EL PAíS
Otras voces
Luis Alberto Quevedo, sociólogo: “En primer lugar me parece que la metodología de los escraches, que fueron iniciados por la agrupación HIJOS hace unos años, ya forma parte de nuestra cultura política. Tiene la legitimidad de que es la sociedad la que se expresa en ella, no hay que pensarlos –como sugiere Carlos Menem– sólo como maniobras organizadas con fines electorales. Es cierto que Menem es un candidato que polariza mucho, pero en realidad, la polarización en política ha existido muchas veces no sólo a nivel nacional, sino también provincial e internacional. No es un dato novedoso, en muchos países las elecciones se definen entre candidatos que tienen muy mala imagen en un sector importante de la población (se puede citar el ejemplo de Banzer en Bolivia, de Chávez en Venezuela, de Fujimori en Perú). Las últimas elecciones francesas, por ejemplo, dejaron en el ballottage a Le Pen, que tiene un nivel de rechazo alto. Pero en el caso de Menem, el rechazo que provoca tiene que ver con la identificación que provoca con las políticas que llevaron al país a la crisis actual, más que a los casos de corrupción. Hoy se revelan escándalos, pero el rechazo de la población está más relacionado con las políticas liberales que llevó a cabo. La corrupción no es necesariamente una variable clave a la hora de decidir el voto, y podemos corroborar esto con encuestas y viendo la nómina de presidentes que han llegado al poder en América latina”.
Artemio López, consultor: “Menem no sólo tiene alto nivel de rechazo sino que bajo nivel de adhesión. No ha podido superar el techo de 7 u 8 por ciento, que es lógico teniendo en cuenta que es precandidato justicialista. Su nivel de intención de voto está estancado, un fenómeno que también padece Lilita Carrió. Marx escribió en El Capital que “en el terreno llano los montones de piedras parecen cerros, medid la chatura de la burguesía actual por el calibre de sus grandes ingenios”. Si aplicamos esta frase a la actualidad, podemos deducir que Menem es un montón de piedras. Más allá de los escraches, lo que más lo ha perjudicado es la desautorización de todos sus argumentos por parte de las autoridades norteamericanas, que le han quitado el lugar que le daba poder. Y es que durante los últimos meses lo han contrariado tanto en su propuesta de dolarizar la economía, como en la imagen de que con él en el poder volverían las inversiones extranjeras. Estos hechos lo perjudicaron mucho más que las cuentas de Suiza. Frente a los demás candidatos que venden filosofía hindú, se descubrió que él también vende bonsais”.
Luis Majul, periodista: “Si hay internas abiertas, si hay un mecanismo electoral que permita demostrar la opinión de la población, Menem no va a llegar a ser candidato por el justicialismo. Hasta ahora, el Presidente de la Nación ha sido el hombre capaz de manejar la maquinaria electoral del PJ. Menem fue presidente en el `89 porque, entre otras cosas, tuvo a Julio Mera Figueroa. Pienso que este tipo de escraches y de demostraciones de repudio le hacen daño, debe ser muy difícil hacer política cuando en un acto el candidato tiene 300 policías, muy poca gente, y miedo de que en algún momento alguien salga de la multitud para repudiarlo. Los escraches son parte de una nueva forma de protesta popular, aunque también creo que un escrache no da vuelta una elección, y que hay algunos que son caprichosos”.
Enrique Zuleta, consultor: “Lo que no cabe duda es que el Menem actual es diferente al de 1989, es una figura más hostil, preocupada, casi amargada. Ya no tiene la frescura ni el dinamismo de antes, refleja la imagen de un anciano, que suele responder agresivamente. La idea del jolgorio, de la alegría, el sentido lúdico ha desaparecido y se ha trasladado a Rodríguez Saá. Cuando Menem llegó a su primer mandato no existía esa media sociedad con odio que lo repudia, era un sujeto que no tenía una historia de 10 años de gestión donde mucha gente tomó postura. Actualmente no hay personas indiferentes a Menem. El sintetiza el fracaso colectivo, el empezar de nuevo, difícilmente pueda levantar la meseta en la que se encuentra. Los escraches a Menem son distintos a los de otros políticos,ya que los realizan sectores que tienen algún nivel de politización. A Menem no lo agrede Doña Rosa, que no quiere pero tiene cierto fatalismo respecto de su figura. Estos escraches no lo perjudican tanto, salvo que logren hacerle perder el control”.
Joaquín Morales Solá, periodista: “Los escraches son un elemento que contribuye al desgaste del ex presidente pero no creo que sean la peor novedad que ha recibido en el último tiempo, teniendo en cuenta las recientes investigaciones sobre el origen de su cuenta bancaria en Suiza. Cuando la población y el mundo piden un cambio importante en el país, el hecho de que la política sólo pueda contestar con el regreso de Menem es ciertamente decepcionante. Menem estuvo 10 años en el poder y los escraches que sufre son normales en una situación de crisis que vivimos. La desubicación es del propio Menem al intentar un regreso. Un sector de la sociedad ante la desesperación lo apoya, pero creo que otra porción más numerosa lo identifica con la política de los últimos 10 años. Pienso que hay ciertas cosas que antes la población le perdonaba pero que después de diciembre ya no tolera”.