ESPECTáCULOS › TERMINO AYER EN MENDOZA LA FIESTA NACIONAL DEL TEATRO
Los escenarios de la diversidad
El encuentro, que tuvo una notable respuesta por parte del público, permitió reunir propuestas y estéticas de todas las regiones del país, expresando el buen momento que atraviesa la actividad teatral.
Por Cecilia Hopkins
Desde Mendoza
Teatro de texto, de imagen, danza-teatro, teatro ritual, de todo hubo en la Fiesta Nacional del Teatro que concluyó ayer. Es cierto que no todos los trabajos presentados alcanzaron un nivel profesional pero, de todos modos, el público mendocino no hizo diferencias y siguió con entusiasmo la totalidad de la programación. A pesar del malestar que generó entre los teatristas la posible modificación de la Ley del Teatro (ver nota aparte) la muestra continuó su curso sin alterar las actividades previstas. Además de las esperadas Mujeres soñaron caballos, con texto y dirección de Daniel Veronese y Cachafaz, de Copi, con dirección de Miguel Pittier, representantes de Buenos Aires, uno de los espectáculos más celebrados fue Mabel, creación colectiva de Rosario, dirigida por Marcelo Díaz.
Trastornada por los vaivenes de la competencia en el terreno de lo laboral, una pareja pasa sus días sumida en el acostumbramiento mutuo y la sumisión, pero se las arregla para poner adrenalina en sus vidas. Los intérpretes (notables las actuaciones de Claudia Cantero y Matías Martínez) se trenzan en histéricos juegos de rol que contribuyen a la creación de una realidad surreal, dislocada, pero bien reconocible. Representando a la provincia de Buenos Aires, el Banfield Teatro Ensemble, dirigido por Nelson Valente, presentó Sueño de una noche de verano. El joven elenco supo recrear las peripecias de la obra de Shakespeare desde la parodia a géneros diversos, muy atentos –tal vez en demasía– al impacto humorístico que efectivamente generaron en el público. Si en Sueño... la voluntad de los padres intenta imponerse sobre los sentimientos de los hijos, la ley paterna también se vuelve tema central en El velero en la botella, de Jorge Díaz, por los sanjuaninos de El Candado Teatro. Su director, Ariel Sampaolesi, puso especial énfasis en el uso de los objetos de escena para organizar el juego de los integrantes de la familia que lidera el temible Severo. Encerrando los recuerdos del pasado, una gran pecera hizo las veces de cementerio, en tanto un equipo de radioaficionado reforzó el tema del bloqueo de información que distancia a los personajes.
Los rionegrinos del grupo Libres, de Río Negro, con dirección de Luis Sarlinga y Pablo Otazú, aportaron a la Fiesta una historia de singulares características. Tres bizarros personajes intentan sobrevivir a la guerra en un precario refugio donde tienen instalada una improvisada estación de radio. El inesperado desenlace confirma que, a veces, la vida se las arregla para continuar, aun en las peores condiciones. De Entre Ríos, el grupo Teatro del Bardo, con dirección de Gustavo Bendersky estrenó El hombre acecha, espectáculo que propone un homenaje al español Miguel Hernández. El texto pertenece a las actrices Gabriela Trevisani y Valeria Folini, quienes recrean en sensible registro fragmentos de la vida del protagonista ausente. De San Juan, el elenco de El círculo de tiza, dirigido por Juan Carlos Carta, presentó en La causa (escrita por el mismo director en colaboración con Eduardo Rodríguez), un espectáculo de corte político, basado en la historia sanjuanina. Desde una actitud corporal estilizada, los personajes que rodean al protagonista asumen sus discursos de frente al público, para intervenir en un afiebrado racconto del asesinato del gobernador Amable Trifón Jones, sucedido a comienzos de los años ‘20. Ambientada en la morgue mientras los forenses revisan el cuerpo acribillado, una de las secuencias más interesantes del relato consiste en una serie de postales concebidas a modo de pinturas, separadas por apagones de luz.