ESPECTáCULOS
“Es un guiño de Berlín hacia el cine argentino”
Luego del éxito de “La ciénaga” en la edición anterior, el Festival de Berlín convocó a la directora argentina Lucrecia Martel a integrar el jurado oficial de la muestra 2002, que comienza el 6 de febrero.
Exactamente un año atrás, Lucrecia Martel se preparaba para presentar su primer largo, La ciénaga, en la competencia oficial del Festival Internacional de Berlín. La película no sólo ganó el premio Alfred Bauer a la mejor opera prima sino que se convirtió en la sorpresa del festival, en el film que le permitió a la Berlinale recuperar su prestigio como una muestra capaz de descubrir nuevos talentos. Ahora Berlín vuelve a convocar a Martel, pero como integrante del jurado oficial, un hecho infrecuente considerando que la cineasta argentina tiene apenas un largometraje a sus espaldas. “Me sorprendió bastante que el festival me eligiera, pero supongo que no me deben haber convocado para algo que yo no pueda hacer, así que confiaré en mi gusto y elegiré en base a mi criterio”, afirma Martel en una entrevista telefónica desde París, donde está preparando la producción de su segundo film, La niña santa. “A mí suele estresarme mucho el compromiso de ver películas para luego emitir juicios sobre ellas, pero pensé que en este caso se trataba de una especie de guiño muy positivo del Festival de Berlín hacia el cine argentino, y por eso acepté el ofrecimiento”, explica la directora.
Desde octubre pasado, Martel se encuentra en la capital francesa, gracias a una beca que el Festival de Cannes le otorgó para que termine el guión de su nuevo proyecto, una forma tácita de comprometerla para que en el 2003 presente allí La niña santa. A su vez, Berlín confía en mantener los lazos con la directora salteña con esta invitación a participar como jurado de la 52ª edición del festival, que se llevará a cabo entre el miércoles 6 y el domingo 17 de febrero. “Me siento orgullosa de haber sido elegida como jurado, porque es una demostración de que en Berlín consideran que mi criterio puede ser valioso. Pero todo lo que involucra un festival es tan agobiante y estresante que, si fuera sólo por puro placer personal, no lo hubiese aceptado”, dice Martel. Y se justifica: “Este es un momento histórico para nuestro cine y por eso pensé que era bueno aceptarlo. Más allá de mis cuestiones personales había una situación histórica favorable para con el cine argentino y por eso me pareció importante asumirlo”.
El jurado de la Berlinale será presidido por la cineasta de la India Mira Nair –la realizadora de Salaam Bombay y Kamasutra, que con Monsoon Wedding viene de ganar la última Mostra de Venecia– y deberá evaluar, entre otros, films de Bertrand Tavernier (Laissez passer), Otar Iosseliani (Lundi Matin), Wes Anderson (Los excéntricos Tennenbaums) y François Ozon (8 femmes), entre otros. Si de juicios se trata, la crítica francesa más exigente –con Le Monde, Libération, Les Inrockuptibles y Cahiers du Cinéma a la cabeza– acaba de celebrar con bombos y platillos el reciente estreno en París de La ciénaga, que a su vez la semana pasada se exhibió, fuera de concurso, en el Festival de Rotterdam, donde la productora del film, Lita Stantic, integra el jurado de la muestra holandesa.
Pese al tiempo y la distancia, Martel se muestra preocupada por la grave crisis que sufre la Argentina: “Tengo una sensación de irrealidad tremenda porque no me puedo imaginar cómo están realmente las cosas en la Argentina, y por eso estoy deseando volver. Eso era algo que me hacía dudar respecto de lo de Berlín. En estos meses terminé una primera versión del guión de La niña santa y ahora empiezo a trabajar en la producción. Me falta ajustar un poco la historia y hacer un hilado fino paralelo a la producción”. Según la cineasta, “La niña santa es una historia que volverá a estar situada en Salta y que abordará, con cierto tono humorístico, el tema del misticismo religioso a través de la figura de una adolescente salteña que experimenta sensaciones sobrenaturales”.
“El personaje central será una adolescente muy apasionada que vive una especie de situación mística que comparte con sus compañeras, con las que participa en un grupo religioso. A partir de algo que le sucede en la calle, ella decide salvar el alma de un hombre de 60 años”, relata. “Todo sucederá en el marco del extraño contraste entre el erotismo y el misticismo, que genera muchas situaciones de humor y expresiones desensualidad muy interesantes”, adelantó Martel, en cuyo proyecto ya se interesaron una compañía productora francesa y una empresa distribuidora italiana. “Lo que me gusta de esta historia es mostrar cómo los caminos del bien a veces pueden confundirse con los caminos del mal, y cómo a veces las intenciones del bien terminan en algo dañino”, afirmó Martel, que está releyendo a Santa Teresa de Jesús y los libros sobre santos que le leía su abuela cuando era niña. “Quiero abordar –agregó– ese discernimiento tan complejo, de larga trayectoria en la teología católica, ya que por el carácter sobrenatural de esa emoción se hace muy difícil para una persona distinguir cuándo la llama el Diablo y cuándo la llama Dios.”