ESPECTáCULOS › “EL VIVO DE LEON”, PASADO Y PRESENTE DE GIECO EN PANTALLA
La mamá de Jimmy ahora tiene DVD
A años luz de su humilde llegada a la Capital, Gieco aparece aquí en plena comunión con la gente que llenó tres funciones del Luna Park. Con escenas de backstage y entrevistas, el DVD es un certero reflejo del artista y su público.
Por Eduardo Fabregat
“A mí en realidad nunca me gustaron los discos en vivo. Hasta que empecé a descubrir, como en todas las cosas, discos en vivo de Bob Dylan, de James Taylor, y entonces empecé a analizar que era cuestión de mezclar bien, eso de dejar registrado lo que pasa en vivo”. La declaración de León Gieco sirve como una de varias explicaciones para El vivo de León, que hasta hace poco era un doble CD de audio y ahora acaba de aparecer en el formato DVD. En una entrevista incluida en el disco, Gieco avanza más sobre el tema: “Uno no se da cuenta porque lo vive todos los días, parece que es normal... que lo anormal es hacer un disco nuevo, en un estudio de grabación. Uno no tiene la conciencia de que eso tiene que estar registrado. Y tampoco sabés cuándo registrarlo, los temas por ahí tardan mucho tiempo en ser conocidos, mucho tiempo en que la gente logre cantarlos. Entonces, ¿en qué momento hacés el disco?”, se pregunta y se responde: “Tenés que buscar el momento en que la gente se manifieste con vos”.
La última frase es la clave del asunto. Los días 3, 4 y 5 de octubre de 2003, Gieco y su banda concretaron tres conciertos a sala llena en el Luna Park, como representación de Bandidos Rurales, pero también como un nuevo capítulo de la fraternal relación entre León y la gente, “su” gente, a la que en otro pasaje de la misma entrevista define como “la mejor que hay”. El vivo de León no es sólo el registro de esos shows sino un emocionante testimonio de hasta qué punto el santafesino y su público se vuelven una unidad casi inseparable. Basta poner el primer tema de la lista para comprenderlo sin necesidad de mayores argumentos: a capella, León ofrece una emotiva versión de Cinco siglos igual, y el Luna se convierte en un coro sólido, entregado a esa línea de comunicación que identifica al artista y lo que quiere decir con personas que creen firmemente en lo que están cantando. Lo sienten. “Cuando estás solo hacés participar a la gente mucho más: es un amigo que te está incitando a cantar”, señala León. “Es el invitado más importante. La gente actúa como un artista, cantan muy bien, cantan afinando porque lo hacen colectivamente”.
Lo que propone el primer DVD de Gieco (en la época de su humilde llegada a la Capital, ¿podría el músico imaginar, aun en su sueño más delirante, estar hablando de algo como el DVD de tres Luna Park?) es una prolongación y recreación de aquella ceremonia colectiva. Luis Gurevich (teclados, acordeón), Aníbal Forcada (bajo, charango), Marcelo García (batería, percusión, cajón peruano) y el Dragón Moglia (guitarra) acompañan a León en un recorrido por esas canciones que encienden la piel de sus seguidores, “gente que quiere cambiar las cosas, que sabe que va a compartir una cosa ideológica entre todos”. La definición de León encuentra su confirmación en una serie de minirreportajes realizados en la puerta del Luna e incluidos en el DVD, que van de una familia de La Quiaca, con su correspondiente bandera, a memoriosos que dan cuenta de su primer show allá en los ‘70 y la alegría por poder compartir hoy la experiencia con sus hijos adolescentes.
En el escenario, Gieco va de piezas recientes como El imbécil, Los Salieris de Charly y Ojo con los Orozco (donde los tambores corren por cuenta de El Choque, el grupo de percusión no tradicional invitado para el Luna y el posterior show del estadio de Ferro) a títulos imprescindibles para el retrato como Hombres de hierro, En el país de la libertad, La cultura es la sonrisa, La Navidad de Luis, Guantanamera, Pensar en nada, La mamá de Jimmy, El fantasma de Canterville y, claro, Sólo le pido a Dios. Acompañado por cuatro bonus tracks, escenas de backstage y un CD de audio con todo Bandidos rurales en vivo, el DVD completa así el registro del momento que pretende el protagonista. Y sirve, también, como tributo aun músico que en esos mismos días se estaba despidiendo para siempre. “Todo esto tuvo un signo especial desde el punto de vista que se quiera mirar, desde lo profesional, desde el cariño y el amor que entregó la gente, desde lo comercial si se quiere, y por lo que estaba pasando con Eduardo Rogatti”, cuenta Gieco. “No era un concierto más, era un show donde iban a quedar registrados todos sus solos, sus melodías, incluso temas que compuso él, como El imbécil. No concebíamos que no tocara, y él absorbió esa onda que le tiramos y pudo tocar el viernes, y el sábado y domingo ya no pudo. Una semana después falleció, y eso nos cambió mucho, en la vida profesional y en el alma.” Esas palabras, y la imagen del “Gordo” dejándolo todo en un ensayo, cansado en su silla, le agregan ternura al homenaje.