ESPECTáCULOS › ARTE VISUAL, DJ’S Y MODA EN EL “SOUND + VISION”
Tiempos de retro-modernidad
Por Javier Aguirre
Proyecciones de varios metros de altura muestran burbujas de colores atravesando líquidos y arenillas, DJ’s escondidos entre los árboles atacan con la más eufórica música electrónica, manos llenas de anillos revisan carteras, ropa neohippie y bijou (¡más anillos!); una lupa sirve para apreciar cuadros en miniatura, y unas chicas que tienen todo para ser promotoras invitan a sentarse y a probar empanadas hindúes, o a tomar jugos frutales o tragos. En ese clima de retro-modernidad –combinación del perenne revival del espíritu sixtie, con la excentricidad urbana y la convivencia natural con la tecnología tan propias de los noventa., y al amparo de la invencible oscuridad de Palermo de noche, más de veinte atracciones (fotógrafos, pintores, diseñadores, diapositivas, DJ’s, cocina, barmans) formaron la propuesta del Festival gratuito “Sound + Vision”, que convocó a unas 2000 personas en el predio de Casa Joven, frente al Planetario.
Teniendo como hilos conductores al maratón de DJ’s (pasaron doce, siempre en dos pistas simultáneas, entre las 19 del viernes y las 6 de la mañana del sábado) y a las cuatro pantallas en las que se proyectaban fotos, pinturas y diversas formas de arte visual, el festival presentaba un escenario por momentos desconcertante para su visita, debido a la oscuridad, a la distancia entre las atracciones y a la simultaneidad de las propuestas, que invitaban a una observación itinerante. Los espacios para música electrónica, por los que pasaron algunos reconocidos DJ’s jóvenes de la escena local como Boeing, Indamix, Bad Boy Orange y DJ Tortuga, presentaban dos propuestas distintas: una con house, una de las formas de música dance que más agresivamente convoca al baile; y la otra, más relajada, con ambient, la versión más cercana a lo “funcional” provista por la música electrónica. El avance de la noche fue enfatizando el lugar de la música electrónica en el evento, ya que la gente que iba llegando se incorporaba directamente a las pistas. En cuanto a las proyecciones de diapositivas, las pantallas que más adhesión generaron fueron las de Lorena Celeznoff (impactante, sus colores filosos se destacaron sobre las paredes del edificio de Casa Joven) y Bernie Heredia (incluyó imágenes gigantes de pequeños animalitos –¿sea monkeys?– agonizantes): cada una de ellas, con toda justicia, generó su propio grupo de hechizados observadores.
Una de las curiosidades del festival fue que tenía el status de “sólo para mayores de 18 años”, restricción de difícil justificación más allá de la aparición de algunos desnudos entre las fotografías proyectadas, o de la venta de bebidas alcohólicas. Sí pareció oportuna, en cambio, la presencia de representantes de Defensa Civil y no de policías, idea muy propicia para evitar lo chocante y contraproducente que suele resultar en los ambientes festivos la aparición de efectivos policiales para la “disuasión”.
El balance general del evento fue positivo: unificó en un espacio gratuito y al aire libre elementos de una muestra artística con aspectos de la cultura de discoteca, ya que había pistas, lugares para sentarse, y gente que iba y venía, como en una fiesta abierta. Cuesta creer que, al menos durante el verano, la ciudad no cuente con espacios de esta naturaleza todos los fines de semana.