ESPECTáCULOS › CARLOS LOPEZ PUCCIO ABRE LA TEMPORADA DE FESTIVALES MUSICALES

“Con la expresividad más inmediata”

El director, al frente de su Estudio Coral de Buenos Aires, hará un repertorio del siglo XX pero a contrapelo de las vanguardias, en el que se destacan obras de Messiaen, Elgar, Barber y Rautavaara.

 Por Diego Fischerman

En algunos lugares, Carlos López Puccio es el director de uno de los mejores coros de Argentina. En otros, es, ya desde hace mucho, el de pelo blanco de Les Lu- thiers. Dirigió ópera, en el Parque Centenario, en el Teatro Argentino de La Plata y en el Colón. Allí es, además, asesor artístico de la dirección. Empezó su carrera musical como violinista, ama las operetas de Gilbert y Sullivan, las canciones con orquesta de Gustav Mahler, algunos vinos tintos y su Estudio Coral de Buenos Aires, con el que hoy a las 20.30 abrirá, en el Auditorio de Belgrano (Cabildo y Virrey Loreto) la temporada de la asociación Festivales Musicales.
Quienes lo reconocen como actor y músico cómico suelen ser reacios a reconocerle sus méritos como músico a secas. Cuando el año pasado condujo, en el Colón, Armide de Gluck, hubo quienes le discutían los fraseos pedidos no en razón de que se tratara de resistidos vientos de autenticidad (López Puccio había trabajado sobre las propias indicaciones de Gluck) sino porque quien los pedía era un integrante de Les Luthiers. A algunos les cuesta mucho más que a él conciliar dos aspectos de su personalidad musical que, sin embargo, no tienen nada de contradictorios entre sí. “Les Luthiers fue una rarísima salida laboral. Jamás se me había ocurrido hacer humor. De pronto pude capitalizar algo que nunca había pensado que pudiera servir para algo, como estudiar música”, cuenta a Página/12. “El grupo ya me había invitado antes, pero yo estaba haciendo el servicio militar. Cuando entré fue reemplazando a Daniel Rabinovich, a quien la novia había conminado a internarse a estudiar y terminar ingeniería. En 1967, en el momento de ingresar a Les Luthiers fue sumamente útil. Yo había estado estudiando la carrera de dirección orquestal en Bellas Artes, en La Plata, había estudiado armonía desde los quince años, había hecho montones de materias de composición complementaria. Y cuando empecé a hacer canciones para Les Luthiers descubrí que todo eso servía para algo.”
Sin embargo, Carlos López Puccio nunca quiso componer otra cosas. “Primero pensaba que no tenía ideas porque me faltaba la técnica. Después tuve la técnica y entonces supe que, simplemente, no tenía las ideas”, resume quien, no obstante, se convirtió en uno de los más expertos compositores apócrifos del mundo. “Al poco tiempo de entrar a Les Luthiers, estaba escribiendo para orquesta y, además, tenía la posibilidad de dirigir una. A los 22 o 23 años, nadie tenía una orquesta para dirigir. Y desde los primeros discos de Les Luthiers, yo dirigía las orquestas e, incluso, las grabaciones. Era una experiencia fascinante e inesperada. Cuando grabamos Teresa y el oso, por ejemplo, tuve a mi disposición una orquesta que, a esa edad, no hubiera podido soñar jamás.” Su pasión por la música había empezado cuando era muy chico, gracias a Beethoven y su hermano mayor, que llevó a la casa discos con su música. Sus padres no eran particularmente afectos ni a los conciertos ni a los discos pero no se opusieron a su temprana certeza de que sería músico y le compraron un violín. Muy poco después de su debut con Les Luthiers, López Puccio estrenó su primer coro importante, el 9 de Cámara. “Lo que separa aquel coro del actual, además del nivel que tienen los integrantes del Estudio Coral, es todo lo que aprendí desde ese momento. Yo soy otro.”
Parte del nivel extraordinario del grupo –todos sus integrantes son profesionales que cantan en otros coros y como solistas, y están en el Estudio Coral, como su director, “por amor”– se traduce en un repertorio que, además de rehuir del lugar común muestra, en ocasiones, una complejidad no apta para aficionados. Responsables de haber estrenado en Argentina obras de autores como György Ligeti, el coro cantará hoy un programa dedicado a autores del siglo XX, tan personales como alejados de cualquiera de las modas de la composición contemporánea: tres canciones de Edward Elgar, dos de Samuel Barber, una de Paul Chihara, dos de Morten Lauridsen, los geniales Cinq Rechants de Olivier Messiaen y el Magnificat de Einojuhani Rautavaara. “Hay un cierto eje, que el título Románticos del siglo XX pone en escena, pero en realidad no creo que se trate en todos los casos de románticos. Messiaen, por ejemplo, es un autor muy espectacular, una personalidad refulgente, alguien que define una estética totalmente propia. Es más, no la define; suma elementos, arma un estilo por agregación. Le gusta esto, y esto, y esto. Y el resultado termina siendo algo único. Puede ser que ese espíritu de originalidad pueda asociarse con una actitud romántica pero no creo que su estilo sea precisamente romántico.”
López Puccio explica el resto del programa: “Es más liviano, tal vez, pero maravilloso. Son músicos que no están en ninguna vanguardia, que tienden, de alguna manera, más al siglo XIX que al siguiente. Pero es un repertorio que me gusta mucho, porque me permite, haciendo música del siglo XX, entregarme a una clase de expresividad más inmediata, menos meditada, más corporal. Barber, por ejemplo, es un romántico trasnochado. Pero es un romántico trasnochado encantador. En realidad, todos estos músicos son compositores que le sacaron un jugo impresionante a algo que las vanguardias no aceptaban que pudiera tener todavía algo por ser exprimido. Hay alguna clase de razón cultural que hace que el lenguaje tonal siga teniendo vigencia, importancia; que golpee, que sea impactante. Se ve que hay una gran cuota de convención, de lenguaje aprendido, que hace que sea un mensaje muy fuerte. ¿Cómo es que se puede seguir haciendo música tonal sin ser un pasatista?”. Uno de los motivos que el director señala para la elección del repertorio es, también, el gusto de los integrantes del coro. “Por un lado, éste es un conjunto de obras que pueden hacerse con una actitud más relajada”, afirma. “Y eso al coro le encanta. Y no se trata de un grupo ingenuo; han cantado cosas muy difíciles. Puede ser que en algún momento alguien se ponga un poco incómodo, por el alto grado de almíbar, pero en el siglo XX no sólo se han compuesto obras de vanguardia y no vemos por qué un coro debería dedicarse sólo a ellas. En todo caso, lo tomamos también como un descanso. No se trata de ninguna reivindicación especial de una cierta manera de componer. Eventualmente, es una reivindicación menos espectacular, más personal, que nos abarca a mí y a los integrantes del Estudio y que pasa, precisamente, por hacer estas canciones. Por cantarlas, por dejar que sean escuchadas, por dejarlas vivir, por hacer que respiren.”

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Carlos López Puccio define la relación con el coro que fundó y dirige como “profundamente amorosa”.
 
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