EL PAíS › EMPIEZA LA CAMPAÑA DE VACUNACION ANTITETANICA A LOS CARTONEROS

Para que se vayan las enfermedades

A partir del trabajo de la asamblea de Palermo Viejo, el Gobierno porteño donará las vacunas para atender a los cartoneros.

 Por Irina Hauser

“Desde la asambleas luchamos para que se vayan todos, también las enfermedades”, dice un afiche pegado en las calles aledañas a la estación de trenes Carranza, en Palermo Viejo. Es el anuncio de una campaña de vacunación antitetánica gratuita que implementarán desde hoy las asambleas populares de la zona y que está dirigida a los cartoneros del Tren Blanco y a los vecinos del barrio. La cruzada en realidad ya empezó la semana pasada con un período de concientización en que caceroleros y algunos cartoneros salieron juntos a explicar cómo afecta el tétanos. Las vacunas las aportará el gobierno porteño y su aplicación estará a cargo de voluntarios de la Facultad de Medicina (UBA).
–Necesitamos la vacuna porque podemos lastimarnos en cualquier momento –les explica con espíritu docente a sus compañeros Lidia, delegada de los recuperadores de basura, mientras viajan en el tren que los lleva a hacer la recolección en Capital Federal.
El marido de Lidia, Héctor Bravo, murió el año pasado como consecuencia de un accidente que tuvo mientras cartoneaba. Ella no lo cuenta para que le tengan lástima sino para que sus pares entiendan a qué están expuestos. “A él lo atropelló una camioneta, cayó en una zanja, se rompió el fémur y se hizo una herida muy grande. En el hospital lo tuvieron toda la noche sin curarlo, y como le había entrado mucha mugre del agua sucia tuvo una fuerte infección. Lo operaron, pero ya era tarde. Seguramente si hubiera estado vacunado al menos hubiera tenido más defensas”, relata la mujer.
En la estación Carranza, unos 10 asambleístas que han asumido el rol de promotores de salud, intentan ilustrar: “La bacteria que causa el tétanos está en la tierra y en la suciedad. Al cuerpo entra por las lastimaduras profundas y produce una toxina capaz de paralizar los músculos respiratorios y matar por asfixia”, en palabras de Jorge, sociólogo y veterinario de la asamblea de Palermo Viejo. Los cartoneros, grandes y chicos, escuchan en ronda con los ojos enormes y algunos, sobre todo los varones, dicen en broma que desde hoy van a tomar un camino diferente así no se topan con el carrito encargado de la vacunación.
La campaña empezará en Palermo. Hoy habrá un trailer donde se aplicarán las vacunas desde las 18 hasta la medianoche en la plaza Miguel Abuelo (sobre el viaducto Carranza) y mañana la inmunización se hará de 20.30 a 24 en Dorrego y Guatemala. Siempre habrá una ambulancia del SAME con médicos a bordo. Además, se entregarán certificados. La semana próxima la acción se trasladará a la estación de Colegiales, y las siguientes a las de Belgrano, Villa Urquiza y Pueyrredón. En todos los casos la promoción estará a cargo de las asambleas populares de los respectivos barrios. Los voluntarios de la Facultad de Medicina aplicarán a quien lo pida una vacuna doble contra el tétanos y la difteria, y a las mujeres de entre 11 y 15 años, se las inmunizará también contra la rubeola y el sarampión.
El contacto entre asambleas barriales y cartoneros comenzó hace algunos meses de manera casi casual, a raíz de una pelea con la policía que estos recuperadores urbanos de residuos tuvieron en Colegiales. “Justo pasaban los de la asamblea de la zona y fueron a hablar con uno de los policías. Le explicaron que no tenían que maltratarnos, que somos trabajadores como cualquier otro. A partir de ese momento nos empezamos a reunir todas las noches”, relata Lidia. El vínculo comenzó a estrecharse y lo primero que hicieron en conjunto fue pelear –con éxito– por la reapertura de la estación Carranza como parada para el Tren Blanco en el que se trasladan los botelleros. En el ínterin, los caceroleros conocieron la historia del marido de Lidia. A eso se sumó el accidente que sufrió un chico cartonero, quien tuvo una herida muy profunda y al ir al hospital Tornú le dijeron que tenían la vacuna antitetánica pero no el suero que debe complementarla. Cuando fue a la farmacia, se lo cobraban 52 pesos, algo que estaba lejos de poder pagar. En principio el proyecto estuvo pensado para los 1000 cartoneros del Tren Blanco, pero se decidió extenderlo a todos los vecinos. “Al averiguar un poco más supimos que en Capital Federal sólo el 17 por ciento de los adultos está vacunado contra el tétanos y de ese total el 50 por ciento son parturientas, es muy preocupante. Sabemos que el Estado compra estas vacunas a 0,33 pesos mientras que en las farmacias cuesta 10 pesos. Por todo esto decidimos vacunar para todo el barrio. Una vez más, las asambleas tuvimos que actuar ante lo que no hace el Estado y la mercantilización de la salud”, dice Jorge.
Un festival artístico que hicieron caceroleros y cartoneros, a modo de anuncio de la iniciativa, terminó por convencer a las autoridades del gobierno porteño que finalmente accedieron a firmar un acuerdo con los asambleístas el 16 de agosto: los funcionarios se comprometieron a proveer las vacunas, jeringas, agujas estériles, el algodón, el alcohol y los voluntarios para vacunar, y los asambleístas quedaron a cargo de la difusión. “Los cartoneros –dice Lidia– encontramos en la asamblea un apoyo muy importante de gente luchadora como nosotros. Todos fuimos alguien alguna vez y queremos volver a serlo.”

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Las enfermedades producidas por las lastimaduras es uno de los problemas de los cartoneros.
 
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