SOCIEDAD › DENUNCIA CONTRA LA FEDERAL POR UN ADOLESCENTE DESAPARECIDO
“La policía nos tiró al Riachuelo”
Un chico denunció que policías de la 34ª lo obligaron a tirarse al agua junto a sus dos amigos. Uno de ellos, de 19, no salió.
Por Horacio Cecchi
“Nos preguntaron si sabíamos nadar y nos tiraron al Riachuelo. ‘Naden, naden’, nos decían. A él no lo vimos salir más.” Quien habla es un chico de 16 años, de Ciudad Oculta. Según su denuncia, el viernes por la noche él y dos amigos fueron detenidos por policías de la Comisaría 34ª, golpeados en el piso, y trasladados al borde del Riachuelo a 200 metros de Puente Alsina. Allí, los arrojaron al agua densa. Dos de ellos llegaron a la otra orilla. Ezequiel Demonti, de 19 años, de la villa del Bajo Flores, jamás apareció. Ayer por la noche, irritadísimos vecinos cortaban Avenida de la Cruz y Perito Moreno reclamando justicia. La misma 34ª puso un moño a la actuación de sus hombres, iniciando una investigación de oficio sobre sí misma. Página/12 se comunicó con la 34ª. La respuesta sugiere que el Riachuelo es más profundo que la autoinvestigación: “El hecho es un rumor –dijo un oficial–. Acá estamos como Tarzán en el Día de la Madre”.
El viernes pasado, Ezequiel Demonti y dos amigos (uno de 16 y el otro de 14 años) decidieron ir a bailar por Constitución. De regreso, eran alrededor de las 5.30, los tres pasaron por la casa de Ezequiel, en el barrio Illia, pegado a la villa del Bajo Flores, para dejar una campera. Después, Ezequiel los acompañó a una remisería del pasaje La Constancia y Avenida de la Cruz, a pocas cuadras de allí, porque sus dos amigos viven en Ciudad Oculta.
“Cuando tocábamos el timbre cayó un patrullero de la 34ª”, dijo ayer a TN uno de los dos amigos, de espaldas a la cámara y cubierto con la capucha del buzo. “Después vinieron otros dos patrulleros. Nos pegaron en el piso, después nos hicieron subir. Uno a cada auto.” En la calle, junto a la remisería, quedó aterrada la novia de Ezequiel. “¡Es mi novio!”, gritaba ella. “Andá a buscarlo a la comisaría”, le gritaron. “En el camino me preguntaban si sabía nadar –prosiguió el chico–. Yo creía que era en joda. Pero llegamos al Riachuelo (a la altura de la calle Matanza, a unos 200 metros de Puente Alsina), nos volvieron a pegar. A él (Ezequiel) le pegaron con la culata y lo tiraron al agua. ‘¡Naden, naden!’, nos gritaban. Después vi que se fueron y vi que uno de mis amigos salía. Yo nadé para otro lado y salí también. A Ezequiel no lo vimos salir.”
Ezequiel es el tercero de ocho hermanos. El domingo por la mañana, los dos amigos relataron a uno de sus hermanos lo que había ocurrido. Sus padres, Rodolfo y Dolores Sigampa, se enteraron de lo ocurrido y comenzó la búsqueda. Con esperanzas, porque contaban con un dato: al salir del Riachuelo, un hombre les comentó a los amigos de Ezequiel que “un flaco salió del agua hace un rato”. Pero Ezequiel no apareció y no volvió a su casa. El domingo, Rodolfo presentó una denuncia por búsqueda de paradero en la misma comisaría señalada. “Lo que queríamos era encontrarlo y si presentábamos una denuncia se iba a complicar”, confió Rodolfo a este diario ayer, por la noche, mientras los vecinos indignados cortaban Perito Moreno y De la Cruz.
La búsqueda de la 34ª ni siquiera fue superficial. Sin resultados, la noche del domingo, los padres presentaron un hábeas corpus ante el juez Roberto Grispo. El caso comenzó a crecer. El propio jefe de la Federal, Roberto Giacomino, ordenó al comisario Pereyra, a cargo de la 34ª, que pusiera manos a la obra. O sea: la misma comisaría señalada comenzó una investigación de oficio sobre sí misma. Y Pereyra se presentó ayer ante el fiscal 13, Marcelo Romá, para ofrecer su colaboración y entregar lo que sabía, es decir, nada: “Es un rumor. No se presentó ninguna denuncia. Acá no sabemos nada. Estamos como Tarzán en el Día de la Madre”, respondió a este diario un oficial de la 34ª. O sea, la ley de la selva.
Indignados, los vecinos y amigos de Ezequiel arrastraron a su desconsolada familia. A las 19.30, gomas quemadas, bombos y medio centenar de personas cortó espontáneamente Perito Moreno y De la Cruz. “Hay que hacerlo ahora, si no, nos matan a todos”, dijo uno de ellos. Rodolfo levantaba un cartel bien explícito: “Justicia para Ezequiel. Comisaría 34. Asesinos”. Mientras los vecinos, al grito de “¡Ahí viene la yuta!”, insultaban a un patrullero, uno de los improvisados piqueteros denunciaba: “Lo de tirarnos al Riachuelo es una costumbre de la 34ª. Esta es la tercera vez que pasa este año”.
“Es muy buena gente –reveló a Página/12 Norma Colombato, directora de la Escuela Media 4 nocturna, donde cursaba hasta el año pasado–. Ezequiel no es de esos chicos que caminan sobre la cornisa. El año pasado, cursando 3º, se quedó libre porque no tenía plata para viajar. Pero hace poquitos días vino a decirme que a fin de año pensaba dar libre las materias que le faltaban para inscribirse en 4º el año que viene. Hay chicos que nosotros sabemos que están en riesgo permanente. No es el caso de Ezequiel.”
Como una burda justificación con tufillo policial, una versión señalaba que los tres chicos fueron detenidos porque intentaban robar la remisería. La versión no es oficial porque la justificación se acaba en la orilla del Riachuelo. Ayer, además del Bajo Flores, el ambiente se había caldeado alrededor de la Federal y sus innecesarios edictos. El secretario de Seguridad, Alberto Iribarne, decidió forzar la búsqueda del chico, ofrecer su colaboración a la fiscalía, garantizar la seguridad de la familia de Ezequiel, e investigar a Tarzán y los monos. “No es una búsqueda tan difícil. Es una comisaría y un horario determinado”, señaló un vocero.