ESPECIALES › LA EXTRAÑA HISTORIA FICCIONAL DE TOMAS, EL PROTAGONISTA DE “099 CENTRAL”
El policía que es hijo de desaparecidos
Los guionistas de la tira, Marcos Carnevale y Leonardo Bechini, explican por qué escribieron una historia en la que dos hermanos, un policía malo y otro bueno, son en rigor apropiador y apropiado. Dicen que el personaje que encarna Facundo Arana “no tiene la misma filosofía que tuvieron los tipos que asesinaron a sus padres”.
Por Patricia Chaina
“099 Central” es una historia de amor enmarcada en la cotidianidad de una brigada policial con características un tanto peculiares. Sus integrantes componen una extraña fauna, según admiten sus autores Marcos Carnevale y Leonardo Bechini: hay una policía histérica, una adicta a los fármacos, una lesbiana, un hombre solo enamorado de un fantasma, un gay, y entre otros, por supuesto, un policía bueno y otro malo. El bueno es el protagonista, Tomás, interpretado por Facundo Arana. El malo, su hermano Franco, es encarnado, en muy buen trabajo, por Luis Luque. Los dos están pendientes de la médica interpretada por Paola Krum que, a su vez, disputa el amor del protagonista con la policía que encarna Nancy Dupláa. Hasta aquí el conflicto parecería ser uno de los tantos que pueblan las tiras de horario nocturno.
Lo singular y en un punto corrido de contexto es que el bueno de Tomás es un niño apropiado durante la dictadura militar. “Secuestrado” en honor a la verdad, por el entonces joven agente de inteligencia Franco Ledesma. “Salvado”, según el guión que le asigna un carácter mesiánico.
Consultados por Página/12, los autores, Marcos Carnevale y Leonardo Bechini, aseguran que incluir esa situación responde a un rol social: “Somos una generación de reparto porque no hemos sido protagonistas de ningún hecho histórico –argumenta Bechini–: ni fuimos Montoneros, ni fuimos a Malvinas, pero somos testigos de una historia y tenemos que contarla. Cosa resistida, pero esa resistencia hace que el pasado se nos venga encima todo el tiempo”. Carnevale agrega que “la hipocresía de no poder decir la verdad en este país hace que hoy estemos como estamos”.
La historia del niño apropiado resulta un tema fuerte en un programa light. Para Bechini, incluir en la tira esas historias que nadie cuenta por TV es un buen dato, aunque él prefiera historias reales, la policía sucia y corrupta por ejemplo, al mágico mundo de los policiales made in Pol-Ka del que se retira esta semana (ver recuadro). Bechini acepta la entrevista con Página/12 porque la construcción del argumento original seguirá llevando su firma, aunque ahora el guión quede en manos de su coequiper.
El mismo argumento entra en colisión con la existencia de los niños apropiados, ya que se basa en la concepción de una policía demasiado buena, algo que parece irreal en la Argentina actual. De ahí que los autores se hayan refugiado para su hechura en la matriz de la ficción, “donde germina el secreto de las telenovelas, que es lo aspiracional, porque hablan sobre lo que uno quisiera ver, idealmente”, definen.
–¿Cómo imaginan que reacciona el protagonista al saber que es un niño apropiado?
Leonardo Bechini: –Indudablemente se modifica, y el nudo de la relación odio-amor entre los dos hermanos termina de esclarecerse: era odio.
Marcos Carnevale: –Por ahora sabemos que Franco en el pasado rescató a Tomás en una situación violenta, lo lleva a su casa, le pide a los padres que lo adopten y él le pone de nombre Tomás, que etimológicamente significa “hermano”. Lo armamos pensando en una relación Caín y Abel: se aman pero compiten por un objeto de deseo que acá, aparentemente, es una mujer (la esposa de Franco interpretada Paola Krum) pero los une un pasado y un secreto feroz que el único que conoce es Franco, que participó en el ’76 de un operativo donde hacen mierda a una pareja que tenía un chiquito. Al chiquito lo van a matar, pero él lo rescata.
