Lunes, 2 de abril de 2007 | Hoy
ESPECIALES › SUPLEMENTO ESPECIAL 25 AñOS DE MALVINAS
La experiencia de un ex combatiente, el dolor de la guerra, el regreso sin gloria, su visión del futuro y una pregunta: ¿por qué no se habla de Malvinas?
Por Edgardo Esteban *
Los recuerdos de la guerra son imborrables y esas postales de aquellos días de 1982 cuando con 18 años nos encontramos en medio del horror de las bombas siempre están. Para los que estuvimos en Malvinas fue una experiencia crucial que nos hizo crecer de golpe, tras conocer la muerte que nos acechó durante los 73 días que duró el conflicto bélico. Las heridas siguen abiertas, conviviendo con ese pasado, en donde uno se sumerge constantemente en los laberintos de la memoria que nos marcó a fuego la crueldad de la guerra. Los recuerdos siguen intactos como fantasmas que cada mañana trato de alejar aferrándome a la vida.
A 25 años de esa guerra que tantos quisieron silenciar, olvidar y otros esconder, destaco que siempre traté de rescatar la parte humana. Recordar Malvinas no es sólo profundizar lo vivido durante la guerra, sino lo que vino después, tras el regreso, dando lugar al nacimiento de una nueva lucha en el interior de cada uno de los que estuvimos allí. El fin del combate implicó un desafío constante por reinsertarnos en la sociedad de la cual habíamos salido y que, cuando volvimos de las islas escondidos por nuestros superiores, ya no era la misma. Era ajena, distante y parecía ignorarnos.
La posguerra fue un volver a empezar con la carga de una experiencia que nos partió en dos, pero también fue el comienzo de un doloroso camino para una gran cantidad de soldados que regresamos con las manos vacías, los sentimientos destrozados por el horror vivido y por el porvenir que ya no sería el mismo. De alguna forma se combatió a los propios ex combatientes, dándonos en buena parte la espalda, obligándonos a la marginación, al olvido, a la indiferencia que padecimos después y que aún continúa. Nuestra sociedad no nos supo entender y en muchos casos nos empujó hasta el límite, dándonos como única salida el suicidio. Será por eso que hoy los ex combatientes que se quitaron la vida superan a los muertos en combate; son más de 350 los casos de suicidios.
Además de ser los grandes derrotados, parecíamos los responsables de esa derrota a la que llegamos por decisión militar. A partir de allí hubo un acuerdo tácito para olvidar la guerra, tuvimos que soportar que nos escondieran y nos aconsejaran borrar de nuestras mentes lo vivido, obligándonos a callar lo ocurrido. Pero la memoria con su verdad golpea una y otra vez la conciencia de quienes prefieren ignorarla. Hablar fue lo primero que nos prohibieron y el dolor quedó adentro de cada uno de los adolescentes que volvimos hasta volverse en muchos casos insoportable para seguir viviendo. Gritar lo que nos pasó fue el primer paso para sacar nuestro infierno interior y empezar a curar las heridas. ¿Por qué no hablar de Malvinas?
Como dice Gabriel García Márquez, “la vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Hay tantas miradas de Malvinas como protagonistas de esa guerra. Esas miradas nos ayudan a ir reconstruyendo, a pensar y reflexionar sobre los errores y los aciertos de nuestra propia historia, la que nos conforma como argentinos. Debemos resaltar los actos de valor y de heroísmo y continuar en el justo reclamo de soberanía que tiene nuestro país desde 1833 y que es avasallado por la posesión colonial de Gran Bretaña sobre nuestras islas, que por historia y por derecho nos corresponde. Pero este aniversario tiene que servirnos para reflexionar y preguntarnos qué nos pasó en 1982.
Durante mucho tiempo se ha preferido no hablar a realizar una autocrítica de una guerra que se perdió, y nadie quiso hacerse cargo de esa derrota. Ninguna guerra es buena y ésta, por su improvisación, fue peor. Los errores tácticos de las tropas argentinas existieron y fueron innumerables, tanto en el nivel estratégico nacional, que definieron la suerte de la guerra, como en el estratégico operacional. Sin olvidar los injustificados malos tratos por parte de algunos hacia sus soldados, que llegaron hasta los estaqueos en medio del frío y en la turba mojada, en su gran mayoría por robar comida que no nos daban, teníamos hambre.
