se animaba. Ya los veían mal en aquella época, pero la impresión de la gran mayoría, especialmente los sectores humildes, era que si se iban los Juárez, venía la catástrofe. Entre ellas, que toda persona pobre perdería el magro ingreso que le hacía llegar, a través del clientelismo, la estructura juarista. Ahora, ven débil a Juárez, se animan a opinar mal de él, pero el fantasma sigue estando”, explica la encuestadora Analía del Franco. Por de pronto, el 60 por ciento cree que la intervención debería quedarse un año o aún más –el interventor, Pablo Lanusse, tiene un alto nivel de aprobación–, se manifiesta de acuerdo con una reforma constitucional y apoyarían, por ejemplo, una norma que impidiera la reelección indefinida del gobernador, algo que estaba establecido en la época de los Juárez.
Las conclusiones sobre el estado de la opinión pública santiagueña surgen del primer estudio en profundidad que se ha hecho en la provincia. El trabajo estuvo a cargo de la consultora Analogías, que conduce Del Franco, y en total se entrevistaron, en sus domicilios, a 800 personas de todas las zonas de Santiago, respetándose las proporciones por edad, sexo, nivel económico-social y distribución territorial. El estudio se terminó de procesar esta misma semana.
–¿Por qué la gente que antes votó a Juárez en forma masiva ahora tiene un marcado rechazo por él y su régimen? –preguntó Página/12 a Del Franco.
–Lo primero que hay que decir es que cambió la expectativa del ciudadano medio. La voluntad de cambio ya existía, pero el santiagueño sentía que si hacía algo contra los Juárez las consecuencias podían ser serias: podía quedarse fuera del mundo, no le llegarían más esos pocos pesos imprescindibles que le hacía llegar la estructura juarista. En ese marco, aguantaban, por ejemplo, la inexistencia de agua corriente, viviendas más que precarias, un sistema de salud inexistente y un sistema educativo deplorable. Ahora, con el juarismo debilitado, tienen la sensación de que las cosas pueden cambiar. Y también es preponderante el hecho de que a Néstor Kirchner lo ven bien y como garante de la intervención.
Para Del Franco una de las claves está en cómo evoluciona la gestión del interventor Pablo Lanusse. “Lo ven como una persona honesta, transparente, aunque les cuesta acostumbrarse a alguien tan distinto al nivel cultural o incluso de prolijidad en la forma de vestir de Juárez. Pero lo concreto es que le tienen confianza, confían también en Kirchner, y si Lanusse propone una reforma constitucional, el ciudadano medio lo acepta, porque cree que está bien, que se va a hacer bien. Insisto en que el fantasma de los Juárez está siempre omnipresente, porque hace muy poco tiempo ocupaba toda la escena y la gente pensaba que nada se podía hacer sin los Juárez. Por ello, creo que el gran desafío de la intervención es que no se quede en las cosas que habitualmente hacen las intervenciones, o sea transparentar, mejorar la Justicia, reestablecer los derechos humanos, limpiar la provincia, si no, que habrá que mostrar elementos de buena gestión: inversiones, mejorar la educación, la salud, bajar el desempleo.”
Uno de los grandes interrogantes es qué ocurrirá cuando la intervención se termine. “Por supuesto que la expectativa es que surja una dirigencia nueva –explica Del Franco–. Hoy, la oferta todavía no se sabe cuál es, nadie tiene los nombres de quiénes serán candidatos. Indudablemente, el radicalismo existió siempre como oposición y tiene algún candidato más sólido. Pero por el lado del peronismo habrá otros u otro y habrá que dar tiempo a que se instalen en el conocimiento de la gente. Por ahora, para el habitante medio de Santiago, la mayoría de los políticos son más de lo mismo. Por eso insisten en que la intervención siga. Porque si hay algo que los santiagueños no quieren es que haya una especie de vacío. En ese vacío eventual, siempre sobrevuela lo que ellos consideran hoy por hoy un peligro: los Juárez.”