ESPECTáCULOS › OTRA JORNADA MULTITUDINARIA EN EL COSQUIN ROCK
Fiesta en la Próspero Molina
Por Miguel Mora
Desde Cosquín
“Gracias por hacernos sentir como en casa”, dijo Paco, guitarrista de Molotov ante la primera ovación generalizada de una plaza con más de 20 mil personas, en la segunda noche del Cosquín Rock. Lo de los mexicanos fue uno de los grandes momentos del viernes, donde los grupos principales no se sacaron ventaja y le dieron forma a una jornada de fiesta multitudinaria. Así, Molotov, Babasónicos y Las Pelotas dieron tres shows dignos del cierre de cualquier festival. Apenas pasada la medianoche, y durante una hora, el primer grupo internacional de renombre que se presenta en el megaencuentro se hizo cargo de la expectativa y aprobó el examen.
En esta segunda jornada, el rock empezó desde temprano, cuando a Viticus los veinte minutos de su set le bastaron para que todos los que ya llenaban la plaza, y que en su mayoría esperaban a los números principales, cabecearan al ritmo de algún tema nuevo como El Gallo o clásicos de Riff como Mucho por hacer. A ellos les siguieron los chilenos Weichafe y Cabezones, que con una formación renovada marcaron diferencias con años anteriores y salieron a comerse el escenario. A fuerza de entrega y las buenas canciones de su disco Eclipse, consiguieron retirarse bajo una salva de aplausos. Sin embargo, la primera gran sorpresa llegó con Carajo, que coronó una presentación potente tirando al público rollos de papel higiénico envueltos con la inscripción de su hit Sacate la mierda: en vez de guardarse semejante souvenir, la gente optó por devolverlos al escenario convertidos en una suerte de serpentinas de la miseria. La escena fue la más impactante y espontánea, y los rollos desperdigados por todo el escenario fueron la escenografía de un set potente, abruptamente cortado (por haberse excedido en el tiempo pactado) en la mitad de El Vago.
Entre Callejeros y ese homenaje stone autofestejado de La 25, los uruguayos de La Vela Puerca decidieron no perder el tiempo. Los mejores temas de sus dos discos fueron suficientes para confirmar que los orientales son una de las bandas que mayores créditos abre en su futuro. Temas como Por dentro y El huracán suenan aún más contagiosos que en el estudio, y así fueron coreados a pura garganta por la gente. Ya entrada la noche, Almafuerte tuvo que luchar contra algunos problemas de sonido y un poco más contra su propio enojo. Por más que las canciones de Iorio no relaten episodios felices y agradables, realmente no hace falta entre un tema y otro expresar a viva voz “¡manga de putos!”. Afortunadamente, inmediatamente ganó el escenario Molotov: apoyándose en su buen historial y en su potente último disco Dance and dénse denso, los mexicanos ametrallaron con una batería de hits que incluyeron Here we kum, Hit me, Voto latino y Frijolero. Con eso les alcanzó para marcar diferencias y redondear una presentación divertida, convincente y con reiteradas dedicatorias a George Bush Jr., como en Chinga tu madre.
Con los horarios bastante corridos de lo estipulado, cerca de las dos de la mañana Babasónicos arrancó con la provocación de Y qué (“Sí, estoy mirando a tu novia ¿y qué?”). De impecable traje blanco con la inscripción “Ladies Di”, mocasines a tono incluidos, al cantante Adrián Dárgelos –como ya es sabido– no le hace falta un diálogo con el público para metérselo rápidamente en el bolsillo. Irresponsables, Sin mi diablo y Once, a pesar de pertenecer a su reciente disco Infame, ya parecen clásicos dentro del set del grupo. Como varios de los que pasaron por el escenario Atahualpa Yupanqui, los de Lanús también debieron lidiar con los caprichos del sonido. Aun así se las arreglaron para mover a la gente con los aires duros de Calmado, matamos al venado y el tono disco de Fiebre roller, pero cuando abordaron momentos como el bolero Mareo, la impaciencia de un público que exigía agite para el rito de las bengalas y el trapo se hizo sentir: el bis de Putita llegó con un fondo sonoro de silbidos peloteros.
A pesar de la hora y lo agotador de la jornada, Las Pelotas salió al ruedo para enfrentarse a un público encendido, gustoso de tener al fin al grupo radicado en Nono como número de cierre (“A nosotros cerrar o no en Cosquín no nos provoca nada, está bueno tocar pero es lo mismo hacerlo en el lugar 1 que en el 16”, había dicho el guitarrista Tomás Sussman durante la tarde) y con una lista bien cargada. Para los que hicieron exhibición de aguante –pasadas las cuatro de la mañana, hubo algunos que eligieron sentarse frente a las pantallas situadas a los costados–, el show de Alejandro Sokol, Germán Daffunchio y compañía pagó con creces. Recurriendo a su más reciente disco, Esperando el milagro (del que, claro, sonó el hit 2003 Será), pero también a La clave del éxito y Capitán América –con los músicos arrojando remeras al público–, Las Pelotas dio un show caliente, coreado de principio a fin. El cierre fue a todo trapo, con el clásico de Sumo Debedé (“No podemos irnos sin tocar este tema”, comentó Daffunchio) y el final definitivo con Cazador.
Anoche, al cierre de esta edición, Los Auténticos Decadentes empezaban a calentar el tramo final de una grilla que agrupaba un combinado con ecos de los ‘80 (Palo y la Fuerza Suave, La Portuaria), algunos debutantes en el festival como Los Violadores y Pericos, y otros reincidentes como Pappo y Fito Páez, con un cierre inevitablemente impredecible a cargo de Charly García. Otro capítulo de una cita serrana que ya es todo un clásico, y que hoy dará las hurras con Los Piojos, Luis Alberto Spinetta, León Gieco y Melingo, entre otros.