ESPECTáCULOS › UN ANALISIS DE LA CARGA DE SEXO PRESENTE EN LOS PROGRAMAS DE LA TV ARGENTINA 2003
El año en que la pantalla se llenó de ratoncitos
Convocado por Página/12, el productor porno Víctor Maytland hizo un exhaustivo recorrido por las variantes que la televisión fue incorporando para retratar el sexo. “Rebelde way”, “Resistiré”, el fenómeno de las conductoras infantiles pulposas, “Disputas” y el experimento de “Navegando con Fede” en MuchMusic lo empujan a una conclusión tajante: “Nadie muestra el sexo como se debe”.
Por Julián Gorodischer
Los lolitos de “Rebelde way” se sacan las remeras y los pantalones, y cantan: “¡Tiempo de hacer el amor!”. Las parejas de “Resistiré” y los Gitanos del 13 agregan un semidesnudo al fondo de una canción. Las chicas de “Disputas” trabajan en la cama, pero lo que se televisa –según parece– es el tiempo libre. En “Ardetroya” se pregunta mucho a los actores: “¿Con qué te ratoneás?”. Y “Kaos en la ciudad” repite su excursión a las lesbianas, los travestis y las prostitutas. Las profesex para niños invaden los mediodías, y las tardes de Moria se llenan de reproches de alcoba. El sexo, en la tele, toma nuevas formas, y algunas son apenas el reciclado de una época anterior. La producción nacional en el cable ofrece, a cambio, variantes originales como el primer programa sin cámara: “Navegando con Fede”, de MuchMusic, un recorrido libre por páginas porno en Internet.
Víctor Maytland acepta una propuesta de Página/12: que el mayor productor porno local (aunque podría decirse, también, “el único”) mire televisión y analice su carga de sexo. ¿Y qué opina de esos paneos velados sobre las anatomías de Pablo Echarri y Celeste Cid? ¿Qué tiene para decir de la última camada de escenas sexuales en el medio local? El zapping empieza donde termina el hardcore: con las escenas “fuertes” de “Resistiré”, cuando suena “Down with my baby”, de Kevin Johansen, y la dupla central se desviste durante un lapso que va de ocho a doce minutos. La telenovela cuenta el sexo como una acción demorada, en cámara lenta, como algo que nunca termina de concretarse o, si se consuma, es lo que ocurre fuera de campo y apenas referido por los gemidos en off en los títulos. “Esas escenas de sexo no escandalizan ni son explícitas; no muestran, sugieren. Eso sí: yo les recomendaría que apunten más a lo sexual sin buscar tanto el morbo. Que cuenten el sexo sin sangre, ni cosa diabólica”, dice Maytland. Al productor le gustan los sabores puros, sin mezclas, o su traducción al lenguaje audiovisual: el primer plano de una penetración.
Por ese deseo de “hacer palo y a la bolsa” –tal vez– se enoja con el programa “caliente” de Telefé, “Disputas”, que a esta altura ya es otra cosa muy distinta a lo que prometía ser. El sexo, queda claro, es el último bastión de la censura previa: Marcelo Tinelli (productor de Ideas del Sur) reclamó una reescritura del guión demasiado subido de Adrián Caetano y Lucía Puenzo. En 2003, como pasó allá lejos y hace tiempo con “La marca del deseo” –aquel policial con Gerardo Romano y Esther Goris–, Telefé interviene para bajar los decibeles. “Se nota que ahí no está la mano de Caetano”, dice Maytland. “Es un cuento de hadas: las personas que conocen los prostíbulos saben que no tiene nada que ver con la realidad. Se parece al Lejano Oeste, con casonas de dos pisos en lugar de los departamentitos que se usan. Me extraña que queriendo mostrar una cierta crudeza hayan hecho esta tontería. Yo aportaría otra cosa: una telenovela porno (‘Zona roja’, en preparación) que trate el mismo tema desde una óptica realista, combinando el sexo explícito con un alegato ideológico. Desde Tacos altos, de Sergio Renán, todo lo que se hizo fue un bodrio.”
La lista de objeciones no termina: el productor de Secuestro XXXpress o “Expedición sex” –el primer reality porno, que emitió la señal Afrodita– tiene sus blancos personales: las profesex que “lavan culpas con los chicos” y “Rebelde way”, por entender a la lolita como una obsesión sexual. Este zapping lo deja en claro: el productor respeta una moral sexual del porno, un completo decálogo de acciones y creencias encabezadas por una cláusula central: que no participen chicos (ni actores, ni espectadores). “Yo no uso lolitas –explica–, la única vez que lo hice fue en ‘Secuestro Express’, y fue al servicio de una trama policial. Y la supuesta lolita tenía 24 años.” En cambio, la TV abierta encontró el filón erótico-infantil con Panam o Caramelito puestas a ratonear papitos, y los Erreway en escenas playeras que sugieren el fin de la virginidad. Los chicos se pasean en ropa interior y las chicas declaman: “Estoy lista”, para dar paso a la transa o muy poco más. Lo suficiente para molestar a Maytland: “Para los chicos –pide–, pongan a trabajar a profesionales, y no a minas en pelotas o a menores de edad. El sexo en programas infantiles no me parece adecuado”.
Si el reality show fue el ingreso a la pantalla del sexo de la gente común (insinuado en “Gran Hermano” o más explícito en “Confianza ciega”), Maytland se subió a la ola para crear “Expedición sex”, un encierro colectivo en una isla del Delta con vía libre para las orgías y el intercambio de parejas. En cualquier caso, el productor opina que el reality condujo las cosas de la peor manera. “Usé a la gente y me arrepiento”, asume. “Se empuja a los participantes a que exhiban públicamente el sexo, y eso no vale nada. No me gustan las traiciones que surgieron: los amigos se empezaron a odiar y terminaron todos peleados.” ¿Razones para explicar un fracaso? La consigna “mostrarlo todo” o “la vida en directo” siempre frustra una promesa. El reality se asume como reflejo y produce una distorsión. “Yo prefiero contar las maneras con que se ratonea el argentino pero a través de la ficción.”
Según parece, en ese ranking encabeza la masturbación, y por eso Maytland mira con interés la experiencia de “Navegando con Fede”, viaje virtual a través de páginas porno en Internet, una curiosa democratización de los sitios restringidos. El ciclo (que conducen Iván Romanelli y Federico Mércuri) se transmite sin cámara y terminó siendo el más visto de MuchMusic. Pone, apenas, en pantalla el sitio web, y no respeta ningún filtro en los contenidos. “Internet es así”, dice Maytland. “Lo que antes costaba hoy es gratuito y eso mata a la producción. Pero en mi película Intersex, que planeamos estrenar este año, yo prefiero concluir con una moraleja: no hay nada más lindo que el contacto físico.”