Martes, 19 de diciembre de 2006 | Hoy
La Comisión de la Memoria bonaerense presentó un documental sobre el juicio al represor. Fue una excusa para recordar a López, con su hijo Ruben y representantes de organismos.
Por Alejandra Dandan
“Hace tres meses hoy que Julio López está desaparecido. Hace tres meses que la condena que se escuchó en esta sala nos devolvía la esperanza de la justicia en Argentina.” Así, entre esas dos fronteras, se iniciaba ayer en La Plata uno de los homenajes a la persona que desapareció el último día del emblemático juicio oral contra el jefe de la Dirección de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires de la dictadura, el represor Miguel Angel Etchecolatz. Así entre esas dos fronteras se hizo el acto, en la misma sala donde se escuchó la condena, con aquellos que aquel día lloraron y aplaudieron un acto de justicia y horas más tarde empezaban a buscar a López. Muchos estuvieron ahí. Su hijo Ruben, la hija de un ex detenido que compartió su cautiverio, las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, representantes de organismos de derechos humanos y los jueces del Tribunal Oral. El motivo era López, la excusa, la presentación de un documental sobre el juicio que anoche transmitió Canal 7.
El homenaje se hizo en un espacio conocido. El engalanado Salón Dorado de la Municipalidad de la ciudad de La Plata donde hace sólo tres meses se escuchó la condena por genocidio a Etchecolatz.
El documental preparado por la Comisión de la Memoria de la Provincia de Buenos Aires se presentó en ese marco, ante unas doscientas personas que lo convirtieron en la posibilidad de abrir un espacio de reflexión.
Ana Cacopardo fue una de las realizadoras y directora del proyecto. “La desaparición de Julio López –dijo– marcó una bisagra, un antes y un después; y sabemos que cada uno de los que está aquí está porque quiere decirle a la familia de López que no están solos; porque todos esperamos que aparezca con vida y porque no queremos un país con impunidad, una sociedad donde vuelva a reinar el terror y el miedo, porque queremos una sociedad con verdad y con justicia.”
Ese preámbulo condensó buena parte de lo importante: los juicios, las condenas y, especialmente, el movimiento que empieza a generar la búsqueda de la verdad a medida que va avanzando. Un movimiento con efectos, en muchos casos inesperados. Como la desaparición de López, las amenazas a los testigos pero también el acercamiento de otros. Entre ellos, los hijos de Julio López. Ruben López estuvo allí como una muestra de lo que está pasando, como el resultado de un proceso que empezó con la incredulidad y ahora está cambiando.
“Mi papá es un tipo sencillo, muy futbolero, un tipo que se dedicaba a su casa y a las flores. Una persona que sin decirlo nos dio la cultura del trabajo y de ganarse el pan de cada día.” Ruben habló de su padre en el documental. Y ayer volvió a hacerlo sin palabras, sentado en el salón, silencioso, detrás de las Madres de Plaza de Mayo. Como en un fuera de escena del documental. “Mi papá sin decirlo –se lo escuchaba hablando en la pantalla– hizo un pacto de silencio, nos protegió: él no nos contaba y nosotros no le preguntábamos a él.”
Como su voz, a lo largo de una hora la pantalla fue dándoles espacio a las voces de otros que también formaron parte del fuera de campo, sentados en el salón. Fue el caso de Nilda Eloy, ex detenida, sobreviviente de los campos y una de las víctimas de Etchecolatz. Y Mariana de Marco, la hija de Patricia Dell’Orto, la persona que compartió el centro de detención con Julio López a quien le hizo prometer que buscaría a su hija para “darle un beso de parte mía”. El episodio se convirtió en una de sus obsesiones. López lo recordó en el juicio. Y esa imagen quedó en el documental: “Cada vez que hablo de eso –le dijo al tribunal–, enloquezco”.
Mariana de Marco recibió el mensaje de su madre a través de Julio López. También ella estuvo en el homenaje. Escribió una carta a López. Y habló en el documental. Su testimonio fue una de las piezas claves con las que los realizadores hallaron una veta para meterse en una historia desde donde dar cuenta de la función reparadora de la Justicia. “Le debemos mucho –dijo Mariana–: me dan ganas de salir corriendo a buscar hasta abajo de las piedras a Julio.”
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