Miércoles, 6 de febrero de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
La reconciliación pública entre Néstor Kirchner y Roberto Lavagna le viene muy bien al ex ministro de Economía, cuya perspectiva para 2008 era bastante pálida. Sin partido, ni diputados, ni senadores, ni intendentes, quedaba lejos del podio en el ranking de los protagonistas. El arreglo le franquea una tribuna desde la cual hablar y, aún, diferenciarse. La “razonable diversidad interna” a la que (según sus operadores) aspira Kirchner para el PJ le dará cabida, incluso, para proponer una mirada económica a mediano o largo plazo y para señalar deficiencias del Gobierno.
Para los golpeados radicales que fueron sus aliados la mala nueva vendrá con yapa: los correligionarios K se aprestan a disputarles lo que queda del partido. La UCR sigue siendo en estructura la segunda fuerza del país. Se despliega en todo el territorio nacional, pero tiene votos sólo en algunos distritos, dominados mayormente por los correligionarios K. La entente PJ-Frente para la Victoria (FPV) es la única fuerza con implantación territorial y votos en toda la Argentina. El PRO, el ARI y el socialismo tienen vigencia en las urnas de un número contado de territorios. La acción de Kirchner consolida un proceso que contraviene ciertos lugares comunes: su partido es el más consistente del sistema político. O (casi, casi) el único que se parece a lo que debería ser un partido político competitivo para disputar la presidencia.
Daniel Scioli, que se anotició de la novedad por la información periodística, sufrió un sosegate que le estipuló un límite bajo para sus ambiciones. Su autopostulación como autoridad del partido fue mal digerida en la mesa chica K, muy refractaria a ese tipo de jugadas.
La regularización del PJ, por el contrario, habrá revitalizado a dirigentes peronistas derrotados en las últimas elecciones por escaso margen. La interna por la conducción nacional pinta ser un trámite, pero en ciertas provincias e intendencias (aquellas donde en 2007 se enfrentaron dos sectores del FPV-PJ) será bien diferente. Sin agotar la nómina, son los casos de la provincia de Salta y los municipios de La Plata, Lanús, Almirante Brown, Lomas de Zamora y Quilmes. Los vencidos de otrora podrán ir por la revancha. Sabedores de que esas batallas no siempre se disputan entre clubmen, los líderes del PJ bonaerense (empezando por su virtual presidente electo, Alberto Balestrini) patearán para más adelante la interna local todo lo que se pueda, acaso hasta marzo del año que viene.
Los cambios mencionados o algún otro (una hipotética vuelta triunfal de Elisa Carrió al reducto radical) derivan de la iniciativa política de Kirchner, de su capacidad para inventar escenarios. El ex presidente reproduce, desde la sociedad civil y con todas las diferencias del caso, su raid del tramo inicial de su gobierno. Como en aquel momento, construye un poder que no parecía disponible, impone la agenda, ubica a los demás dirigentes a su zaga o enfrente. Enorme novedad en la política local de los últimos treinta años cuando menos: esa máquina de generar poder no acciona desde el gobierno aunque, obviamente, lo robustece.
Pero no todo es sumar, porque la política es dialéctica: el frenesí avasallante de Kirchner genera una antítesis. Es la figura con mayor presencia y potencia en la escena política y mediática de estos meses. El muy activo Mauricio Macri es la segunda. Daniel Scioli y Cristina Fernández de Kirchner bregan por el tercer puesto. Relegada pero jamás inerte, Carrió se las ingenia para mantenerse en el candelero a pura palabra, pese a estar extrañada de la función de gobierno.
El Gobierno mismo en su conjunto luce apagado, a niveles llamativos comparados con la trayectoria oficialista desde 2003. Valgan dos ejemplos como muestra. Contra lo que fue la liturgia y la gimnasia K no hubo un solo funcionario nacional de rango presente junto a los inundados en Salta. Y el joven ministro Martín Lousteau, desde su asunción, ha accedido a menos tapas de diario que las que logró (a la vera de Kirchner) el resurrecto Lavagna.
Con el correr del tiempo se podrá ir calibrando si eso es bueno o malo. Lo seguro es que es raro, sin precedentes comparables. Un horizonte tan novedoso obliga a abstenerse de realizar profecías sobre la funcionalidad del sistema. De momento, junto a la fortísima presencia de Kirchner, asombra que ese astro rey eclipse a una estrella que es su principal aliada.
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