ESPECTáCULOS › EL DRAMATURGO JORGE LEYES EXPLICA SU OBRA “PAMPA”
Florianópolis y Piriápolis
El autor entrerriano define como “un acto imposible, un caramelo envenenado”, la compleja pieza que sube a escena todos los sábados en la sala de El Portón de Sánchez, dirigida por Roberto Castro.
Por Hilda Cabrera
Cuando Jorge Leyes militaba en el grupo caraja-ji le publicaron un texto, Ruta 14, insólito por la manera en que aludía a la muerte (unos adolescentes entrerrianos incendiaban un pueblo y su cementerio). De ese trabajo, extrajo dos personajes para armar una nueva obra, Pampa, que acaba de estrenarse en El Portón de Sánchez. Por entonces, este ex abanderado de la escuela Alvarez Condarco, de Chajarí, Entre Ríos, provincia en la que nació, había sido premiado por Bar Ada, obra que hace referencia a la guerra de Malvinas desde la relación que establecen un soldado y una mujer que le escribe cartas. En Pampa los personajes Florianópolis (una muñeca) y Piriápolis (un ventrílocuo) renacen como artistas populares que cargan con el estigma de “sobrevivir, sólo si se dejan devorar por su propio mito”. Un asunto que, en opinión de Leyes, es particular del “argento”. La obra puédese ver todos los sábados a las 23 en la sala de Sánchez de Bustamante 1034, interpretada por Verónica Piaggio y Mariana Richaudeau, y dirigida por Roberto Castro (también a cargo de la escenografía y la iluminación).
Tal como lo enuncia el título, el paisaje que acompaña a esos personajes es plano y desolador. Leyes mismo vivió un tiempo en Río Gallegos y supo qué significaba hacer un viaje en auto desde esa ciudad hasta Buenos Aires: “Atravesar el desierto patagónico y después la pampa sacude la cabeza. A uno se le borran todos los referentes”, confiesa el autor en diálogo con Página/12. La puesta de Castro tuvo en cuenta ese paisaje, también la condición de artista ambulante de Piriápolis. “En esas grandes extensiones la sensación es de vértigo. No se ve a nadie, y uno piensa que no va a pasar nadie”, dice Leyes, también autor de Tenesy (1998) y Long Play (1999), y colaborador desde 1999 en ciclos y tiras de TV (en Laberintos del olvido, dirigida por Oscar Barney Finn, emitida por Canal 7, y la reciente Son amores, de Canal 13).
Tratándose de un “boceto de un acto imposible” (subtítulo de Pampa), la muerte no tiene el mismo significado que en Ruta 14 (estrenada temporadas atrás por Roberto Castro). Piri y Floria son finalmente los protagonistas de una rutina teatral que alberga más de un sentido. “La muñeca aparece vestida de china argentina, y el público se ríe. No todos, porque algunos se preguntan de qué. Para mí esta obra es un caramelo envenenado”, define Leyes. Por ahí Piri se atreve a un zapateadito, pero el personaje es, como señala la muñeca, “poca cosa, cartón pintado, fracaso al por mayor”.
“No hay ninguna evocación literal de la realidad, pero estos personajes se vuelven por momentos tan salvajes como alguna gente que vemos hoy en la calle”, señala el autor. Un ejemplo es la secuencia en que la muñeca pronuncia la palabra niño masticándola con rabia. Floria es una resentida, a la que de tanto en tanto le dan ataques de furia. Leyes advierte comportamientos de este tipo en la sociedad argentina: “Se reacciona con violencia por cualquier motivo. Es que la gente tiene el alma quebrada, y no sólo por las dificultades económicas. Mientras la pobreza avanza, algunos muestran una extrema solidaridad y otros, actitudes en las que aparece un fuerte componente de locura”. A pesar de estos delirios y de las infinitas contradicciones, cree que algo nuevo se está gestando. Lo relaciona además con las experiencias que vivió durante sus viajes por provincias: “Este año estuve dos veces en Mendoza y una vez en Ushuaia, Entre Ríos, Misiones y Corrientes, y pude ver que a la par del empobrecimiento general, físico y mental surgieron formas de organización que hasta hace cinco años eran impensables. Mi impresión es que en este momento la escuela de educación social pasa por la calle”.
Para Leyes es un signo. No sabe si alentador o no. Opina en cambio que “los referentes institucionales y los organizadores de la cultura están cayendo en picada”, también porque el país “no entra en ningún formato, los argentinos nos idealizamos sin conocer a fondo nuestra identidad. Lasociedad en general no toma en cuenta a la población indígena y no nos atrevemos a reflexionar sobre esas zonas oscuras que asustan a quienes no soportan vivir en un lugar donde no se puede estar seguro de nada”.