ESPECTáCULOS
Horacio Embón, de 6 a 9, información entre tangos
Por Emanuel Respighi
Hay una máxima en el periodismo que dice que sin libertad económica es imposible la libertad de pensamiento. Un axioma que, en los últimos 15 años, recobró una fuerza inaudita ante la política económica impulsada por el menemismo, que permitió la llegada a los medios de comunicación de grupos extranjeros. Horacio Embón, quien además de caracterizarse por su hipergestualidad se destaca por no dar puntada sin hilo, fue uno de los periodistas que más sufrió ante el nuevo panorama que se abrió en la década del ‘90 en los medios. De hecho, sus opiniones marcadas se vieron directamente cercenadas en TV: entre diciembre de 1997 y mayo de 1998 fue echado sin justificación de los noticieros de América, primero, y del 9, después. “La época más brutal fue la menemista, porque te dejaba jugar, pero era mentiroso. Bajo el paraguas de abrir el mercado, Menem privatizó los canales. Pero fue una maniobra que no sólo les robó a los argentinos su patrimonio sino que fundamentalmente nos robó parte de la reflexión”, dispara el periodista en diálogo con Página/12.
Asentado en la conducción de El francotirador, el ciclo radial que desde la semana pasada encabeza de 6 a 9 de la mañana en la 2x4 (FM 92.7), el periodista sabe que el tipo de periodismo que practica lo limita de muchos espacios. Pero cuenta que está feliz de estar en la radio tanguera de la ciudad. “En el ciclo logro salir de la variable de lo que es la radio a la mañana. En estos momentos hay mucha lengua atada, mucho corset en las cabezas. La mayoría de las radios pertenece a multimedios que responden a intereses cruzados. Y en la 2x4 tengo dos variables a favor: una artística y otra periodística. La artística es el tango, que increíblemente está cajoneado en la mayoría de las radios. Y en lo periodístico, lo positivo es que tengo opinión y libertad para decir lo que pienso”, señala.
–¿Por qué cree que existe un periodismo “encorsetado”?
–Esencialmente porque trabajan para empresas condicionadas por grupos económicos que negociaron no sólo inversiones sino también discursos con el poder. Hoy, desde el poder central, hasta algunos sectores fuertes dueños de la plata, atajan y compran voluntades.
–El hecho de estar en una radio perteneciente al Gobierno de la Ciudad lo sitúa a usted dentro de un medio con intereses cruzados...
–Yo no soy parte del Gobierno de la Ciudad: soy un vecino que pago mis impuestos. A mí, hasta aquí me dejaron jugar: expreso mis opiniones con libertad. No recibí ningún llamado telefónico. Creo que porque también saben que no están tratando con un loco. Yo opino con pruebas y argumentos. En 30 años de periodismo siempre fui honesto y nunca recibí un sobre. Pero no se trata sólo de opinar sino también de elegir con quién hablar. Hay tipos con los que, por más mediáticos que sean, no quiero hablar porque mienten, me adulteran o tienen un prontuario terrible.
–Una elección que prioriza la reflexión.
–Totalmente. Hoy, la mayoría de los ciclos arma su agenda por el diario. Pero un diario que se edita a las 22 del día anterior no puede ser una guía de producción periodística para los ciclos matutinos. En todo caso, el diario puede ser otro lugar válido de reflexión. La radio es otra cosa: es poder opinar y dialogar con quien uno quiera.
–¿Por qué cree que hace un tiempo que no está en la TV abierta?
–En la TV abierta estoy totalmente vedado. Nunca dejé de hacer TV, pero siempre en cable. No debo estar en la agenda de los programadores porque puedo complicar con mi opinión. No me limito a presentar noticias. Hay lugares en los que no podría trabajar. En Canal 9 no podría trabajar, es imposible, por una cuestión ideológica y hasta ética. Y hay otros canales que pertenecen a imperios periodísticos donde uno no moja. El costo de estar en TV es atarse la lengua. Y yo en ésa no transo.