ESPECTáCULOS › "EL ABRAZO PARTIDO" GANO EL SEGUNDO PUESTO EN EL FESTIVAL
Dos osos berlineses para un abrazo
La película argentina ganó el Oso de Plata de Berlín, y también su protagonista ganó el suyo. Con este premio, uno de los mayores del mundo, El abrazo partido se aseguró la distribución en Europa.
Página/12, en Alemania
Por Luciano Monteagudo, desde Berlín
“Cuando la gente del festival me sugirió que me quedara en la ciudad, porque la película podía estar entre las premiadas, ya no me pude dormir, pasé casi toda la noche en vela”, cuenta ya un poco más sereno Daniel Burman, mientras recibe llamados de su familia desde Buenos Aires. Pero la vigilia valió la pena: su cuarto largometraje, El abrazo partido, ganó ayer (sábado) el Oso de Plata del Festival de Berlín, el segundo premio de una de las tres muestras más importantes del calendario cinematográfico internacional, junto con Cannes y Venecia. No sólo eso: la película de Burman también le valió el Oso de Plata al mejor actor para su protagonista, Daniel Hendler.
“Con mis otras películas ya había ganado en algunos festivales más pequeños, pero es tan profundo el efecto de estos premios en la Berlinale que siento que dejan una estela que hay que saber manejar con responsabilidad, sin confundirse”, señala Burman a Página/12, mientras se prepara para la gala de la noche, en la que él y Hendler recibieron oficialmente sendos Osos con que la edición número 54 de la Berlinale abrazó su película.
Basada en un guión original del propio Burman, escrito en colaboración con el novelista Marcelo Birmajer, El abrazo partido es un mosaico de historias y anécdotas que giran alrededor de Ariel Makaroff (Hendler), un muchacho de familia judía que vive y trabaja con su madre, en una galería comercial del Once. El padre alguna vez los abandonó, con la excusa de irse a pelear por Israel en la guerra de Yom Kippur, y a partir de esa ausencia el protagonista intenta construir su identidad, con los escasos recuerdos que le quedan de esa figura borrosa, con unos papeles que pretenden demostrar su ascendencia polaca para irse a probar suerte a Europa, o simplemente cuestionándose lo poco que ha hecho de su vida, que transcurre en ese micromundo que es la galería, un verdadero cóctel multicultural, donde se mezclan judíos porteños, coreanos, peruanos y descendientes de italianos, en una realidad que no es precisamente fácil pero que el film de Burman tiene el buen tacto de no dramatizar por demás.
“Ya estábamos muy contentos con las reacciones que había despertado la película en su proyección oficial: el público respondía aun a aquellos guiños o momentos de humor que yo pensé que eran sólo míos y se estableció una complicidad y una comunicación con el público totalmente impensada, porque acá tenían que leer unos subtítulos kilométricos en alemán”, afirma Burman, que planea estrenar su película en Buenos Aires el 1º de mayo. Mientras tanto, El abrazo partido ya tiene asegurada su distribución en Francia, Italia, España, Alemania, Austria, Rusia, y Polonia, a la vez que los premios de Berlín posicionan muy bien a la película de cara al inminente American Film Market, “donde hay posibilidad de lograr también una buena distribución en los Estados Unidos”, supone el director.
Todo un veterano de la Berlinale, en la que debutó hace siete años con su opera prima, Un crisantemo estalla en Cincoesquinas, Burman (30 años) no sólo participó del festival con su nueva película sino también del flamante Co-Production Market, una nueva iniciativa de la muestra alemana para ayudar a los realizadores y productores a encontrarse mutuamente y establecer bases de cooperación. “Es una reunión para que la información circule de la manera más democrática posible”, apunta el director de Esperando al Mesías. “Yo viene con un proyecto titulado, por ahora, Raquel Liberman, que está todavía en su primera fase de desarrollo y que seguramente va a cambiar mucho, pero este primer encuentro fue muy positivo.”
La Berlinale fue particularmente generosa este año con el cine argentino. Además del doble premio a El abrazo partido, el festival honró a Pino Solanas con un Oso de Oro por su trayectoria, en el marco del estreno mundial de su nueva película, el documental Memoria del saqueo, que se verá en Argentina a partir del 18 de marzo. Por su parte, en la competencia internacional de cortos recibió una mención especial el film Public/Private, de Christoph Behl, un alemán que estudió en la Universidad del Cine de Buenos Aires, mientras que en el Berlinale Talent Campus, dedicado a cineastas jóvenes y a sus primeros proyectos, fue distinguido Martín Romanella. Hay que retrotraerse al premio Alfred Bauer que recibió La ciénaga en el 2001 y, más atrás en el tiempo, al Oso de Plata que ganó Miguel Pereira por La deuda interna, en 1988, para encontrar otros años tan favorables al cine argentino en la Berlín.
Por su parte, el jurado presidido en esta edición por la actriz estadounidense Frances McDormand e integrado, entre otros, por la directora iraní Samira Majmalbaf, parece haber privilegiado en su palmarés aquellos films que plantearon el tema de la multiculturalidad. El Oso de Oro al mejor film quedó, por primera vez en muchos años, para el cine alemán, con Gegen die Wand/Head On, de Fatih Akin, un director nacido en Hamburgo, de origen turco, que se sumerge una vez más en los problemas de la diáspora de su comunidad en su país de adopción. El cine de Akin siempre ha trabajado en esta misma línea, como lo demostraron sus films anteriores, conocidos en Argentina gracias el Goethe-Institut: Rápido y furioso y En julio, además de un documental en primera persona que seguía la traza de la propia familia de Akin hasta los suburbios de Estambul. Este premio mayor viene a su vez a darle una mayor proyección internacional al cine alemán, que está reconquistando no sólo su mercado interno sino también volviendo a salir al mundo, como sucede desde la Berlinale del año pasado con Goodbye, Lenin!, de inminente estreno en Argentina.
A su vez, los grandes perdedores fueron los grandes nombres. Era cantado que Triple Agent, de Eric Rohmer, se iba a quedar con las manos vacías, por su aridez narrativa, pero también el griego Theo Angelopoulos, el inglés Ken Loach y el estadounidense Richard Linklater se fueron de la capital alemana con las manos completamente vacías.