ESPECTáCULOS
“Siempre me obsesionó la ciudad balnearia vacía”
Así justifica el director Mariano Llinás la idea detrás de “Balnearios”, el film que brilló en el Bafici y ahora se estrena en TV.
Por Martín Pérez
Un par de años atrás, a la hora de preparar la sección “Lo Nuevo de lo Nuevo”, dedicada al cine argentino dentro del IV Festival de Cine Independiente porteño, sus programadores decidieron apostar a los documentales. Pero, tal como se puede leer en el catálogo de aquella edición 2002, hablaban del género sin otorgarle una jerarquía cinematográfica inferior a las mejores obras de ficción. “Son fruto de una confrontación de un director con su material, obras plenamente creativas, de tal modo que la distinción entre documental y ficción se hace irrelevante.” Junto a obras como Ciudad de María, Por la vuelta, Las Palmas, Chaco o La televisión y yo, destacaba la inclusión de Balnearios, de Mariano Llinás, un pseudodocumental caprichoso y atípico, en el que su creador, lejos de enfrentarse con su material, parecía mantener con él una extraña complicidad.
Tan atípico y fuera de norma –así se lo describía en el catálogo oficial de aquella muestra– resultó Balnearios, que terminó siendo la gran revelación del panorama cinematográfico del año pasado. Ganador del Cóndor de Plata al mejor videofilm, la decisión de Llinás de no ampliar su trabajo a 35mm en busca de una explotación comercial que en principio consideraba esquiva terminó creando una vía de exhibición propia. Aquella máxima que asegura que si un buen producto no encuentra un lugar dentro de las categorías tradicionales, termina creando su propio espacio, se hizo verdad. Como videofilm, de hecho, el éxito de Balnearios terminó creando casi por sí mismo el exitoso espacio para documentales en ese formato que existe en el Malba.
Con su estreno televisivo de esta noche –por I-Sat, a las 23–, Balnearios desplegará por primera vez su envidiable libertad narrativa a través de un medio que es el indicado para la definición de su imagen. Opera prima de Mariano Llinás, estudiante y luego profesor de la Universidad del Cine, este videofilm está estructurado de manera episódica, recorriendo cinco historias o ideas alrededor del tema explicitado en su título. “Es una película que nace de unir lugares muy diferentes e ideas muy distintas”, cuenta Llinás, que asegura haber ido atesorando las historias que aparecen en su trabajo durante mucho tiempo. “Soy un veraneante nostálgico, así que siempre me obsesionó la idea de la ciudad balnearia vacía y fantasmagórica, fuera de estación. Algo que no deja de ser una idea fellinesca, digna de lo fanático que soy del director italiano.”
Considerada en un principio por su propio autor como apenas “un ejercicio simpático con el que me divertí mucho”, Balnearios es para Llinás una película disparatada y alegre, pero que fue hecha con cierto rigor. “Llegó un momento en que, con tantas excentricidades, perdimos la línea de la seriedad y la vergüenza. Pero porque la misma película estaba pidiendo eso”, explica el director, hermano de la actriz y humorista Verónica Llinás, y que hacia la época del estreno de su film en el Festival de Cine se declaraba fanático del cine de Pablo Trapero y de La ciénaga. Con narración en off de Mario Mactas y de José Palomino Cortés –cuya voz se escucha en El Descanso y, más recientemente, en El fondo del mar–, Balnearios muestra su mejor rostro en su segundo capítulo, una desopilante descripción de la lógica veraniega que recuerda a lo mejor de Roberto Fontanarrosa. Pero los demás capítulos no le van en zaga. Entre ellos la historia del hotel abandonado de Mar del Sur, la ciudad submarina de Miramar o el protopopulismo peronista del desopilante e irreal Zucco.
“Las filmaciones caseras que hay al comienzo de la película son de mi familia y mis amigos. Ahí se la puede ver a mi hermana, que es la que lee el texto, por ejemplo. Pero yo no aparezco nunca en cámara. Y me emociona mucho ser el que no está pero mira”, confiesa Llinás, que asegura haber escrito el guión de su película de corrido, en el orden en que aparececada uno de los capítulos de su historia. Y que uno de los secretos de tanta libertad fue haber trabajado con un equipo muy reducido, que se sintió muy cómodo con el trabajo realizado. “Soy de Barrio Norte pero siempre veraneé en Villa Gesell, cuando mis vecinos se iban a Punta del Este. Así que se puede decir que es una película nacida de mi culpa de clase”, bromea.