ESPECTáCULOS
El reality show de la era en que la política es que se vayan todos
“El candidato de la gente” mostró su juego en un programa debut en que los candidatos a diputados revelaron sus someras propuestas.
Por Julián Gorodischer
El corresponsal extranjero se asombra y Jorge Rial se enorgullece: “Ahora me imita Robert Murdoch”, dice al abrir el juego de “El candidato de la gente” (por América, lunes y miércoles a las 21). Pase, mire bien y llame ya, ahora mismo, como en la compra directa, pero para elegir un aspirante a diputado. Novedades de la Argentina del “que se vayan todos”: cualquiera puede. El programa es la maravilla o el desatino para el corresponsal, y Rial asume el objetivo de máxima, que es meter un diputado. El golpe de efecto es innegable, pero los nuevos toman prestadas las reglas de la política tradicional: tres minutos de discurso ad hoc, algo de promesa preelectoral y un touch del lado de la gente, a tono con “El partido de la gente” que el canal de Avila, Manzano, Vila y sus socios promoverá para dar cabida a su candidato. El sinfín no da respiro: ¿así todo el tiempo?
No es ésta, queda claro, la llegada del “nuevo político” sino la reafirmación del “que se vayan todos”, última consigna con legitimidad que suma adeptos. El programa avala una idea que podría formularse así: la política se terminó y lo que queda es el representante de la gente común, que deberá ser un poco exaltado y otro poco racional. El candidato de la gente es un enviado de la multitud, ya no el que asoma sino el que se confunde detrás del estamento, apenas una certificación de que su grupo existe, de que está allí y figura en el espectro. Más allá del talento, por encima de la aptitud (¿para qué?, ¿para hacer qué?) sólo se exige un requisito: mantenerse a prueba de chismes y mensajes anónimos que podrían llegar una vez que “El candidato...” se autoproclama como el “reino de la transparencia” y promueve al buchón: “Llamá y contanos lo que sepas sobre ellos”, pide Rial, en busca del superhombre sin fisuras en lo público y lo privado. Hay un último consenso en el país desintegrado: ningún discurso es creíble.
El país según “El candidato...” es una suma de nichos de exportación Un retrato de arquetipos que deben "ser representativos”, para que el reality sea viable. Poca complejidad para conformar los requisitos de la televisión actual, para aislar una cara y hacerla corresponder a un voto-llamado, como en “Gran Hermano”, pero de qualité. “Acá no echás a nadie de la casa –repite Rial, hablándole al espectador del programa–, acá elegís a tu diputado.” Entonces da el pie al Robin Hood del bono (Ezequiel Zabor), el comisario retirado (Juan Carlos Azcui), el trabajador barrial (Gerardo Travizano) y el ahorrista acorralado (Juan Seliman), partesde un elenco estable que, como en una posible ficción costumbrista, refleja el país quebrado.
“El candidato...” nacerá de uno entre tantos rótulos fijos: casilleros estancos que reemplazan el nombre propio. Mejor es decir “ahorrista acorralado” o “travesti” o “artista” o “intelectual” que Nadia Schiazu o Antonio Brailovsky. La política de trayectoria (María José Lubertino) se convierte en “la que le dio de mamar al bebé en la Constituyente”. Comprensión ágil y sin vueltas para que el llame ya no se demore. ¿El travesti o la cartonera? No dude más: comuníquese y haga su aporte al cambio.