ESPECTáCULOS › BERSUIT VERGARABAT LLENO EL LUNA
La gran noche del ascenso
La banda de los pijamas comenzó su serie de seis shows con mucha emoción, mensaje político y fiesta.
Por Javier Aguirre
Bersuit Vergarabat comenzó con paso firme y festivo su caminata triunfal para alcanzar, cuando concluya esta serie de conciertos en el Luna Park, un lugar entre las tres bandas en actividad más convocantes del actual rock argentino, junto a La Renga y Los Piojos. Es que con las seis funciones confirmadas en el estadio céntrico (el viernes, anoche, hoy, el martes, el jueves 17 y el sábado 19) y con la firme posibilidad de agregar una o dos presentaciones más, la banda conducida por el cantante Gustavo Cordera y el tecladista-acordeonista Juan Subirá habrá subido otro escalón de un ascenso ininterrumpido. Que comenzó con una “resurrección” -definición dada por el propio grupo en el clip biográfico en pantalla gigante con el que comenzó el show–, en parte responsabilidad del productor Gustavo Santaolalla, al momento de la grabación del disco “Libertinaje”, de 1998. Los archivos de asuntos internos son claros: antes de la firma de un nuevo contrato y de la aparición de Santaolalla, la banda tuvo años de plena oscuridad y excesos que los condujeron a una virtual disolución. Hoy, luego de un lustro de plenitud, buenas ventas ycreciente poder de convocatoria, son una de las bandas de rock argentino que producen mayor excitación; aunando identidad politizada, cierta preocupación humanista y una capacidad fenomenal para la celebración.
Un poco de cumbia, otro de milonga, balada rock, algo de hip-hop, cada vez más murga y candombe, y cada vez menos rock and roll –salvo por la incisiva guitarra eléctrica de Oscar Righi–; construyeron la fórmula capaz de generar intensos climas en la noche del debut en el Luna. El golpe más combativo del show lo dieron “Se viene” y el siempre conmovedor rol del público en el cover de “Sr. Cobranza”, el gran himno del rock politizado de los noventa, original de Las Manos de Filippi. Y no sorprendieron las consignas políticas de Cordera, tanto de fronteras adentro (“dentro de poco hay elecciones, no nos dejemos engañar por las caras de siempre que, como cantos de sirena, hacen promesas que no van a cumplir”) como de fronteras afuera (“repudiamos a los Estados Unidos de América y su gobierno”), que dio paso a una curiosidad: al ya clásico cántico popular “el que no salta es un inglés”, la masacre iraquí a manos del régimen bombardero de Bush sumó el flamante “aplaudan, no dejen de aplaudir, los yanquis hijos de puta se tienen que morir”.
Al margen del estandarte de rock combativo, las otras dos caras del show de Bersuit son la pachanga y la emoción. El festejo cuasi orgiástico tuvo sus favoritos en “Tuyú”, “La del toro”, “Porteño de ley”, “Yo tomo”, y el notable binomio de personajes de “El gordo motoneta” y “La petisita culona”, para cuya versión el escenario se pobló de fanáticas del grupo -no todas petisitas, buena parte de ellas bien dotadas–, ávidas de bailar, abrazar, tocar y besar a los músicos. Y los momentos más emotivos llegaron con los clásicos “Vuelos” y “El tiempo no para”, con el dueto acústicocabaret entre Cordera y Céspedes, con una nueva presentación en sociedad -como ya había hecho Jorge Drexler– del notable músico uruguayo Fernando Cabrera, y con el charango en llamas de Jaime Torres para la bellísima “Pacto”.
A esta altura no tiene sentido detenerse en el obvio metamensaje promocional (se supone que estos shows marcan el cierre de la gira de presentación de su disco en vivo “De la cabeza con Bersuit Vergarabat”, grabado anterioremente en vivo). Lo más elocuente es el mutuo reconocimiento entre el grupo y el público, ambos viviendo un sueño; distinto, pero simultáneo. “Olé, olá, de la cabeza con Bersuit Vergarabat”, corean unos, como siempre. “Cuesta hacerse cargo, pero es muy lindo. Gracias por ponernos en este lugar”, responde el cantante. Público y banda viven este momento de gloria y plenitud con la misma intensidad. El mismo estado de gracia por el que pasaron, a su debido momento, La Renga y Los Piojos. Ausentes Los Redondos, queda en estas tres bandas el liderazgo de una corriente de rock nacional y popular, cada vez más masivo, banda de sonido de un tiempo y un lugar particulares en la historia argentina.