ESPECTáCULOS

Cómo destruir al mismísimo Jim

En el unipersonal que estrena esta noche en el Rojas, el actor Mariano Dorr traza un retrato tan polémico como irreverente del líder del legendario grupo The Doors. “Me gusta coquetear con lo bizarro”, se justifica.

 Por Silvina Friera

Destruir mitos del rock no es una tarea sencilla. Hay que lidiar con la devoción póstuma y la idolatría que retroalimenta ese Olimpo imaginario de dioses paganos. Inspirado en la vida de Jim Morrison, el actor Mariano Dorr se propone derrumbar nada menos que al inmolado líder de los Doors, una de las figuras más emblemáticas de fines de los 60, con Morrison, unipersonal que reinaugura el ciclo “Almíbar”, en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038), hoy a las 23, con entrada libre. “Me gusta coquetear con lo bizarro”, cuenta Dorr en la entrevista con Página/12. “Tomé una frase de la película de Oliver Stone, cuando el cantante pregunta: ‘¿Quién de todos ustedes está vivo?’. Me burlo mucho de la visión cerrada que tiene la sociedad sobre las drogas”, comenta el actor, que el año pasado participó también del ciclo con Jesús detrás de ti. “En la obra hago una parodia de uno de los recitales de Jim en Miami, en 1969, cuando aparece la policía y le dice: ‘Señor Morrison, usted ha llegado demasiado lejos’. Lo detienen por actos obscenos y por contaminar a los jóvenes con su rebeldía.”
El ciclo de unipersonales “Almíbar” comenzó el año pasado en el bar del Centro Cultural Rojas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La acotada espacialidad del lugar impone explotar las cualidades actorales, la calidad de los textos y la conexión con el público. A partir de julio de 2001 se sucedieron experiencias como El gaucho psicótico de y con Pablo Adamovsky, Olvido, de Bernardo Cappa, con la actuación de Andrea Vázquez, y Fe de ratas, con Rosario Güenaga, basado en textos de Copi. “Me siento muy cómodo haciendo el unipersonal porque hay todo un despliegue de personajes que van saliendo como de un comic, están todos juntos conversando, es una polifonía, un juego de voces”, subraya Dorr, admirador del lenguaje del animé japonés, que incluye en la mayoría de sus performances. “No es el monólogo típico que tira ideas a través de un personaje concreto. En Morrison, una suerte de maestro de ceremonias intenta presentar una historia apócrifa del rock, completamente arbitraria. De repente empieza con Morrison y se empecina con el costado de las drogas. Al locutor se le va de las manos la situación, la historia lo absorbe, empieza a mutar y entrar en una especie de esquizofrenia”, aclara el actor, que ofrecerá cuatro funciones de su unipersonal, todos los viernes a las 23 (hasta el 22 de marzo).
Hurgar en el mito Morrison (“el evangelista del ácido del rock”, “el misionero del sexo apocalíptico”, entre otras caracterizaciones), explorar la teatralidad del personaje y su música le permitieron al actor encontrar cierta atmósfera teatral inspirada en Antonin Artaud y su Teatro de la crueldad en el primer disco de la banda (The Doors, 1967). “Jim está perdido en lo suyo, no hace pie nunca, está siempre en el aire”, sugiere Dorr. “La única solución ‘moral’ para el problema de las drogas es llamar a la policía. En el medio de esa escena canto ‘Light My Fire’, una traducción al castellano bastante patética. Después de esta canción la historia se acelera, aparecen los músicos que no saben qué hacen con Jim y todo concluye en una mini sesión de espiritismo buscando a Jim en el cielo”, detalla el actor. “The Doors fue muy importante para el rock, pero no diría que es una banda que hay que escuchar sí o sí. Creo que hay que escuchar Velvet Underground, de la cual quizá no podría burlarme.”
–¿Por qué entonces hay que destruir el mito de Morrison?
–Todo mito es una solemnidad y justamente por eso hay que destruirlo. El mito de Jim está relacionado con el exceso en la experimentación con las drogas, su rebeldía y una vida escandalosa. Oliver Stone está todo el tiempo mostrando eso, pretende hacer algo solemne de su figura cuando en realidad me parece que es un fantasma en la historia. Tanto Morrison como Jesús... surgieron a raíz de la impresión que me provocaron la película de Stone y La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese.
–¿Qué opinión sobre las drogas refleja en el unipersonal?
–Crecí con un montón de prejuicios en el seno de una clase media católica de zona norte, y por suerte uno trata de desmantelar ese maniqueísmo del drogadicto perdido con el que me educaron. Nunca dejo de tenerle cierto respeto a las drogas. Lou Reed decía que “hay pocas cosas tan agresivas como inclinarte en una mesa ratona a aspirar cocaína”. Igual no está mal agredirse. No me parece tan mal que alguien decida morirse experimentando con las drogas. Lo mejor que hizo Jim fue experimentar consigo mismo.

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A pesar de su admiración por el personaje, Dorr lo saca del mármol.
 
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