Sábado, 10 de junio de 2006 | Hoy
ESPECIALES › MACHADO Y ZUBIRI, DOS PROTAGONISTAS DEL ALZAMIENTO
Por E. A.
“Tenía cuatro granadas enganchadas en los tiradores y una pistola 45 con tres cargadores. Nada más –cuenta Rubén Machado, obrero textil en la fábrica ITE, de Villa Domínico–. Y mi misión, al frente de cien hombres, era la de rodear y tomar el Comando en Jefe. Nuestro punto de reunión era a las diez de la noche en la cortada del Pasaje 5 de Julio y Belgrano.” Negro y grandote, Machado había compartido un par de encuentros con Evita y se había enamorado de ella hasta el caracú. Cuando ella murió, la lloró; y cuando derrocaron a Perón, se juró que eso no quedaría así. Por eso trabajó en la Resistencia, y cuando surgió lo de Valle, se sumó sin dudas.
“Yo conocí a Valle y a Tanco en una reunión grande, clandestina, en el galpón de una curtiembre en Dock Sud, pocos días antes del 9 de junio. Pero a los que más frecuentaba era a Barrena Guzmán, a Troxler, que nos enseñó mucho –se sonríe porque dice no poder contar qué les enseñaba–, y a Pablo Martín Zubiri, nuestro responsable civil.”
Pablo Martín Zubiri se había recibido de subteniente en 1948. Cuando el gobierno de Perón sofoca el intento de levantamiento en Campo de Mayo, el 28 de septiembre de 1951, a Zubiri le proponen que pase a trabajar en los servicios de inteligencia del Ejército, y simularon para ello que lo echaban por apoyar a los golpistas. Tuvo trato estrecho con Valle y otros, porque estuvo preso en el mismo barco –el “Washington”–, junto a muchos oficiales peronistas luego del golpe de 1955. “Ese barco –cuenta Zubiri con sus 80 años– estaba anclado en las afueras del puerto, sucio, medio abandonado. Me acuerdo de que las ratas le comieron media oreja a un compañero.”
La noche del 9 de junio, Zubiri, vestido de militar, estaba en el doceavo piso del Comando en Jefe –Belgrano y Paseo Colón–; allí funcionaba un sistema de comunicaciones que recibía novedades de todos los regimientos y “los que operaban eran amigos. Había uno que no lo era, pero lo teníamos controlado”, nos cuenta Zubiri. Cuando fue viendo que los minutos avanzaban en contra del levantamiento y, sobre todo, que el mayor Pablo Vicente no venía al frente de una columna de tanques para rodear el edificio porque había fracasado el levantamiento en la Escuela de Mecánica del Ejército, en Constitución, buscó la forma de irse porque, si no, él mismo sería apresado. Bajó con un grupo de soldados, simulando llevarlos a armar una línea de defensa del edificio; aprovechó y salió a la calle, “fui hasta la vereda del teatro que estaba enfrente y vi al general Fox y al teniente coronel Speroni que me esperaban (eran los que lo habían incorporado al servicio de inteligencia) y les dije que estaba todo perdido; subimos los tres a un coche y me acerqué al grupo de civiles y gendarmes que tenía al Negro Machado y a los hermanos González al frente, que ya estaban avanzando, y les dije que tiraran las armas y que rajaran”.
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