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Uno de los tantos temas que Néstor Kirchner introdujo en la agenda pública de manera inesperada y abrupta fue la evocación a los ’70, la década en la que comenzó a militar y que marcó su estilo y su forma de entender la política: ¿cómo seguir pensando aquellos años?, se pregunta el último número de Confines, la revista de pensamiento cultural y político que –a través de artículos, editoriales y debates de época– intenta enfocar desde un ángulo nuevo las grandes discusiones de la época.
Como punto de partida Confines incluye “Setentismo y memoria”, un artículo de Alejandro Kaufman que indaga sobre las marcas de época, la cuestión de la responsabilidad y la relación entre la institucionalización de los discursos sobre la memoria y el avance de las causas judiciales por violaciones a los derechos humanos. En uno de los pasajes de su análisis, Kaufman sostiene que el ascenso de Kir- chner implicó la reintroducción de pronto, sin aviso, de un lenguaje olvidado. Y, lejos de asombrarse, asegura que se trata de un rasgo típico del comportamiento del peronismo. “Eso que no es un partido ni responde claramente a algún conjunto de categorías políticas universales, cuenta entre uno de sus rasgos el de la presentación brusca, emergente e inesperada de enunciaciones que irrumpen en la conciencia como la escenografía de una obra teatral. En esta dinámica de la emergencia inesperada de un escenario radica uno de los rasgos que adjudican al peronismo su vinculación con una no racionalidad. No hay campaña electoral ni programa que hayan exceptuado anteriores accesos al poder de estos advenimientos dramáticos”, dice Kaufman, y menciona como ejemplos los ascensos de Cámpora y Menem.
Además del artículo de Kaufman, Confines rescata del archivo tres textos clave para delinear el fondo cultural de los ’60 y los ’70. El primero es un reportaje realizado en 1972 por Carlos Tarsitano, mano derecha de Juan Gelman en el suplemento cultural del diario La Opinión, a Rodolfo Walsh y Miguel Briante, que polemizan sobre las conexiones entre la literatura y el país real. El segundo es el discurso que Haroldo Conti pronunció el 7 de febrero de 1971 en La Habana.
El último texto desempolvado es el extenso editorial de la revista Pasado y Presente, dirigida por José Aricó, sobre los convulsionados meses que llevaron de la elección de Héctor Cámpora al ascenso de Juan Perón, donde se describe con lucidez la escena política del momento: “La guerra declarada en el seno del peronismo, y agudizada hasta el paroxismo desde el regreso de Perón, es una de las manifestaciones, la más importante, de la lucha abierta y frontal por la dirección de las masas en la que están comprometidas las fuerzas que combaten por una u otra salida de la crisis. Lo nuevo de la situación de la política argentina reside en que la agudización del enfrentamiento social ha contribuido a recortar con claridad en el interior del peronismo la presencia del campo de la revolución y del campo de la contrarrevolución como dos polos de una contradicción inconciliable. A diferencia de lo sucedido durante su primer ciclo en el poder, el peronismo de 1973 es incapaz de sintetizar esa contradicción y en la medida en que es nuevamente poder, el centro de gravedad de la lucha política de clases en la Argentina se ha desplazado hacia su interior”.
Con estos textos oportunamente rescatados del archivo, con el artículo de Kaufman y otro de Jorge Bernetti, la revista de Nicolás Casullo intenta una mirada distinta sobre una década que sigue marcando la política argentina. “Hay cuestiones que falta reflejar. No ya sólo lo programáticoexplícito, el peronismo, el marxismo, el guevarismo, es decir las políticas que se inscribieron oficialmente en ese período de acciones armadas. Sí un indagar existencial menos sistemático, más abierto a sus rostros y regiones culturales. Se precisa filosofar los fondos de aquellas figuras y construcciones políticas, la oscuridad motivadora, lo destellante de un teorizar ya muerto”.