ESPECTáCULOS › NICOLAS MATEO, PROTAGONISTA DE LA PELíCULA “NADAR SOLO”

El retrato de un eterno adolescente

El actor, heredero de una tradición de tiras juveniles de televisión, explica por qué sus personajes tienden a mirar hacia el pasado. “Está relacionado con las marcas que dejó la dictadura”, subraya.

Por J. G.

Un actor veterano lo miró y le dijo: “Vos no actuás”. Tal vez se refería a esa forma de decir las cosas, así en la vida como en el teatro, un tono relajado como de charla con amigos pero en el set de filmación o la Sala Casacuberta del San Martín. Nicolás Mateo lo heredó de la tele, de los primeros pasos en “Verano del ‘98”, época en la que sentó los bases de lo que sería de allí en más: el retrato del eterno adolescente. “Doy menos edad”, dice, portador consciente de la energía del que no termina de crecer aunque “ya vendrán las canas, las arrugas, ya caerá la ficha”. Los actores de Nadar solo (Mateo, Santiago Pedrero, Antonella Costa), son adolescentes tardíos. El director Ezequiel Acuña mira hacia atrás para contar la vida en el colegio o el regreso a los orígenes. Mira hacia atrás tal vez como compensación ante la falta de un “adelante” promisorio en la vida real. Nicolás juega a ser más chico, o se ve forzado a hacer de más chico, en la película o en la obra Toque de queda, de Carlos Gorostiza, y lo sigue siendo en el recuerdo del paseante que ahora se detiene y grita: “Chau ‘Verano...’”, todavía fresco el recuerdo de Nico, su personaje en el programa televisivo. La tira juvenil no es una carga para Nicolás Mateo: fue una vía de ingreso a la actuación, un pasaporte a la fama repentina y una forma de aprender a actuar rápido y sin impostar. Dice que “esa actuación más liviana, más fresca se ve en otros actores de la misma generación, que reniegan de los tonos impostados”.
–¿La vuelta sobre el tema de la adolescencia tardía está describiendo, de alguna manera, un horizonte local?
–La mirada hacia atrás está emparentada con la marca de la dictadura que todavía sigue dando vueltas. Tiene que ver con una búsqueda de identidad, con el vacío de una generación que no sabe bien qué le pasó. El hermano de Martín (que es buscado infructuosamente en Nadar solo) podría pertenecer a esa generación que no está. Pero también se relaciona con encontrar refugio en el pasado ante la falta de oportunidades. Uno piensa: si mis viejos no tienen trabajo, qué trabajo voy a tener yo. Es el mismo desánimo que sentimos nosotros cuando la película tuvo que postergar su estreno.
–¿Por qué a los veintipico alguien querría seguir siendo adolescente?
–En la adultez hay valores que se empiezan a perder, y entre los 20 y los 22 algo se modifica. Se termina una etapa de crecimiento; ya no vas a ser más alto ni te van a salir más dientes; vendrán canas y arrugas pero será el deterioro y no el crecimiento; es el final de una posibilidad.
Si pudiera trazarse una genealogía a partir de las tiras juveniles, “Pelito” habló de los chicos-grandes, trazados con el modelo de los ‘80, jugando a repetir los modelos de papás y mamás, interesados en armar parejas estables y en repetir modos de hablar y vestir. “Verano del ‘98”, surgido en la debacle menemista, introdujo nuevos tópicos: no crecer, no querer mirar para adelante, seguir adorando las claves de la vida escolar a los veintipico para encerrarse en el romance o la tragedia personal, pero siempre con el aspecto y las formas del niño-grande. Tal vez nadie mejor que Nicolás Mateo para representar ese signo de los tiempos: el niño-grande que trae a la entrevista el fanzine promocional de Nadar solo o el niño grande que recupera El cazador oculto como manual de uso cotidiano, o el que no falta a los recitales de las bandas de garaje que integran sus amigos (Polaroids, Interama) en los ratos libres.
–Con “Pelito”, “Clave de sol”, “Montaña rusa” y hasta con “Verano...” y “Rebelde way”, la TV contribuyó a la celebración del “siempre joven”.
–A veces esas tiras se subestiman por la baja calidad de un producto, pero yo nunca les tuve prejuicios; me generaban interés, curiosidad, quería ver qué pasaba. “Verano del ‘98” era un programa kitsch, lleno de conflictos graves, exagerados, con problemas imposibles, y eso hasta me parece rescatable. A Nico, mi personaje, le pasaba de todo: estuvo preso,la madre lo amenazaba de muerte, tenía una prima retrasada mental, el hermano era ciego, y eso generaba un tono de delirio sano.
–Gran parte de la primera plana de la actuación local surgió de alguna de esas tiras. ¿Qué marcas les dejaron?
–Creo que heredamos de la televisión un estilo de actuación marcado por la industrialización de las tiras: una manera que en algún punto parece liviana, relacionada con esa cosa rápida de la TV. Pero eso no atenta contra la emoción; es otra forma para un mismo fin, es un método de interpretación que persigue lo mismo: tratar de transmitir algo al público, generar una comunión.

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Nicolás Mateo, adolescente tardío en la película de Ezequiel Acuña.
Antes había llamado la atención con su actuación en “Verano del ‘98”.
 
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