ESPECTáCULOS › SALUZZI TOCO CON LECHNER Y GANDINI
Imperio de los sentidos
El gran bandoneonista salteño se presentó en Buenos Aires con
una cellista alemana y un pianista y compositor ligado a la música
contemporánea. El resultado deslumbró a la multitud que asistió.
Por Diego Fischerman
El comienzo del documental que filmó Daniel Rosenfeld sobre Dino Saluzzi remite a otra película. Allí, como en la versión de La flauta mágica de Mozart dirigida por Bergman, las que cuentan lo que sucede en escena son las caras de asombro del público. Y lo que estaba sobre el escenario, en el film de Rosenfeld, era un bandoneonista apenas acariciando la botonera de su instrumento, jugando en el pianissimo hasta el extremo de la percepción, tomando apenas un gesto de la rítmica del tango para extrapolarlo, para hacerlo decir otra cosa. Podría pensarse que se trata del sortilegio que ese extraño instrumento es capaz de provocar en europeos ávidos de exotismo. Pero no. Dino Saluzzi, inflando y desinflando ese fuelle que alguna vez intentó convertirse en un órgano portátil y que llegó a Buenos Aires por casualidad, logra el mismo efecto que en esos territorios ajenos, en esta ciudad que terminó apropiándose de (y apropiada por) el bandoneón.
En su nuevo regreso, el músico salteño, que vive buena parte del tiempo en Europa, presentó (casi como en un ensayo público) lo que está preparando para su próximo disco en el sello alemán ECM, un dúo con la extraordinaria cellista Anja Lechner. Esta intérprete, miembro del Rosamunde Quartet (con quien Saluzzi grabó la obra –o conjunto de obras– Kultrum), dueña de una afinación impecable y una seguridad pasmosa, frasea con detalle exquisito, usa el vibrato (y no se deja usar por él), intercambia papeles con el bandoneonista, lo acompaña o toma la delantera, y siempre con el tono justo.
La perfección no quita lo apasionado, en todo caso, y Lechner es capaz de sonar con el aliento preciso del tango, de navegar a la par de los cambios rítmicos y de matices del bandoneonista y, también, de asombrar con una versión notable del Preludio de la Suite Nº 1 que Johann Sebastian Bach escribió para cello solo.
En el concierto participaron también Gerardo Gandini en piano y José Saluzzi, hijo de Dino, guitarrista y, tal vez, quien tuvo menos claro su papel (a veces superponiéndose con el cello, a veces con el piano). Uno de los grandes aciertos del concierto fue variar las instrumentaciones, yendo de los cuartetos a los dúos, tríos y solos. Gandini, atento al color y al valor percusivo de algunos toques, el bandoneón y el cello fueron los protagonistas en temas de Saluzzi (“Esquina”, “Consensus”, “Agustina”, entre otros) y de Gandini (“La nube” y “Lluvia”, ambos escritos originalmente para el cine, para peliculas de Pino Solanas y Fito Páez, respectivamente).
El otro ingrediente clave de la velada resultó el público que, a pesar de la aguda crisis argentina (o tal vez a causa de ella), colmó la sala y llevó a los organizadores a agregar una nueva función el próximo viernes.