L.B.: –Cuando Tomás descubre esto, lo enfrenta a su hermano a través del odio. Es una relación amor-odio muy compleja. Franco no tiene que ser leído como un malo de cartón porque, como en la vida, hay circunstancias que nos transforman en malos o buenos. El ama a su hermano pero lo quiere matar: es griego. Como el tema es profundo para un público que consume basura diariamente quisimos contarlo con inteligencia para que la gente no se escape y deje de verlo. Pero es difícil poner estos conflictos en acción, son demasiado internos.
M.C.: –La tira exige verbalizar y hacer gruesa la información para que se digiera. En un unitario o un película es más sutil.
L.B.: –En la vida real nadie habla tanto como los personajes de una tira que se cuentan todo, pueden decirse todo lo que piensan ni bien se encuentran. Uno ni con cincuenta años de psicoanálisis llega a eso...
M.C.: –Porque te estrellás. Uno calla muchas más cosas de las que habla, todo el tiempo. En la tira no piensan, lo hablan todo el tiempo. Lo manda el formato. Una tira tiene que entretener porque hay un público que recepciona de manera liviana, es de rigor que haya un policía bueno, deseable, querible, y muy profesional.
L.B.: –Además es insoportable convivir solo con personajes siniestros.
–¿Cómo van a desarrollar un desenlace en el que cuadre un final feliz, con estos condimentos?
M.C.: –Es una encrucijada. Tomás le puede agradecer al hermano que lo haya salvado pero también cuestionar hasta qué punto es una salvación.
L.B.: –Como Franco estaba dentro de un grupo de tareas mesiánico era lógico que salvara a alguien. Necesita un testigo para sostener su maldad. Como el asesino serial que va dejando pistas para que lo encuentren.
M.C.: –Yo creo que estar metido en la mierda y al mismo tiempo tener una valoración sobre la vida de alguien tiene un mérito, pero ahora, insisto, no sé si Tomás lo llegue a ver porque el tipo liquidó a los viejos.
L.B.: –Hoy Tomás quiere saber quién es, y no hay data. Ni Franco tiene esa llave. Sí le muestra la casa donde los boletearon.
–¿El protagonista no entra en crisis con su profesión al recuperar su identidad?
M.C.: –Entra en crisis, pero se sale de los cánones lógicos de la responsabilidad de un policía, bardea, pero no se cuestiona su profesión.
–¿No?
M.C.: –Es que esta brigada no forma parte de esos escuadrones de la muerte. Es, en rigor, una brigada de ciencia ficción, trabaja en favor de la comunidad y él no ve que tenga la misma filosofía que tuvieron los tipos que asesinaron a sus padres. De hecho, Franco es un ilegal dentro de la brigada. Pero un lado positivo tiene que haber para que uno siga creyendo en la justicia. Más allá de saber que esta policía es de ciencia ficción, yo quiero pensar que hay gente que quiere ejercer su trabajo con responsabilidad y pensando en la justicia. De todos modos la situación es trágica, y Franco ¡es Maquiavelo! Logra que el niño se convierta en un par de él, un policía. ¡Es tremendo!
L.B.: –No creo en la teoría del samaritano, sino de la trascendencia. El nazismo también dejó sobrevivientes que puedan contar la historia. Eso es el inconsciente que te hace accionar de determinada manera. Y el mismo Estado de Israel sostiene la teoría de la víctima para poder sostener su estado de ocupación en Medio Oriente, en lugares que no le corresponden. Pero si Tomás responde igual, con violencia, se sigue identificando con el enemigo. Quizá se resigne, porque además en este país te anestesian con xilocaína desde que nacés. Quizá por eso seguimos con la hipótesis de que acá no pasó nada y sostenemos una sociedad hipócrita donde importa más el corralito que la muerte de 30.000 tipos. ¿Hay cosas bancables, pero otras como el no disponer de la guita son intolerables? Para mí no.
–¿Cree que esto forma parte de un plan de largo plazo?
L.B.: –No tengo dudas. En el Mundial ‘78, revistas como Gente y Para Ti sacaban postales diciendo “Los argentinos somos derechos y humanos”, y la gente las mandaba. Los medios de comunicación estaban a las órdenes del mismo plan: Mirtha Legrand, Santo Biasatti, Luis Clur, armaban los noticieros para anestesiar la conciencia de todos. Coincidentemente fue una época de guita, de plata dulce. Sin dudas, los que mataron gente lo hicieron para perpetrar el sistema económico que se sostiene hasta hoy.