ESPECTáCULOS
“Con un pueblo ignorante, la democracia es farsa”
El grupo Mascaró Cine Americano presentó un documental que registra un mítico programa de alfabetización de 1974, imágenes salvadas de la dictadura por milagro.
Por Karina Micheletto
Treinta años atrás se ponía en marcha en el barrio Villa Obrera de Colonia Centenario, Neuquén, un proyecto de alfabetización de adultos que se planteaba seguir el enfoque pedagógico y político de Paulo Freire: la educación para la liberación y no para el disciplinamiento. La experiencia, que resultó aislada por el rumbo que tomó el país después de 1974, podría haber quedado guardada sólo en la memoria de quienes participaron, como alumnos o pedagogos, de aquel proyecto pionero, que precedió una breve campaña nacional de alfabetización durante el gobierno de Héctor Cámpora. Pero al fotógrafo Raúl Rodríguez se le ocurrió que tenía que quedar documentada, pidió prestada una cámara Bolex y se largó a filmar en dieciséis milímetros lo que pasaba adentro y afuera de la escuela de Villa Obrera. La filmación se salvó de la censura de la última dictadura militar por una etiqueta: la rotularon como “publicidad de vino Rojo Trapal”, y la guardaron entre muchas otras en un laboratorio. Ahora, el grupo Mascaró Cine Americano, formado por egresados de periodismo de la Universidad de las Madres, tomó esas imágenes para realizar el documental Uso mis manos, uso mis ideas, en el que rescata aquel proceso de aprendizaje como una herramienta de transformación social.
La película se proyectó ayer en el Café de las Luces. Luego se formó un panel de debate integrado por Marta Maffei, secretaria general de la Ctera; Elsa Pallavicini, la docente de Villa Obrera; Rogelio Córdoba, intendente de Colonia Centenario durante 1973; Manuel Gómez, director de Educación del Adulto y el Adolescente de la Ciudad; Jorge Ceballos, del movimiento Barrios de Pie; Néstor Fuentes, del Instituto Indias; Daniel Daglio, del Instituto Jauretche de Neuquén, y los realizadores del film.
Es difícil imaginar que las imágenes en 16 mm pertenecen a un cineasta novato y, sin embargo, según aclara Rodríguez en la película, ésa fue la primera vez que tomó una cámara. “Les dije a los alumnos que así como ellos iban a aprender a leer y a escribir, yo iba a aprender a filmar. Sólo sabía que era necesario dejar un registro de lo que estaba pasando ahí, y con esa idea me moví”, cuenta el fotógrafo. La cámara de Rodríguez sigue a los protagonistas hasta sus lugares de trabajo: la recolección de la fruta, las líneas de empaque o la construcción. El documental de Mascaró actualiza las historias: va a buscar a los protagonistas a los lugares en que fueron filmados treinta años atrás, aunque no logra la belleza de las imágenes originales. Pero también pone en contexto la experiencia, precursora de las campañas nacionales de alfabetización, con imágenes de la asunción de Cámpora, de Ezeiza y del golpe militar en Chile. “Contra toda la metodología que indica que en las primeras letras nunca se enseñan las letras compuestas, el 11 de septiembre tuve que escribir ‘Chile’ en el pizarrón, porque no se hablaba de otra cosa”, recuerda en el film Pallavicini.
Puertas adentro de la escuela no sólo se aprendía a leer y a escribir. También se relataban las experiencias del día de trabajo y se discutían los problemas del barrio. Así surgió la construcción de una guardería, que es la única con la que hoy cuenta el barrio, y la conexión de agua potable. En una clase se les preguntó a los alumnos para qué querían aprender. La filmación de Rodríguez muestra los cuadernos con las respuestas, escritas con el trazo zigzagueante de las primeras letras: “Para aprender ortografía” (Carmen). “Para saber defendernos” (Manuela). “Para concientizarnos, yo, mi mujer, mis hijos y mis compañeros” (Genaro). “Para que no nos jodan más” (Ana). “El docente que escribe en el pizarrón ‘Uso mis manos, uso mis ideas’ está enseñando que aprender es resistir, organizarse, ser sujeto protagonista de la historia. Esa era la dimensión libertaria de proyecto de cientos de miles de militantes que teníamos claro que la pedagogía es política”, aseguró Marta Maffei durante el debate. “Hoy, la educación dejó de ser el instrumento para el desarrollo humano. Se transformó en el instrumento de una política social de contención, donde los trabajadores de la educación somos psicólogos,sociólogos, asistentes sociales y en los ratos libres tratamos de enseñar. Esto es nefasto: con un pueblo ignorante, la democracia es una farsa”, completó la dirigente.
Pallavicini puso en contexto su experiencia al frente del aula: “La escuela de Villa Obrera fue posible porque la política y la educación respondían a un proyecto de país. Se me ocurre que eso es lo que tenemos que rescatar de la película: que tenemos derecho a exigir un proyecto de país”. En el panel hubo acuerdo en que esa escuela fue posible en otro contexto, y el clima de época que recorre el film lo ratifica: “Había un señor que no podía escribir con letras chicas, y más tarde descubrimos que tenía un problema de vista. Un día se puso mal porque decía que él no servía para escribir en un cuaderno. Y otro señor, muy motivado, le contestó: ‘Pues tendrá que escribir en las paredes, compañero’”, se recuerda en el film. También se llegó a una conclusión: sigue en pie el desafío de transformar la educación en una herramienta de cambio.