ESPECTáCULOS › UN HOMENAJE A AGATHA CHRISTIE
La dama del crimen
Por Verónica Abdala
Si fuera por la opinión que han tenido de ella buena parte de sus colegas, Agatha Christie (1890-1976) no merecería ser incluida en una antología de nivel académico. Los más críticos suelen afirmar que se trata del raro caso de una novelista que, en función de la trama, descuidó la escritura, lo que atentó contra la posibilidad de que fuera valorada por sus colegas. Pero, a la hora de analizar las razones de su indudable éxito, nadie se atreve a cuestionar su capacidad de montar intrincados argumentos en torno a un crimen, y de idear las resoluciones más ingeniosas. Esto explicaría que siga siendo, a veintiséis años de su muerte, centro de un fenómeno editorial único: sus novelas siguen vendiéndose como pan. Una valorización actual de su aporte indica que inauguró además una tradición en la que se inscriben autores como P.D. James o Patricia Highsmith, algo así como sus herederos no reconocidos.
Lo que en cambio está muy claro para críticos y no críticos es que desde que le dio forma a la primera de sus 79 novelas, El misterioso caso de Styles –el debut del luego mítico detective belga Hercules Poirot–, Christie se ganó la aprobación de los lectores. Aunque ni ella ni sus editores imaginaron allá por la década del ‘20 que su obra (que se completa con 19 obras de teatro, 8 novelas románticas, 3 crónicas de viaje, 2 libros de poesía y 150 cuentos) llegaría a vender más que la del propio William Shakespeare. La Unesco sostiene que sólo la Biblia supera a “La dama del crimen” en cantidad de lectores. Se calcula que, hasta la actualidad, de la buena de Agatha se vendieron en el mundo mil millones de ejemplares.
“Si bien los records de venta no suelen ser un parámetro válido para medir a los talentos literarios, el caso de esta mujer es distinto”, opina Marcelo Birmajer, que hoy junto a Vicente Battista expondrá su punto de vista sobre la obra de la escritora en la Librería El Ateneo (Santa Fe al 2800, a las 19), con la excusa del lanzamiento de la colección completa de sus novelas de suspenso y del relanzamiento de su Autobiografía, que concreta la Editorial Planeta. “El éxito es un ingrediente más de su historia, y nadie se atrevería a decir que sus novelas no son ingeniosas. Además, si su nivel no alcanza el de otros autores de policiales, podrá ser condenada, pero la suya no será una condena a muerte: habrá que reconocer que siempre es menos criticable quien descuida el rigor del lenguaje en función de la trama que quienes lo hacen, como ocurre tan a menudo, en función de no decir nada.”
El escritor y periodista Juan Sasturain, que también fue convocado para el ciclo –su charla fue anoche–, piensa en este sentido que “hay escritores de policiales que la superan ampliamente desde el punto de vista literario. Su registro y sus personajes son exclusivamente funcionales al desarrollo de la acción, y eso tiene su costo, aunque de todos modos admito que sabe cómo presentar el enigma y cómo resolverlo de una manera creativa e inteligente, y que abrió el camino a una tradición narrativa que continúan Highsmith, James y Ruth Rendell”.
Si es cierto aquello de que las obras literarias mantienen una inevitable relación con el período en que se concibieron, habrá que entender la suya como fruto de un tiempo en que, como escribió la española Rosa Montero, el siglo XX se iniciaba con todo su horror, su desorden y sus guerras, mientras la estructura inmóvil del victorianismo se hundía con estertores de Titanic. Esas novelas intrincadas, en que finalmente cada uno obtiene su merecido –por lo que el bien y el mal se diferencian de manera inevitable–, pueden ser leídas también como un intento de guerra sostenida y esperanzada contra el avance inevitable del caos.