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Pero en la Argentina siempre hubo hambre. La foto del cuerpito esquelético de Dalía Rocío, en la edición de ayer de este diario resultó la punta del ovillo para advertir que: siempre hubo signos evidentes de hambre en sectores importantes de la población; nunca hubo estudios serios al respecto por parte de los sucesivos gobiernos; pero jamás, como ahora, la situación fue tan “dramática”, en términos de la doctora María Luisa Ageitos, ex presidenta de la Sociedad de Pediatría y consultora de Unicef.
“La Argentina nunca efectuó una encuesta nacional de nutrición, lo cual nos daría una línea de base para encarar el problema”, señaló la especialista, y observó que “otros países latinoamericanos la efectúan periódicamente, por ejemplo cada diez años”. De todos modos, “siempre hubo datos significativos: cuando existía el servicio militar obligatorio, los datos comparativos sobre la altura de los conscriptos señalaban diferencias notorias entre las regiones más pobres del país, como Jujuy, y las menos desfavorecidas, como Ciudad de Buenos Aires; esas fallas de crecimiento, detectadas cuando ya no es posible repararlas, responden a déficit crónicos en la alimentación.”
“Además –agregó la doctora Ageitos–, algunas jurisdicciones hacen censos de talla de los chicos al ingresar a la escuela, que siguen señalando las mismas inequidades.”
“En cuanto al bajo peso al nacer, se ubica entre el 6 y el 7 por ciento de los recién nacidos –precisó la experta–: puede deberse a prematurez o a desnutrición fetal por enfermedades crónicas de la madre, alcoholismo o tabaquismo. Hay que señalar que el bajo peso al nacer no es consecuencia directa de la desnutrición aguda de la madre. Sí puede obedecer a la desnutrición materna crónica: son esas chicas que a los 18 años no miden más de 1,40 porque han sufrido desnutrición crónica en su infancia. De estos casos no tenemos tantos todavía, pero es posible que haya muchos de aquí a diez años: entonces sufriremos el terremoto anunciado por los temblores que, hoy, ya estamos sintiendo.”