ESPECTáCULOS › LAS HISTORIAS DETRAS DE EZEQUIEL ACUÑA, CELINA MURGA Y ALBERTINA CARRI
Tres argentinos que filman y compiten
Son los hijos cinéfilos del festival, con el que se sienten estrechamente ligados. Sus films en competencia oficial, “Nadar solo” (Acuña), “Ana y los otros” (Murga) y “Los rubios” (Carri), representan un fresco de la nueva cinematografía argentina.
Por Martín Pérez
Antes de llegar a competir este año con sus películas, los tres confiesan haber ido construyendo una relación con el festival. Uno de ellos trabajando en la sala Leopoldo Lugones, revisando las películas antes de su exhibición. Otra compitiendo con un corto y como asistente de dirección de otra película en competencia. Y la tercera, compitiendo –ella sí– con su primer largo y después presentando un cortometraje. Los tres directores argentinos en la competencia oficial –Ezequiel Acuña, Celina Murga y Albertina Carri, respectivamente– casi se diría que son hijos cinéfilos del primer lustro del Festival de Cine independiente porteño. En mayor y menor medida, que sus películas se exhiban por primera vez en ese Abasto devenido sede del Bafici es, para ellos, un orgullo especial, su propia película de iniciación. Y para el festival, el hecho de que por primera vez en su existencia las tres competidoras locales estén tan vinculadas a su propia historia es un evidente y merecido certificado de madurez y constancia, algo muy destacable en el contexto social, cultural e incluso político del que forma parte.
Esta participación de Albertina Carri en la competencia oficial es indefectiblemente la última, ya que sólo pueden participar de ella los primeros y segundos films de cada director. Un limitado abanico de posibilidades que Albertina ha logrado completar: compitió en la segunda edición del festival con su ópera prima No quiero volver a casa (2000) y ahora repite con Los Rubios, después de un largo proceso que llevó tres años. “No estaba en mis planes terminarla tan rápido, pero cuando los productores insistieron en presentar un primer corte los dejé, pensando que no les iba a gustar. Cuando la aceptaron fue una sorpresa, pero no podía plantarme ante ellos y decir ‘no vamos a ir al Festival’. Después de todo, que haya sido seleccionada fue lo que precisamente nos permitió conseguir el apoyo del Instituto de Cine para terminarla”, dice.
“Mi historia con el festival comienza con el festival mismo”, cuenta Murga, que compitió en la primera edición con un corto titulado Interior-Noche. Dos festivales atrás, Celina también participó del festival como parte de un taller de directores con proyectos de películas. Aquel proyecto era un primer esbozo del guión de Ana y los otros, su ópera prima que participa en la competencia. “Me gusta estar en ese lugar porque es una plataforma interesante para este tipo de películas.”
“Lo primero que hice cuando terminé Nadar solo fue acercar un video apenas finalizó el festival pasado”, cuenta Acuña. “Deben haber pensado que estaba loco, que no me había dado cuenta de que había llegado tarde”, agrega el director de un film cuyo rodaje fue financiado casi exclusivamente por aportes familiares. “Estuve un año buscando un productor para poder terminarlo, y todo se solucionó casi cuando ya no tenía esperanzas”, explica Ezequiel, que revela que Nadar solo fue invitada a participar este año del Festival de Mar del Plata. “Pero yo quería estar en el de Buenos Aires, y además ya me había comprometido. Y la gente de Mar del Plata fue muy respetuosa de esa decisión”, destaca Acuña, cuyo film generacional tiene como referente inevitable a Rapado, aquella ópera prima de Martín Rejtman que funciona como prehistoria del cine independiente argentino de los últimos años. “Aunque mi película preferida, en realidad, es Melody”, revela Acuña para terminar de revelar lo que hay detrás de un film orgullosamente adolescente.
“En lugar de crecer, lo que busco es ir para atrás. Para muchos la adolescencia es una época en la que sos el punto de todos y que sólo querés que pase, lo que me gusta de esa edad es que los intereses aún no están nada marcados”, cuenta Acuña. Si Nadar solo propone un reingreso en esa virginidad con mirada adolescente, el eje de Ana y los otros está una generación más allá. Su trama cuenta el regreso de una joven a su ciudad natal –Paraná– en un viaje breve que servirá para volverse a poner en contacto con un universo que abandonó al irse a Buenos Aires. “Yo soy de Paraná y, aunque no es una película autobiográfica, la mirada del lugar tiene que ver con la mía. Hay algo por debajo de la película, que tiene que ver con convertirse en adulto”, confiesa Murga. Un paso que la protagonista de Los rubios sólo puede terminar de cumplir al mismo tiempo que termina su película. Porque la ficción documental –o viceversa– de Carri (hija de una pareja de desaparecidos) pretende ser un ajuste de cuentas con la memoria gracias al cine. Ella protagoniza el film –pero interpretada por Analía Couceiro–, intentando ajustar cuentas con su pasado, buscándolo en su película. “La idea de que hubiese una actriz interpretándome viene del deseo de que los espectadores se identifiquen conmigo por la reflexión y no por el dolor”, explica Albertina.
Dentro de ese paso a paso de una película que se va filmando, hay una escena que escenifica descarnadamente lo difícil que es para esta nueva generación de cineastas llegar a filmar una película. Y es el momento en que Albertina y sus colaboradores se sientan a leer una carta del Instituto de Cine, en la que les anuncian que han decidido no expedirse sobre el film. Una experiencia por la que también pasó Murga, cuyo proyecto fue considerado directamente ‘sin interés’ por los responsables de hacerlo dentro del Instituto. “Lo que hacen es una evaluación previa del guión, que revela una política de fomento que pareciera no ser favorable a este tipo de cine sino que apunta a uno más industrial”, calcula Murga, que acepta que una industria no puede permitirse dar pérdidas. “Pero esto es cultura, y después de todo se está hablando de un subsido estatal.” La cerrada negativa hacia el film de Murga –que recibió una calificación que muy pocas películas han recibido– se emparenta con la teatralizada por Carri, que la consideró un asunto generacional. “Fue una respuesta muy violenta, en la que prácticamente me decían cómo tenía que hacer mi película”, explica la directora. “Por eso lo incluí en el film, porque es el mejor ejemplo de lo que sucede con esa generación cuando aparece hablando gente como yo. Prácticamente me tratan de mocosa.”
Carri está trabajando en un nuevo proyecto, Géminis, que es “ficción ciento por ciento”, explica la directora. A la hora de hablar de su próximo trabajo, Murga reconoce tener “algunas ideas en la cabeza, pero nada con demasiada forma”. Acuña aventura que le gustaría hacer “una película más traumática. Si en Nadar solo los protagonistas están a quince minutos o un día de darse un beso, en mi próximo film me gustaría llegar al punto máximo de melancolía, mezclándolo con mucho más romanticismo”, explica, soñando con poder hacer con sus protagonistas masculinos –Nicolás, Mateo y Santiago Pedrero– lo que Truffaut hizo con Jean-Pierre Leaud y la saga de Antoine Dionel.