El informe elaborado por el general Benjamín Rattenbach en 1983, para la Comisión de Análisis y Evaluación Político-Militar de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur, calificó la Guerra de Malvinas como una “aventura irresponsable”. Cada arma funcionaba por su cuenta, carecía de preparación y la conducción estuvo plagada de errores, según se describe en él. Con base en el informe, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas condenó a Leopoldo Fortunato Galtieri a 12 años de reclusión con accesoria de destitución, al almirante Jorge Isaac Anaya a 14 años de reclusión con accesoria de destitución, al brigadier Basilio Arturo Lami Dozo a 8 años de reclusión. En la revisión en segunda instancia civil y federal de la condena a Galtieri y demás responsables militares de la Guerra de Malvinas, en 1988, un tribunal ratificó las condenas por los delitos cometidos unificándolas en 12 años sólo para los tres máximos jefes militares. Finalmente fueron indultados. No hubo justicia. Como sociedad no podemos callar los errores cometidos, debemos debatir y preguntarnos qué pasó y qué se hizo mal. Una sociedad jamás será justa si no tiene memoria y ésa es una batalla que exige una tarea cotidiana.
Cómo no recordar el fervor patriótico que generó el 2 de abril de 1982 el anuncio de la recuperación de las islas Malvinas. Una Plaza de Mayo colmada con los colores celeste y blanco, en donde participaron, junto a miles de ciudadanos, reconocidos dirigentes políticos y sindicales. Se aclamó al general Leopoldo Fortunato Galtieri, que decía “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Hoy parece que muchos optan por olvidar ese momento histórico y nadie se hace cargo de la utilización política de la causa Malvinas por parte de un gobierno que era de facto. Dónde están los responsables del Fondo Patriótico y quién responde sobre el destino de las donaciones y el dinero que se recaudó o cuál fue la suerte de las encomiendas y bufandas que tejieron nuestras madres y que nunca nos llegaron. ¿Preferimos no hablar de Malvinas?
Luego vendría el final de la guerra, el 14 de junio; todo cambió de repente y esa misma sociedad, tras la derrota, trató de prender fuego la Casa de Gobierno, echó a Galtieri y no quiso volver a hablar más de la guerra. Malvinas cerró el capítulo de la dictadura y fue un factor decisivo para la reinstauración de la democracia.
No podemos dejar de hablar y evocar lo pasado, pero pensando siempre en el futuro, recorriendo todos los caminos posibles en el reclamo de nuestra soberanía, pero siempre bajo el signo de la paz. En estos 25 años vale recordar y homenajear a los que murieron allá y después acá, y a los familiares que perdieron a sus seres queridos. Nuestros muertos serán siempre héroes silenciosos y una asignatura pendiente de una sociedad que se obstina en guardar bajo la alfombra lo que más le duele. A pesar del tiempo transcurrido y sabiendo que esas heridas no cicatrizan fácilmente, reflexiono sobre los hechos ocurridos, pero con la intención de que esta mirada sirva para caminar hacia adelante y construir un país distinto, previsible, lógico y sin violencia. Debemos guiar a las generaciones venideras y junto a ellos generar la fuerza necesaria para construir con esperanza un país distinto.
Los argentinos tendríamos que darnos una segunda oportunidad para revivir en paz un nuevo 2 de abril junto a los que volvimos escondidos de las islas hace 25 años atrás.
Mis hijos son mi guía con sus sonrisas, y sus utopías me ayudan a seguir caminando. Como dice León Gieco, “las mejillas de mis hijos en mis labios y encontraré en sus ojos un nuevo descanso. Por la vida”.
* Periodista y escritor, ex combatiente de Malvinas. Autor del libro Iluminados por el fuego, sobre su experiencia en la guerra.
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